sábado, septiembre 18, 2010

Otra vuelta más


Hoy cumplo 43. Las cifras cada vez marean más. Pero empieza a marearme más el año en que nací que la distancia en vueltas alrededor del sol. 1967, mediados del siglo pasado, vamos.

En 1967, sólo hacía 22 años que había terminado la Segunda Guerra Mundial. Es poco. 22 años es lo que hace ahora de la primera vez que vi a Bruce Springsteen sobre un escenario. Tunnel of Love fue el primer tema que tocaron. “Hola Madrid!”. Es mucho.

En 1967, los que cumplieron los 43 años que yo cumplo ahora habían nacido en 1924. La mayor parte de ellos han muerto ya. Dentro de 43 años estaremos en el 2053, el año en que los precog detienen a los criminales antes de que cometan sus crímenes en Minority Report. Quizás yo le cuente a alguien que conocerá a los precog que yo conocí gente que vivía sin luz eléctrica. Acojonante.

El caso es que la promesa sigue en pie: Nunca nos echaremos atrás, nunca nos rendiremos. Como soldados en una noche de invierno con un objetivo que defender. Con un vasto campo abierto frente a mis ojos y estos sueños románticos en mi cabeza. Nunca nos echaremos atrás, nunca nos rendiremos.

Felicidades, Lagarto. Somos más feos, pero seguimos teniendo la música.



Come on, Steve!




Una canción de 1967: A day in a life, de The Beatles

Un libro de 1967: Cien años de soledad, de Gabriel García Marquez

Una película de 1967: Reflejos en un ojo dorado, de John Huston


.

martes, septiembre 07, 2010

Análisis en el campo de batalla


Verónica estaba “en análisis”, como suele decirse; ahora me arrepiento de haberla conocido. Hablando en general, no hay nada que sacar de las mujeres en análisis. Una mujer que cae en manos de un psicoanalista se vuelve inadecuada para cualquier uso, lo he comprobado muchas veces. No hay que considerar este fenómeno un efecto secundario del psicoanálisis, sino simple y llanamente su efecto principal. Con la excusa de reconstruir el yo los psicoanalistas proceden, en realidad, a una escandalosa destrucción del ser humano. Inocencia, generosidad, pureza... trituran todas estas cosas. Los psicoanalistas aniquilan definitivamente en sus supuestos pacientes cualquier aptitud para el amor, tanto mental como físico; de hecho, se comportan como verdaderos enemigos de la humanidad. Implacable escuela de egoísmo, el psicoanálisis ataca con el mayor cinismo a chicas estupendas pero un poco perdidas para transformarlas en putas innobles, de un egocentrismo delirante, que ya sólo suscitan un legítimo desagrado. No hay que confiar, en ningún caso, en una mujer que ha pasado por las manos de los psicoanalistas. Mezquindad, egoísmo, ignorancia arrogante, completa ausencia de sentido moral, incapacidad crónica para amar: éste es el retrato exhaustivo de una mujer “analizada”.

Michel Houellebecq, Ampliación del campo de batalla.



Nadie va a quitarle a Michel Houellebecq su etiqueta de provocador. Y desde luego que este pequeño texto extraído de su primera novela, Ampliación del campo de batalla, reafirma ese carácter. Pero, ¿qué es lo que resulta tan provocador en su literatura? No creo que sea el sexo explícito, sino la crudeza con que retrata la normalidad de la pérdida de la ternura en un entorno tan hostil y competitivo como el que la sociedad ha creado.

Para mí, Houellebecq es uno de los cerebros más lúcidos de esta decadente Europa. Es mucho más que un simple provocador. Y en este psicoanálisis del psicoanálisis hay una verdad, dolorosa y moderna, que nos identifica. No es una cuestión de género; en este retrato de la mujer analizada cabe también cualquier hombre que necesite curar su sufrimiento.

El dolor y el sufrimiento son consustanciales a los valores más humanos. Hay dolor porque intentamos vivir con generosidad, porque queremos creer en el amor, en la compasión. Tenemos el impulso humano de darlo todo por algo en lo que creemos. Sufrimos porque hemos confiado, nos perdemos porque hemos tenido sentido moral. Así que, ¿qué mejor manera de acabar con el dolor que acabar con aquello que lo provoca?

Un análisis encaminado desmedidamente a incrementar la autoestima sólo puede conducir al desarrollo de las partes más egoístas del paciente, como mecanismo de autodefensa. Quiérete a ti mismo, eres el mejor, no dejes que te pisen, no sufras por él (ella). Los que consigan aniquilar definitivamente cualquier aptitud para el amor, tanto mental como físico, no sufrirán.

Yo no sería tan radical como Houellebecq (claro que tampoco estoy escribiendo una novela existencialista). Entiendo que el psicoanálisis puede ser muy útil y que hay profesionales muy válidos para estas cosas. Pero debemos tener cuidado si queremos seguir siendo... humanos.








Una película para los analizados: Zelig, de Woody Allen

Una canción para los analizados: Nice to be dead, de Iggy Pop

Un libro para los analizados: La interpretación del asesinato, de Jed Rubenfeld


.