Las fábricas del amor
Los seres vivos estamos diseñados para elegir a la pareja más apta para procrear.
El león que venza al resto de machos de la manada será quien monte a todas las hembras, ya que ha demostrado ser el más fuerte de todos y, por tanto, sus genes parecen más indicados para la procreación de la especie. Las hembras estarán encantadas con el macho más apto. Todo esto sucede por un complejo mecanismo biológico hormonal controlado por el hipotálamo, que viene a ser el ombligo del cerebro de los mamíferos.
No hay más.
Bueno, sí. Algo más. Nuestra cultura hoy en día es demasiado compleja y sofisticada como para explicar los asuntos de la pasión como una mera cuestión de producción de feromonas.
En realidad la cosa tiene mucho que ver con el modelo que nuestra cultura –occidental mayormente- ha hecho del amor. Esto es, cebar de romanticismo literario el instinto sexual mamífero, que se produce en un momento dado, para soportar de por vida la estructura social necesaria en torno al concepto de familia: pareja monógama y para siempre que tiene crías y las educa y protege hasta que éstas pueden a su vez formar nuevas parejas monógamas que se reproduzcan. Todos serán felices y pasarán el resto de sus vidas comiendo perdices, por supuesto.
Los logros de este modelo socio-emocional son estupendos, sí. No seré yo quien los ponga en duda. Gracias a este modelo la humanidad ha tenido calefacción y Cortázar, magret de pato al oporto y Sócrates, Internet y Picasso, máquinas de café y Bob Dylan. La familia, como decía A. Tocqueville, es la base sobre que se sustenta la comunidad, que a su vez es la base sobre la que se sustenta la ciudad, que a su vez es la base sobre la que se sustenta el Estado. La familia unida hace un Estado fuerte.
¿Y cuáles son los mecanismos de propagación de este amor-pasión que se promete eterno y duradero a lo largo de la historia? El cine y la literatura, claro.
En su ensayo El amor y occidente , Denis de Rougemont no deja títere con cabeza: el amor necesita de la desgracia, de lo imposible y de la hiperidealización de la persona amada para ser contado. El amor feliz no tiene historia. Lo que marca la pauta a toda la lírica occidental es la pasión que sufre, y no el placer de los sentidos y la paz de la pareja. Denis de Rougemont dice explícitamente que “la historia del amor es el relato de las tentativas cada vez más desesperadas que hace Eros para reemplazar una trascendencia mística por una intensidad emocional” así, el cine y la literatura nos dan millones de muestras de cuánto puede emocionar ese primer beso pero sólo unos pocos outsiders se preocuparon de volver a mirar a la pareja cuando las perdices ya han sido comidas.
Los clásicos personajes míticos literarios de más influencia en este ¿engaño psicosocial? en realidad no se aman entre ellos, sino que aman la idea que tienen del amor en sí (y toda su decoración de interiores, como son los celos –sentidos y provocados-, la parafernalia de una boda, el encuentro semiclandestino, etc) y exaltan hasta el paroxismo la actitud inmediata y novedosa de esta pasión, dándole un taimado perfil de trascendencia que no posee en absoluto por definición bioquímica. Son amantes que no necesitan en absoluto la presencia del otro, sino más bien la ausencia. El amado es necesitado para arder uno mismo por dentro, no por el amado en sí.
Djuna Barnes lo explica sin contemplaciones en El bosque de la noche para definir a su protagonista Jenny; una mujer que toma como pauta habitual de su comportamiento el liarse con los hombres más felizmente casados que encuentra. Porque lo que ella desea es hacer el papel de la esposa, y nada tiene que ver el enamoramiento personal con ello.
Y cuando el instinto, el jadeo, el suspiro, la mirada vacuna y el babeante temblor de labios se empiezan a dominar... entonces, ay, amigo, ¡aparece la literatura! Pasión y expresión se han hecho inseparables en nuestra sociedad y se paga muy bien a quien sabe unirlos. Se ha dotado de significantes concretos y de protocolos semánticos a esa gran farsante que llaman amor-pasión. La pasión se relata a sí misma, se jalea, se aplaude, se justifica, se da ánimos y se masturba con poesías narcisistas y expresiones manidas que todos conocemos y que todos hemos arrojado a pupilas clavadas en pupilas. Pasión que en su estupor de cloroformo, se identifica con versos de Neruda o de capítulo siete de Rayuela porque hay que poner palabras a las cosas. Pero en realidad la persona amada –en sí- no significa nada.
