De becas y falacias
Hace años, el filósofo Noam Chomsky reclamaba que las democracias deberían imponer a sus ciudadanos un curso de autodefensa intelectual para evitar la facilidad con que se imponen a veces las manipulaciones de los poderosos para controlar la sociedad. En un mundo en que la prensa profesional (eso que llamaban cuarto poder) está agonizando y morirá en breve como consecuencia del cambio tecnológico, esto se hace aún más necesario. La sociedad de la información ha traído muchas cosas positivas a la sociedad, pero también algunas negativas y entre estas últimas la supresión de lo que antes era información (más o menos manipulada) por los mensajes y las consignas. Si lo pensamos bien, es difícil encontrar una aberración política más delirante que la comunicación por twitter (140 caracteres) de los posicionamientos de los líderes políticos ante los hechos sociales y económicos que nos atenazan.
Una de las últimas falacias que los poderosos están imponiendo en nuestra sociedad es la lisérgica idea de que a los estudiantes becados por el Estado se les puede exigir un comportamiento académico superior a los que no necesitan beca. La idea se expresa de manera muy sencilla: el Estado pasa por dificultades económicas muy graves y no es justo que el escaso dinero de los contribuyentes se destine a estudiantes sin compromiso que no son capaces siquiera de aprobar las asignaturas que entre todos les pagamos, mientras el déficit fiscal hace aumentar el coste de la deuda peligrosamente. Así, según publica hoy el diario ABC, hasta un 83.3% de los españoles ve bien que se exija una nota mínima para obtener una beca. Y en el colmo del delirio, el Ministro de la Cosa llega a llamar “limosnas” al sistema actual de becas que pretende destruir.
Hablamos de educación, en el sentido compartido de que el sistema de educación que hay en un país se estructura con el objetivo de apuntalar el futuro de la sociedad en cuanto a la formación de sus estudiantes como trabajadores y ciudadanos de un estado de derecho.
Bien, desmontemos esta nueva falacia del neoliberalismo. Este argumento viene a decir que las posibilidades de licenciar de los que tendrán que pagar nuestras pensiones en el futuro se establezcan de la siguiente manera: si tu papá tiene dinero te bastará un 5, pero si tu papá no tiene dinero entonces necesitarás un 6.5. Esto es, hay que dar los recursos públicos de la formación universitaria a niños de papá que sacan un 5.0 pero quitárselos a los que saquen un 6.4 si su papá no tiene dinero. Quizás el tertuliano Wert piensa que el factor de productividad de la inversión en formación es mayor para el Estado cuando el papá del niño tiene dinero que cuando el papá del niño no lo tiene en el caso de que su rendimiento académico sea (en el ejemplo que he puesto) un 28% superior.
¿Por qué un estudiante becado tiene que sacar un 6.5 para poder seguir avanzando en sus estudios, y un niño rico sólo necesita un 5? La única manera de admitir que las becas sean para alumnos que saquen al menos un 6.5 con el argumento de que no vale sacar sólo un 5, sería poner el aprobado para todo el mundo en el 6.5.
Parece que el 83.3% de los encuestados por ABC piensan que los hijos de los ricos, por ser hijos de ricos, tienen que tener el privilegio de ser un poco tontos o sólo esforzarse lo que consideren oportuno, y que es de rojos trasnochados (y etarras, incluso) pensar que la valoración de los estudios de los hijos de los menos favorecidos debe ser igual que la valoración de los estudios de los hijos de los ricos. Los pobres, como dijo Andrea Fabra, que se jodan, que ya les han dado demasiada limosna.
Ya se retira el sol y los hombres acechan
sentados a la puerta del bar
Las parejas se van por la carretera
y aquí viene Wert con su extraño andar
Una canción para el señor Wert: Eres tonto Simón, de Radio Futura
Una película para el señor Wert: Hoy empieza todo, de Bertrand Tavernier
Un libro para el señor Wert: Soy Charlotte Simmons, de Tom Wolfe
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