martes, enero 23, 2007

El afán

Bernardo Aguado era escritor. Y de los grandes, aunque los editores no quisieran reconocérselo. “Ana Catrina” y “Doctor Fatuo”, sus dos exitosas novelas por entregas publicadas en la última década del siglo XIX así lo atestiguaban. Aunque la producción no era muy excelsa, resultaba una verdadera tarjeta de visita en las engreídas mesas de mármol del café Gijón de Madrid, donde solía sentarse todas las tardes para acariciar el pomo de su bastón mientras esperaba la llegada de algún aficionado a la buena literatura a quien epatar con su presencia, su bastón, su barba canosa y su prosa improvisada.

Su vida era un continuo trabajar, con la pluma en la mano o con las ideas navegando por las procelosas neuronas de su cabeza. Siempre trabajando, siempre empezando nuevas novelas que rara vez se plasmaban en algo más que unos breves trazos; “El matorral de la Ciencia”, “La rebelión de las mazas” o “La colina mágica” fueron algunos de sus trabajos. La inspiración que le proporcionaban los cafés de Madrid se había consumido con el tiempo y necesitaba nuevos estímulos para continuar con su nuevo gran proyecto; “Por la parte de Susan”. Aquel, y no otro, era el motivo por el que el Don Bernardo se trasladó a París en la primavera de 1911.

El último anticipo recibido a cuenta de las ventas esperadas de su última novela por entregas, “Los hermanos Caramasó”, había sobrepasado con mucho los beneficios obtenidos por sus editores, por lo que el autor se encontraba en una situación económica que comenzaba a resultar precaria en los restaurantes y cafés de Montmatre (carísimos) que por entonces frecuentaba.

Uno de los gastos que más debilitaban sus menguados fondos era el envío de telegramas a Madrid. Este moderno medio de comunicación, invento reciente, tan rápido y fiable, producía en Bernardo Aguado un verdadero conflicto. Al facturarse el texto por número de palabras impresas, la tendencia habitual seguida por todo el mundo era el ahorro de las mismas hasta la extenuación literaria más absoluta. Así, el mensaje de un amante que anunciaba a su amada el inminente regreso a los brazos de ésta tras una estancia prolongada en el extranjero, se formalizaba con un escueto “LLEGO TREN 4:30 MAÑANA”.

El afán literario, la viciosa elegancia del juego de juntar palabras que Bernardo Aguado profesaba, le impedían economizar de esta manera tan vulgar. Pero la situación financiera también influía, por lo que el autor se debatía con cada frase y con cada matiz de cada palabra postrado ante el mostrador del telégrafo durante horas y horas, acariciando el pomo de su bastón, hasta encontrar un texto que, aunque escueto, garantizase la altura literaria del escritor que era. ¿Qué iban a pensar en Madrid si no?

De esta manera, si tenía que comunicar a su editor el retraso en la entrega de un capítulo, no redactaba un ramplón “TEXTO RETRASADO MAÑANA TARDE”, sino que entregaba a la operadora otras cuatro palabras diferentes, pero con más empaque poético-filosófico: “SOSIEGO INANE DELACIÓN CREPUSCULO”.

Otras veces, en cambio, confiaba en la metáfora como vía natural de comunicación telegráfica entre autor y editor, y justificaba sus continuos retrasos con envíos de telegramas que presentaban textos como “FLOR QUE BROTA, DORMIDA EN LA BELLEZA”, o “¿QUIÉN? SINO TINO Y LA MUSA QUIETAS” Envíos éstos que cuando eran recibidos en la redacción daban lugar a todo tipo de comentarios acerca de la salud mental del escritor y algo más que rumores acerca de la mala salubridad del aire parisino.

Bernardo Aguado no llegó nunca a publicar “Por la parte de Susan”, pero su editor en Madrid consiguió vender los derechos de sus telegramas a una revista de poesía haiku japonesa, cubriendo así las pérdidas que le había creado su atormentado escritor.




Un libro sobre el afán: Juegos de la edad tardía, de Luis Landero

Una película sobre el afán: Moby Dick, de John Huston

Una canción sobre el afán: Mercedes Benz, de Janis Joplin

6 Comments:

Anonymous Anónimo dijo...

Un placer volver a leerte

enero 23, 2007 10:31 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

jaja, me ha gustado el texto, me ha recordado a una amiga mía que escribía sms de dos o tres palabras,demasiada concrección, a veces era complicado entender qué quería decir, hasta que le acabé preguntando si pensaba que le cobraban por cada letra o palabra en lugar de por el sms y me confesó que si...

enero 23, 2007 11:16 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

¿Verídico?

"Esencia humana incorregible"

"Me regalaste sonrisa"

enero 24, 2007 12:10 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Curiosa historia.
No me extraña que en Madrid, su editor estuviera perplejo...

Gracias por tu visita.
Un saludo

enero 24, 2007 12:43 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Afán, no tengo idea de quien eres. Pero me encanta eso de dar placer, en cualquier caso ;)

Sí, desconvencida. La tecnología no ha ayudado mucho a la inspiración literaria. Pero me cae bien este Bernardo; lo enfoca de otra manera más divertida, al menos ¿no?

Tamaruca, me temo que no es verídico en absoluto. Bernardo Aguado solo vive en mi imaginación, aunque tiene algo de Henry Miller y de Faroni... muy largo de explicar, pero bueno, que es original de este lagarto de sangre caliente que teclea.

Valeria, en Madrid estamos acostumbrados a la perplejidad. Sobretodo en ciertos bares de tapas bien dotados. Gracias por venir.

enero 24, 2007 9:13 p. m.  
Anonymous Diciembre dijo...

Genial tu Bernardo Aguado y sus telegramas :)
Y ahora ya se que es un haiku, o haikai. Mi reino por esa revista! Sin duda no tendría desperdicio, jeje

Espero volver a encontrarme por aquí a tan distinguido caballero y sus impagables empaques poético-filosóficos ;)

abril 26, 2011 6:34 p. m.  

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