domingo, noviembre 28, 2010

Pautas para una conversación difícil



GERRY CONLON - ¿Qué coño haces aquí, papá?

GIUSEPPE CONLON - Fui a casa de tía Annie para conseguirte un abogado. Apareció la policía y nos arrestaron a todos.

GERRY CONLON - ¿Qué? ¿Pero por qué?

GIUSEPPE CONLON - Conspiración para el asesinato.

GERRY CONLON - Oh, no, mierda, no. Por favor.

GIUSEPPE CONLON - ¿Lo hiciste, hijo?

GERRY CONLON - No, no lo hice. Por supuesto que no lo hice, mierda. ¿Por qué me miras así?

GIUSEPPE CONLON - ¿Cómo es “así”?

GERRY CONLON - ¿Por qué siempre me sigues? ¿Eh? ¿Por qué siempre me sigues cuando hago algo mal? ¿Por qué no me sigues cuando hago algo bien?

GIUSEPPE CONLON -¿De qué estás hablando?

GERRY CONLON - ¿Que de qué estoy hablando? Estoy hablando de la medalla.

GIUSEPPE CONLON - ¿Qué medalla?

GERRY CONLON - ¿Que qué medalla? ¿Que qué puta medalla? La única puta medalla que ha entrado en casa. Ésa puta medalla. La medalla que gané jugando al fútbol. Te sentaste en la grada, junto a la banda, y me gritabas tus instrucciones como si lo único que vieras fuera lo que yo hacía. Nunca tuviste ni puta idea de fútbol. Y sólo podías ver lo que yo hacía mal. Nunca he podido hacer nada que te pareciera bueno a ti. Al terminar el partido viniste hasta mí y me preguntaste “¿Gerry, hiciste falta?”. Y me alejé de ti, ¿recuerdas? Me metí en el vestuario. Me seguiste dentro y me lo preguntaste de nuevo “¿Gerry, hiciste falta?”. Los otros padres estaban dentro y te miraban y murmuraban “pobre Giussepe”. Sentí vergüenza, enojo. Y entonces huí. Salí corriendo hasta el bosque y escribí tu nombre en el suelo. Tu estúpido nombre, Giussepe. Lo escribí sobre el barro y meé sobre él. Meé sobre él. Porque hice falta. ¿Qué coño importaba? ¡Ganamos el partido! Por una vez en mi vida había ganado. Arruinaste esa medalla para mí. La llevé a empeñar. Apenas me dieron cincuenta centavos por ella.

GIUSEPPE CONLON - Estás conmocionado.

GERRY CONLON - Empecé a robar porque sabía que yo no era bueno.

GIUSEPPE CONLON - Estás conmocionado, hijo.

GERRY CONLON - Ha sido así desde que tenía siete años. Recuerdo a mamá diciendo “no molestes a Giussepe, está enfermo”. Oh, joder. “Está enfermo, andad de puntillas por la casa”. Cuando tomé la primera comunión pensé que era a ti a quien me comía. ¿Fue mi culpa que tú estuvieras siempre enfermo? ¿por qué tuviste que pasarte toda la vida enfermo, papá? Cuando aquel puto policía que me torturaba me amenazó con pegarte un tiro, me sentí feliz. Lo juro por Dios, me sentí feliz. Estaba encantado. ¿Sabes por qué? Por que por fin se acababa todo. Se terminaba. ¿Lo ves? Y luego supe que yo estaba mal. Lo supe y empecé a llorar. Les conté todo tipo de mentiras. Mentiras, como las que he contado durante toda mi vida. Las palabras no significan nada.

GIUSEPPE CONLON - Déjalo ya, hijo.

GERRY CONLON - No soy bueno para nada. Déjame en paz. Lárgate. Has estado siguiéndome toda la vida y ahora has venido a la cárcel conmigo. ¿Lo estás haciendo a propósito?

GIUSEPPE CONLON - No. Déjalo ya, por favor.

GERRY CONLON – Pégame. Pégame fuerte. Por una puta vez en tu vida pégame como si fueras un padre de verdad.






En el nombre del Padre me parece una de las mejores películas que he visto. Gerry era un deshecho social sin futuro hasta que una acusación falsa de asesinato le lleva a la cárcel donde no tendrá más remedio que enfrentarse, al fin, a la relación con su padre. Es a través de la injusticia y del dolor como Gerry se transforma en un hombre con valores y con una actitud de héroe ante la vida.

Cuando Gerry ve a su padre en su misma celda y ya no puede volver a huir de él, no tiene más remedio que afrontar la conversación difícil que llevaba pendiente toda la vida y que será necesaria para cambiar.


Todos tenemos momentos a lo largo de nuestra vida en que nos vemos en la necesidad de afrontar una conversación muy difícil. Y sentimos que no tenemos fuerza para hacerlo. Cuando tenemos que decepcionar a nuestros padres, cuando tenemos que dejar a nuestra pareja, cuando tenemos un conflicto en el trabajo...

Son momentos que se nos hacen muy complicados. Nos estresamos, nos bloqueamos. No sabemos ni cómo empezar. No sabemos si podremos explicar realmente lo que nos pasa y nos paraliza el miedo a hacer daño. Seguro que alguna vez nos ha pasado y seguro que alguna vez más nos pasará.


Esta es mi pequeña guía para afrontar esos momentos:



Fase Uno. Decir “Lo que observo es...”