Con esto no quiero decir que no crea en el amor, en la pasión, en el romanticismo o en la familia. Es, simplemente, que no creo que se sean piezas compatibles entre sí en el engranaje duradero de la existencia. De algo sirven las argamasas del cariño, la honestidad, la lealtad, la alegría... en cualquier caso conceptos muy menores en la escala sociocultural occidental al lado de estos otros palabros tan magnos como vacíos.
La pasión es egoísta y el amor es generoso. El cariño es una muralla fortificada para el amor y tan sólo un preámbulo para la pasión.
Por eso Holling (de quien hablaba ayer) es sólo un personaje de una serie surrealista que sucede en una Alaska que ni siquiera es Alaska. Tampoco existen los Reyes Magos; son los padres.
Una canción para Denis de Rougemont : Crazy Little Thing Called Love, de Queen
Una película para Denis de Rougemont: Doctor Zhivago, de David Lean
Un libro para Denis de Rougemont: El bosque de la noche, de Djuna Barnes
El león que venza al resto de machos de la manada será quien monte a todas las hembras, ya que ha demostrado ser el más fuerte de todos y, por tanto, sus genes parecen más indicados para la procreación de la especie. Las hembras estarán encantadas con el macho más apto. Todo esto sucede por un complejo mecanismo biológico hormonal controlado por el hipotálamo, que viene a ser el ombligo del cerebro de los mamíferos.
No hay más.
Bueno, sí. Algo más. Nuestra cultura hoy en día es demasiado compleja y sofisticada como para explicar los asuntos de la pasión como una mera cuestión de producción de feromonas.
En realidad la cosa tiene mucho que ver con el modelo que nuestra cultura –occidental mayormente- ha hecho del amor. Esto es, cebar de romanticismo literario el instinto sexual mamífero, que se produce en un momento dado, para soportar de por vida la estructura social necesaria en torno al concepto de familia: pareja monógama y para siempre que tiene crías y las educa y protege hasta que éstas pueden a su vez formar nuevas parejas monógamas que se reproduzcan. Todos serán felices y pasarán el resto de sus vidas comiendo perdices, por supuesto.
Los logros de este modelo socio-emocional son estupendos, sí. No seré yo quien los ponga en duda. Gracias a este modelo la humanidad ha tenido calefacción y Cortázar, magret de pato al oporto y Sócrates, Internet y Picasso, máquinas de café y Bob Dylan. La familia, como decía A. Tocqueville, es la base sobre que se sustenta la comunidad, que a su vez es la base sobre la que se sustenta la ciudad, que a su vez es la base sobre la que se sustenta el Estado. La familia unida hace un Estado fuerte.
¿Y cuáles son los mecanismos de propagación de este amor-pasión que se promete eterno y duradero a lo largo de la historia? El cine y la literatura, claro.
En su ensayo El amor y occidente , Denis de Rougemont no deja títere con cabeza: el amor necesita de la desgracia, de lo imposible y de la hiperidealización de la persona amada para ser contado. El amor feliz no tiene historia. Lo que marca la pauta a toda la lírica occidental es la pasión que sufre, y no el placer de los sentidos y la paz de la pareja. Denis de Rougemont dice explícitamente que “la historia del amor es el relato de las tentativas cada vez más desesperadas que hace Eros para reemplazar una trascendencia mística por una intensidad emocional” así, el cine y la literatura nos dan millones de muestras de cuánto puede emocionar ese primer beso pero sólo unos pocos outsiders se preocuparon de volver a mirar a la pareja cuando las perdices ya han sido comidas.
