Pautas para una conversación difícil

GERRY CONLON - ¿Qué coño haces aquí, papá?
GIUSEPPE CONLON - Fui a casa de tía Annie para conseguirte un abogado. Apareció la policía y nos arrestaron a todos.
GERRY CONLON - ¿Qué? ¿Pero por qué?
GIUSEPPE CONLON - Conspiración para el asesinato.
GERRY CONLON - Oh, no, mierda, no. Por favor.
GIUSEPPE CONLON - ¿Lo hiciste, hijo?
GERRY CONLON - No, no lo hice. Por supuesto que no lo hice, mierda. ¿Por qué me miras así?
GIUSEPPE CONLON - ¿Cómo es “así”?
GERRY CONLON - ¿Por qué siempre me sigues? ¿Eh? ¿Por qué siempre me sigues cuando hago algo mal? ¿Por qué no me sigues cuando hago algo bien?
GIUSEPPE CONLON -¿De qué estás hablando?
GERRY CONLON - ¿Que de qué estoy hablando? Estoy hablando de la medalla.
GIUSEPPE CONLON - ¿Qué medalla?
GERRY CONLON - ¿Que qué medalla? ¿Que qué puta medalla? La única puta medalla que ha entrado en casa. Ésa puta medalla. La medalla que gané jugando al fútbol. Te sentaste en la grada, junto a la banda, y me gritabas tus instrucciones como si lo único que vieras fuera lo que yo hacía. Nunca tuviste ni puta idea de fútbol. Y sólo podías ver lo que yo hacía mal. Nunca he podido hacer nada que te pareciera bueno a ti. Al terminar el partido viniste hasta mí y me preguntaste “¿Gerry, hiciste falta?”. Y me alejé de ti, ¿recuerdas? Me metí en el vestuario. Me seguiste dentro y me lo preguntaste de nuevo “¿Gerry, hiciste falta?”. Los otros padres estaban dentro y te miraban y murmuraban “pobre Giussepe”. Sentí vergüenza, enojo. Y entonces huí. Salí corriendo hasta el bosque y escribí tu nombre en el suelo. Tu estúpido nombre, Giussepe. Lo escribí sobre el barro y meé sobre él. Meé sobre él. Porque hice falta. ¿Qué coño importaba? ¡Ganamos el partido! Por una vez en mi vida había ganado. Arruinaste esa medalla para mí. La llevé a empeñar. Apenas me dieron cincuenta centavos por ella.
GIUSEPPE CONLON - Estás conmocionado.
GERRY CONLON - Empecé a robar porque sabía que yo no era bueno.
GIUSEPPE CONLON - Estás conmocionado, hijo.
GERRY CONLON - Ha sido así desde que tenía siete años. Recuerdo a mamá diciendo “no molestes a Giussepe, está enfermo”. Oh, joder. “Está enfermo, andad de puntillas por la casa”. Cuando tomé la primera comunión pensé que era a ti a quien me comía. ¿Fue mi culpa que tú estuvieras siempre enfermo? ¿por qué tuviste que pasarte toda la vida enfermo, papá? Cuando aquel puto policía que me torturaba me amenazó con pegarte un tiro, me sentí feliz. Lo juro por Dios, me sentí feliz. Estaba encantado. ¿Sabes por qué? Por que por fin se acababa todo. Se terminaba. ¿Lo ves? Y luego supe que yo estaba mal. Lo supe y empecé a llorar. Les conté todo tipo de mentiras. Mentiras, como las que he contado durante toda mi vida. Las palabras no significan nada.
GIUSEPPE CONLON - Déjalo ya, hijo.
GERRY CONLON - No soy bueno para nada. Déjame en paz. Lárgate. Has estado siguiéndome toda la vida y ahora has venido a la cárcel conmigo. ¿Lo estás haciendo a propósito?
GIUSEPPE CONLON - No. Déjalo ya, por favor.
GERRY CONLON – Pégame. Pégame fuerte. Por una puta vez en tu vida pégame como si fueras un padre de verdad.
En el nombre del Padre me parece una de las mejores películas que he visto. Gerry era un deshecho social sin futuro hasta que una acusación falsa de asesinato le lleva a la cárcel donde no tendrá más remedio que enfrentarse, al fin, a la relación con su padre. Es a través de la injusticia y del dolor como Gerry se transforma en un hombre con valores y con una actitud de héroe ante la vida.
Cuando Gerry ve a su padre en su misma celda y ya no puede volver a huir de él, no tiene más remedio que afrontar la conversación difícil que llevaba pendiente toda la vida y que será necesaria para cambiar.
Todos tenemos momentos a lo largo de nuestra vida en que nos vemos en la necesidad de afrontar una conversación muy difícil. Y sentimos que no tenemos fuerza para hacerlo. Cuando tenemos que decepcionar a nuestros padres, cuando tenemos que dejar a nuestra pareja, cuando tenemos un conflicto en el trabajo...
Son momentos que se nos hacen muy complicados. Nos estresamos, nos bloqueamos. No sabemos ni cómo empezar. No sabemos si podremos explicar realmente lo que nos pasa y nos paraliza el miedo a hacer daño. Seguro que alguna vez nos ha pasado y seguro que alguna vez más nos pasará.
Esta es mi pequeña guía para afrontar esos momentos:
Fase Uno. Decir “Lo que observo es...”
Señalar aquí un acto concreto, máximo común divisor entre A y B, que al plantearlo A, B no pueda decir otra cosa más que un “sí (punto)”, sin “pero” detrás.
Fase Dos. Decir “Lo que siento es...”
Escoger una palabra entre este diccionario de sentimientos:
Asombro – Vergüenza – Intranquilidad – Confusión – Cansancio – Aburrimiento – Distancia – Excitación – Pesimismo – Coraje – Ansiedad – Preocupación – Desesperación – Intriga – Miedo – Tristeza – Enojo – Pereza – Molestia – Arrepentimiento
Fase Tres. Decir “Lo que necesito es...”
Escoger una palabra entre este diccionario de necesidades:
Autonomía – Creatividad – Reconocimiento – Seguridad – Estabilidad – Comprensión – Sinceridad – Diversión – Afecto – Descanso – Movimiento – Silencio – Espacio – Crecimiento – Libertad – Orden – Esperanza – Claridad – Reciprocidad – Alegría – Sentido – Aprendizaje
Fase Cuatro. Decir “Lo que pido es...”
Indicar aquí una situación diferente de la que se vive y a la que se aspira a llegar. Debe ser realista y verificable en una fecha concreta a corto plazo.
Hagámoslas cuanto antes, no esperemos tanto como Gerry. Y mucha suerte
Una película para Gerry Conlon: Desmontando a Harry, de Woody Allen
Una canción para Gerry Conlon: The Healing game, de Van Morrison
Un libro para Gerry Conlon: Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietzsche
.