Señalar aquí un acto concreto, máximo común divisor entre A y B, que al plantearlo A, B no pueda decir otra cosa más que un “sí (punto)”, sin “pero” detrás.


Fase Dos. Decir “Lo que siento es...”

Escoger una palabra entre este diccionario de sentimientos:

Asombro – Vergüenza – Intranquilidad – Confusión – Cansancio – Aburrimiento – Distancia – Excitación – Pesimismo – Coraje – Ansiedad – Preocupación – Desesperación – Intriga – Miedo – Tristeza – Enojo – Pereza – Molestia – Arrepentimiento



Fase Tres. Decir “Lo que necesito es...”

Escoger una palabra entre este diccionario de necesidades:

Autonomía – Creatividad – Reconocimiento – Seguridad – Estabilidad – Comprensión – Sinceridad – Diversión – Afecto – Descanso – Movimiento – Silencio – Espacio – Crecimiento – Libertad – Orden – Esperanza – Claridad – Reciprocidad – Alegría – Sentido – Aprendizaje



Fase Cuatro. Decir “Lo que pido es...”

Indicar aquí una situación diferente de la que se vive y a la que se aspira a llegar. Debe ser realista y verificable en una fecha concreta a corto plazo.


Hagámoslas cuanto antes, no esperemos tanto como Gerry. Y mucha suerte






Una película para Gerry Conlon: Desmontando a Harry, de Woody Allen

Una canción para Gerry Conlon: The Healing game, de Van Morrison

Un libro para Gerry Conlon: Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietzsche



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sábado, noviembre 13, 2010

La ideología del váter



A menudo nos dicen que ya no existen las ideologías y que lo que se impone es una visión meramente pragmática de lo que debe ser la sociedad. La verdad es que viendo a los políticos profesionales que tenemos, es normal pensarlo. Pero no deberíamos olvidar que los actuales partidos políticos no venden ideas, sino que se venden a sí mismos como producto, con técnicas meramente comerciales y con fines muchas veces también comerciales.

Pero en realidad la ideología está en todas partes e impregna todo lo que hacemos. Todo. Absolutamente todo.

La ideología no es más que el conjunto de ideas que conforman nuestro pensamiento cuando percibimos la realidad. Y ese mecanismo (ideas <─ pensamiento ─> realidad) actúa continuamente, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Es imposible escapar a la ideología.

Hay ideología en todo lo que hacemos y vivimos. Incluso cuando vamos al váter, lo hacemos con una inevitable carga (con perdón) ideológica, como decía el filósofo Slavoj Zizek en un interesantísimo ensayo sobre la ideología de la deposición.

Existen tres tipos de inodoros diferentes; el modelo alemán, el francés y el británico.

Los tres piensan que su sistema es el más perfecto desde el punto de vista utilitarista: y hay todo tipo de estudios científicos sobre el ángulo de incidencia de la mierda, la estética del aparato, la higiene de las posaderas en la inquietante postura...

Pero las cosas son, como siempre, algo más complejas. Y se relacionan directamente con la historia del pensamiento europeo y de lo que Hegel llamaba “la trinidad europea”. Esto es, que Europa, como entidad espiritual, se estructura alrededor de tres polos que expresan tres diferentes actitudes hacia la vida y la sociedad y que se corresponden con los tres modelos de inodoro.



1- El modelo francés

El agujero para el excremento está detrás. No lo veremos nunca mientras permanezcamos sentados, por muchas contorsiones que hagamos. La idea es que el detrito caiga directamente dentro y desaparezca tan pronto como sea posible. Es, digamos, un váter radical.

Los franceses son políticamente de izquierda revolucionaria y tienen una aproximación radical a la política. Esto se expresa en su historia y también en sus deposiciones: que caiga la mierda, que desaparezca, sin contemplaciones. Como la guillotina.






2- El modelo anglosajón

Si habéis viajado a Inglaterra habréis visto los váteres de los hoteles. Son enormes volúmenes llenos de agua. Se trata de que la deposición flote en el agua y que la corriente lenta que se va formando acabe diluyendo el problema. Es, digamos, un váter pragmático.

Los ingleses son liberales y pragmáticos, y esto se expresa en su historia y en sus deposiciones: dejémoslas flotar, dará unas vueltas y poco a poco acabará resolviéndose el problema.





3- Modelo alemán

Es el más obsceno, por supuesto. El sumidero está en la parte de delante, y sólo hay un poco de agua en el fondo del agujero. Así que la mayor parte de la taza estará siempre a tu vista, y la idea es que la mierda caiga allí para que puedas inspeccionarte a ti mismo en lo más íntimo, lo más enfermo y degradante de tu condición de ser. Es, digamos, un váter metafísico.

Los alemanes son políticamente conservadores, y su vida social se decanta por la poesía y el pensamiento, y esto se expresa en su historia y en sus deposiciones: las contemplas, las miras, las estudias...






En fin, que, como dice Zizek, queremos desprendernos de la ideología y resulta que cada mañana cagamos sobre ideología. Incluso el más bajo y vulgar de los objetos cotidianos no puede ser explicado en términos utilitaristas, sino ideológicos.


Yo tengo el modelo francés en casa, me encanta. Puedo tolerar el alemán, pero el inglés me pone de los nervios.





Un libro para Zizek: Juliet desnuda, de Nick Hornby

Una película para Zizek: The Pervert’s Guide to Cinema, de Sophie Finnes

Una canción para Zizek: Beggars Banquet, de Rolling Stones


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