Los clásicos personajes míticos literarios de más influencia en este ¿engaño psicosocial? en realidad no se aman entre ellos, sino que aman la idea que tienen del amor en sí (y toda su decoración de interiores, como son los celos –sentidos y provocados-, la parafernalia de una boda, el encuentro semiclandestino, etc) y exaltan hasta el paroxismo la actitud inmediata y novedosa de esta pasión, dándole un taimado perfil de trascendencia que no posee en absoluto por definición bioquímica. Son amantes que no necesitan en absoluto la presencia del otro, sino más bien la ausencia. El amado es necesitado para arder uno mismo por dentro, no por el amado en sí.
Djuna Barnes lo explica sin contemplaciones en El bosque de la noche para definir a su protagonista Jenny; una mujer que toma como pauta habitual de su comportamiento el liarse con los hombres más felizmente casados que encuentra. Porque lo que ella desea es hacer el papel de la esposa, y nada tiene que ver el enamoramiento personal con ello.
Y cuando el instinto, el jadeo, el suspiro, la mirada vacuna y el babeante temblor de labios se empiezan a dominar... entonces, ay, amigo, ¡aparece la literatura! Pasión y expresión se han hecho inseparables en nuestra sociedad y se paga muy bien a quien sabe unirlos. Se ha dotado de significantes concretos y de protocolos semánticos a esa gran farsante que llaman amor-pasión. La pasión se relata a sí misma, se jalea, se aplaude, se justifica, se da ánimos y se masturba con poesías narcisistas y expresiones manidas que todos conocemos y que todos hemos arrojado a pupilas clavadas en pupilas. Pasión que en su estupor de cloroformo, se identifica con versos de Neruda o de capítulo siete de Rayuela porque hay que poner palabras a las cosas. Pero en realidad la persona amada –en sí- no significa nada.
Con esto no quiero decir que no crea en el amor, en la pasión, en el romanticismo o en la familia. Es, simplemente, que no creo que se sean piezas compatibles entre sí en el engranaje duradero de la existencia. De algo sirven las argamasas del cariño, la honestidad, la lealtad, la alegría... en cualquier caso conceptos muy menores en la escala sociocultural occidental al lado de estos otros palabros tan magnos como vacíos.
La pasión es egoísta y el amor es generoso. El cariño es una muralla fortificada para el amor y tan sólo un preámbulo para la pasión.
Por eso Holling (de quien hablaba ayer) es sólo un personaje de una serie surrealista que sucede en una Alaska que ni siquiera es Alaska. Tampoco existen los Reyes Magos; son los padres.
Una canción para Denis de Rougemont : Crazy Little Thing Called Love, de Queen
Una película para Denis de Rougemont: Doctor Zhivago, de David Lean
Un libro para Denis de Rougemont: El bosque de la noche, de Djuna Barnes
25 Comments:
Todo un tratado el que nos ha soltado aquí :) Acaba de saltarse una de las premisas que, según usted, hacen más atractivos los blogs: las entradas cortas.
Sólo sé que no sé nada. Me da la sensación de que querer entender, definir, acotar el amor es como querer entender, definir, acotar los conceptos de inmortalidad o eternidad, nosotros, seres mortales y finitos.
Yo lo veo como algo que ha pasado porque tenía que pasar: de la misma manera en que hemos nos hemos convertido en seres bípedos y hemos obtenido la inteligencia como arma (ya que no poseemos otras como garras o alas, como usted bien decía hace poco), nuestra evolución ha traído de la mano al amor.
Seres en exceso complejos necesitamos interiores igualmente complejos.
Hasta hace poco yo pensaba que esas frases con las que usted empieza su disertación, que estamos diseñados para elegir a la pareja más apta para la procreación (que traen consigo otras elucubraciones como que hay una razón por la cual los hombres son más infieles y las mujeres más emotivas, etcétera etcétera), pensaba digo que eran tonterías, que no se podía explicar algo tan complejo como el sexo humano (y el amor) en términos biológicos.
Sin embargo ahora ya no lo aseguraría tan firmemente. Hay cosas que llevamos tan dentro de nosotros que nos vemos incapaces de eliminarlas aunque racionalicemos su inutilidad. Ya no nos sirve de nada el coxis y ahí está, sin embargo (casi diría que no nos sirve para nada el dedo meñique, pero algunos todavía lo necesitan para hurgarse la nariz).
De la misma manera, hacemos chocar unos instintos naturales que todavía no han desaparecido, con cosas que les contradicen como la monogamia, la pasión eterna, el perenne lazo emocional a un semejante.
Pero voy a acabar como empecé: miles de poemas, ensayos, novelas, películas, canciones (su -de ustedes- adorado Springsteen) han sido escritos para intentar apresar las sensaciones que produce ese sentimiento. Lo veo tan inútil como si se hubiera dedicado el mismo número de poemas, ensayos, novelas, películas, canciones (su -de ustedes- adorado Dylan) a intentar explicar el milagro de Dios Uno y Trino. Yo no leería ese libro del bueno de Rougemont. El amor se deja apresar, juega con uno, permite que le glosen miles de palabras, definiciones, descripciones... y justo cuando uno decide que por fin ha escrito el poema, el ensayo, la novela, la película o la canción (su -de ustedes- adorado Cohen) definitivos, el amor se zafa de las manos de uno, nos hace burla y nos saca la lengua, y despliega once cualidades más que ni siquiera sabíamos que existían.
Quiero decir: nos sorprende siempre. Y nunca jamás lograremos definirlo del todo, por muchas palabras que le dediquemos.
Finis.
Que dificil es esto del amor no?
He ahí un gran ejemplo.
Hum... el coxis sirve para que nos duela cuando nos caemos de culo.
El amor, más o menos lo mismo.
El amor, señor lagarto, en los tiempos que corren, está muy lejos de la procreación. O muy cerca en lo físico y muy lejos en lo demás. Somos mamíferos, sí. Y tenemos que racionalizar el ansia de trascendencia, sí. Y muchas veces llamamos amor al deseo de echar un polvo o dos; y también al deseo de sufrir por algo, quelque chose.
Ese "algo más" que hay en nuestro cerebro, en esa parte del cerebro que llamamos corazón, es lo que hace que alguien se convierta de repente en especial, sin explicación, sin eternidad y sin remedio.
Y sin que se trate necesariamente del león más fuerte de la manada.
Lo cual es una suerte para los demás leones.
Lo que hay que practicar es la naturalidad. Y dejarse de límites. De rayas pintadas aquí y allá. El amor, tal y como rezan infinidad de wc´s dura, lo que dura dura. Y con suerte, un ratillo más. Pues se aprovecha. La vida es eso, un empujón más. Todos los amores son definitivos, eternos, para siempre. Hasta que se acaban. Pues permitamos que acaben. De todo se cansa uno. Se permite uno que se le vaya de las manos y venga, a remar. Que otro vendrá. Porque siempre se clava en un sitio diferente. Y porque siempre es tan ingenuo y tonto como la primera vez. Y eso mola. Y gusta. Y como gusta, repetimos.
Y se acabó.
No sabía que el amor y el culo estaban relacionados. Inquietante, :-)
... y Dolina dice que los poemas de amor satisfecho parecen una burla de mercaderes afortunados.
Y yo coincido con Rosa. :)
Nos gusta creer que somos nosotros quienes somos protagonistas de la pasión, que de alguna manera la elegimos. Es duro aceptar que todo es química e instito, pero me temo que así es.
Yo cuando veo a Clive Owen sé que sería ideal como padre de mis futuros hijos.
ejem...
Me hubiera gustado quedarme en aquél punto de la evolución en que aún teníamos cola, la echo de menos...
Bienvenido sea el amor, en todas sus formas.
Pero, lagarto, tienes razón. Nos hemos empeñado, como buenos investigadorespensantescuriosos, en etiquetar y clasificar todo. Nos hemos empeñado en ser seres sociales, nos necesitamos en manada, pero... no hemos escogido las normas de la sociedad y esta se ha empeñado en que la familia es la base de todo, de la armonía (que no digo que no tengan razón), pero realmente su interés social es tener a la familia como el gran consumidor, porque, al fin y al cabo, la familia (unida) es la que sostiene la economía, la que celebra banquetes, navidades, catorce's de febrero, la que inunda los grandes almacenes, dias de padres, de madres, coches familiares, no hay más que ver la publicidad. La familia es el opio del estado y el mejor cliente de la economía.
Al igual que perdimos la cola vamos evolucionando hacia otros sentidos, inquietudes, otros valores. Para las normas sociales estamos actuando contra natura, pero lo peor y más dañino es cuando lo hacemos contra nosotros mismos, cuando existe un empeño en mantener algo que ya terminó en vez de asumir que la vida está llena de etapas y compañeros en el camino.
Buenas noches
Básicamente estoy de acuerdo en todo, excepto en una cosa. Y es en la frase final, y es que
los padres, como los Reyes Magos, tampoco existen
un beso
Que buen post... creo que ire un rato tirando del ovillo por su blog.
Para mi el amor es como la vida para Shakespeare:
"Un cuento contado por un idiota lleno de ruido y furia."
Y un poco de mugre tambien.
a) la diferencia entre eros y agapé
b) otro libro para Denis de Rougemont (que de seguro devoró): Fragmentos de un Discurso Amoroso de Roland Barthes.
Bueno, no quería hacer un post demasiado largo. Probablemente algunas cosas han quedado un tanto deslavazadas.
g., no pretendía hablar del Amor, sino más bien de lo que la sociedad confunde e implica con el genérico concepto de Amor, que es algo mucho más general y que en modo alguno se limita a una relación sexual-afectiva: Fromm establecía hasta seis clases de amor, siendo el marital sólo una de ellas.
Una de las consecuencias de nuestra evolución a bípedos fue desarrollar las cuerdas bucales –como consecuencia de una menor presión en la garganta-; creo que esa capacidad de hablar es la culpable de todo, magret de pato incluido.
Una de las frases de nuestro adorado Dylan –que no suyo, por lo que veo- es que cuando creemos tener todas las respuestas, alguien nos cambia todas las preguntas de nuevo. Supongo que la vida es más una cuestión de preguntas que de respuestas. Y que ambas se mezclan, se unen, fornican para darnos más dolor de cabeza. Aún :)
Gubia, es más sencillo cocinar un buen magret de pato y, en el 99% de las veces, más gratificante y controlable ;) Además, el matrimonio por amor es un invento burgués del sXIX; antes ¡ni se planteaban estas cosas!
K, la procreación es el atavismo que aún perdura. Los machos estamos preparados biológicamente para que nos atraigan más las hembras más fértiles, con mejores capacidades para procrear. Y es un puto hecho que siguen siendo actualmente más atractivas las mujeres jóvenes que las mayores. Es un atavismo que no sólo perdura, sino que condiciona la estupidez del rito de pre-apareamiento generando todo un sistema económico alrededor (cremas para el cutis, bebidas dietéticas, sujetadores aumentadores, tintes para el pelo, etc, etc).
En cualquier caso me alegro de no ser león. Yo como león y con estas gafas, no me comería nada :)
Rosa, muy interesante lo que planteas. Pero primero deberíamos ponernos de acuerdo en qué es “naturalidad”. De alguna manera la sofisticación es parte consustancial de la naturaleza humana ¿es natural comer magret de pato? ;) eh, gracias por venir por aquí.
Respecto a la relación entre amor y culo, mejor no digo nada. Respecto cualquier tipo de acercamiento carnal y éste pretendía ser un post más teórico y pedante :)
Claro, arcángel. Se trataría de una historia aburridísima. Romeo y Julieta murieron con 15 años, si Shakespeare nos hubiera tenido que hablar de cómo ambos cenaban sopa mientras hablaban del tiempo durante treinta años, la historia no hubiese tenido el mismo impacto socio-cultural ¿verdad? Sin embargo hubiera sido más real.
La química y el instinto también son nuestros, Sintagma. Nuestro Ser va más allá de la conciencia, ya lo decía Freud. Acojona ¿verdad? :) pues no tenemos más remedio que llevarnos bien con nuestro inconsciente, ya que vamos a tener que vivir con él el resto de nuestras vidas.
Bueno, unamujer... tampoco quiero atacar la familia como institución, per se. Pero sí creo que ésta pertenece al orden socio-político de la sociedad y que poco tiene que ver con los modelos de Amor que la literatura nos ha inculcado en nuestro inconsciente colectivo (ya sabes; Cleopatra y Marco Antonio, Romeo y Julieta...)
Ababol, eso me recuerda cierto corto que realizó un gran amigo y que circuló por Internet durante meses sin que él viera un solo euro :). Otro beso y gracias por venir!
Tire, tire, narrador. El ovillo aún no es muy grande y se deja manejar. Supongo. Bueno, más que “ruido y furia” yo llenaría la imagen del enamorado de anfetaminas y ácidos lisérgicos, la verdad :) Decía Bernard Shaw que el matrimonio es el acto por el que un hombre, con sus facultades mentales completamente alteradas, se compromete a permanecer así hasta la muerte :)
Z, yo con Eros me llevo muy bien, eh. Es un poco entrometido, pero muy agradable en el trato :)
No conozco el Discurso Amoroso de Roland Barthes. Si alguna librería de la Gran Vía lo tiene echaré un ojo a ver que tal.
¿Naturalidad, qué es? (me preguntas mientras clavas...) (con perdón)
Pues naturalidad es aplicarte, sucesiva e incansablemente, un "bueno, mira, por lo visto, soy así" y no mirarse uno mismo raro (a pesar de hacer cosas socialmente poco correctas, como separarse, y otros etcéteras igual de ridículos una vez los atraviesas). Creer en ti, en tus reacciones, darles el valor de cada elección tiene y volver a repetirse, "bueno, mira, por lo visto, soy así". Perdonarse (qué martirio somos para con nosotros, caramba), permitirnos equivocarnos. Mandar a la porra muchas cosas.
Naturalidad es —no sonará bien, me temo— hacer el bien y respetar mucho a los demás, y después de eso, hacer lo que te pida el cuerpo. Natural.
Y natural también es lo dicho, remar.
Reme, oiga, reme...
(nada, que no me rema)
Soberbio, un placer leer este post.
Un saludo.
A ese corto me refería, Nosurrender, por aquello de la creencia en certezas que al final son siempre tan inciertas...
no me preguntes por qué, pero sabía que lo habías visto, y entenderías mi comentario, es curioso que fuera un amigo tuyo el autor...
un beso (otro)
Lo que para Denis de Rougemont es amor, para mí es obsesión.
Una cosa es QUERER y otra QUERER-PARA-MÍ: existe un concepto un egoísta del amor que nunca entenderé (así de mal me va, supongo)
¿Quien dijo "no son buenos tiempos para los idealistas"?
Un besito (he leído esta entrada de un tirón, con los ojos como platos y casi sin respirar)
Tuve un profesor de química que nos demostró de modo irrefutable que el amor no es más que un proceso químico. Lo demás es mentira. Nos mostró varios documentales en los que se demostraba lo que decía. Lo corroboró con historias personales. Finalmente, recuerdo que nos habló de las anomalías. Parece ser que uno de cada cien casos registra variaciones de comportamiento.
Lo cierto es que a estas alturas aún no tengo ni idea sobre el asunto, ni creo que llegue a tenerla jamás.
Aquel profesor, de aire desencantado, vestía siempre la misma ropa, por lo que no se hace difícil adivinar que vivía solo. Tal vez trató de transmitirnos su amargura de modo científico. O no. Tal vez sólo quiso prevenirnos sobre lo que nos esperaba.
Todo cuanto hacemos, todo, desde peinarnos de determinado modo hasta el modo de cubrirnos con una manta si hace frío, está programado con un único fin: follar. El amor es otra cosa, de la que ni siquiera se conoce su existencia con certeza. Lo dijo Manuel Vicent. Creo que no se equivocó.
Una película Denis de Rougemont: "Amor y otras catástrofes"
Rosa, no me des ideas... ;) Perdonarnos a nosotros mismos es un acto necesario para mantener la cabeza en marcha, sí.
Capitán, seguro que se lee mejor al sur, junto al mar, que entre estos monstruos de cemento. Será eso!
Ababol, si escribes que te gustó mucho el corto y le das coba, te traigo aquí al realizador a saludarte, que no conoce este blog :) otro beso, otro.
Tamaruca, por supuesto: querer es dar. Lo que quería denunciar era precisamente toda esa confusión social, entre otras cosas. Creo. Pero espero que respiraras mientras leías, que era un tocho tremendo, eh,
Alex, un placer tenerte por aquí. La química lo es todo, pero dopamina y feromoma son términos que se prestan a rimas muy torpes; los poetas son más complejos a la hora de meternos gusanos en el cuerpo :)
Hace tiempo que tengo ganas de leer ese libro de Barnes...
Pues tenéis un aire parecido en las fotos la Barnes y tú, desconvencida :))
Es un libro que trata de profundizar en las motivaciones humanas, te gustará.
De acuerdo en todo lo leido, la pasión es el egoismo llevado a su grado extremo, y en cuando empieza a desaparecer, el interés por la otra persona se pierde a velocidad de vértigo.
¡Qué grande la pasión!, ¿alguién que me venda un poco??
Un beso
Cierto, No Surrender, es igualita a "mi" ;)
De acuerdo con su mini ensayo. Soberbio. Ahora también entiendo por qué todas las canciones son jodidamente de Amor!
Gracias
Hola soy Holden Bowie. Querido Nosurrender te felicito por haber planteado un tema tan apasionante como el concepto amor-pasión en la cultura occidental. Me gustaría hacer una serie de reflexiones:
1) A estas alturas de la película todos sabemos, excepto el cristianismo, que instinto sexual y amor son cosas distintas que a veces se unen y en muchas ocasiones no.
2) El concepto moderno de amor de la sociedad occidental no se creo para hacer más soportable o apuntalar la estructura familiar. La familia nace como una unidad económica de supervivencia y con está dimensión ha perdurado durante siglos. El amor en la familia era secundario hasta el siglo xix. Es decir la pareja, la familia, no necesitó del amor para existir hasta hace relativamente poco.
3) El concepto moderno de amor en occidente es una consecuencia más de la expansión de la libertad y el desarrollo económico que se produjo en el siglo xix . No es extraño que romanticismo, revolución industrialy revoluciones liberales ocurrieran de forma paralela. Desde ese siglo somos más libres para estar con quien queremos estar porque las condiciones materiales y las oportunidades economicas mejoran a partir del siglo xix.
4) Para mi el gran error de la cultura occidental desde el siglo xix es la idealización de la pasión y la creencia de que ésta es el estado supremo del amor. De tal forma que mucha gente confuden amor con pasión y llega a conclusiones tan estúpidas como pensar que cuando no hay pasión ya no hay amor.
5) La pasión es un estado transitorio con fundamentos bioquímicos conocidos que se mueve en el terreno de las expectativas, lo incierto, el misterio, lo desconocido, lo no logrado y lo novedoso. El amor puede ser maravilloso sin pasión porque hunde sus raíces en valores más sólidos y perennes.
6) Yo creo que occidente idealiza la pasión porque es una cultura que sublima el cambio, la novedad y el continuo proceso. Todo envejece muy rápido en occidente porque ansiamos lo nuevo, el panta rei de heráclito sobre el estatismo de Parménides. Esto no es bueno ni malo, es así. Preferimos el mar encrespado que la balsa de aceite y sin embargo deberíamos pensar en la belleza de ésta última. Consumimos personas como si fueran donuts. Somos occidentales y somos así, pero este concepto del amor unido a la farsante pasión tenemos que tener claro que es muy occidental.
El tema es apasionante pero no me quiero enrrollar más. Felicidades Nosurrender por tu Blog
Muchas gracias por tu comentario, Holden Bowie. Coincido exactamente y punto y por punto con todo lo que dices.
El post había quedado muy atrás y si te acabo de leer es por casualidad. Te agradezco que pases por aquí y te animo a que me comentes todo lo que quieras... pero si es en los últimos escritos habrá más posibilidades de que pueda leerte y no quiero perderme esa oportunidad :)
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