London, at a glance
El aislante taponamiento de oídos, que me acompaña desde el aeropuerto de Heathrow hasta el West End se hace más tolerable cuando el taxi atraviesa Fulham, donde unas espectaculares vidrieras isabelinas se han topado con el paso de los años con la moderna autopista, y se miran la una a la otras con respeto británico.
El sonido sordo del tráfico, que permanece ahogado en el cristal de la habitación de hotel, que huele siempre a la misma moqueta.
El recorrido por los 57 canales del televisor, comprobando que la alienación catódica es un valor universal perfectamente trasladable de un país a otro.
Despertar una hora después de no haber dormido nada y zambullirse en el silencioso atasco que navega junto al Thames hasta la City, donde esperan varias horas de trabajo disfrazadas de presentaciones encuadernadas.
Beber, completamente solo, una pinta de cerveza en el bar del hotel a la vuelta de la jornada de trabajo, ya sin corbata, mientras viene a buscarme la persona con la que voy a cenar. No se puede sentir uno más solo en ninguna parte del mundo como en el hall de un hotel para ejecutivos en cualquier capital de Europa.
La fascinación que me produce la memoria de GPS que tienen los taxistas londinenses, capaces de serpentear por tantas cortas, sinuosas, esquizofrénicas calles de la City o del West End sin dudar ni un segundo.
El olor de la lluvia mezclado con el del curry que escapa de los pubs a la hora de comer en Nothing Hill.
El paseo de vuelta por Bayswater, que me obliga a entrar en Hyde Park y saludar a Peter Pan, que me hace llegar tarde a la siguiente reunión.
La cara de tonto que se me pone cuando, estando solo en un pub escribiendo cosas como ésta, llega la cerveza negra a mis dominios personales. Digo “thank you” y me responden “de nada” en castellano. Entonces levanto los ojos y veo una camarera hermosa que me sonríe. Pienso en decir algo que me haga pasar por interesante y sólo me sale un sonido gutural que me hace pasar por imbécil, y decido volver a mi escritura.
La duda alelada, continental, que me entra cada vez que voy a cruzar una calle en la que los coches circulan en sentido inverso.
La sala business de Iberia en Heathrow, con doscientas personas mirando inanes hacia el cristal que da a las pistas, tan solo un grado más grises que el cielo en el que desparecen los aviones uno a uno, cada medio minuto. Uno a uno, cada medio minuto.
Recordar cuando venía a esta ciudad por motivos que no eran de trabajo. Y no había taxis, sino metros (“mind the gap”). No había City, sino Chiswick. No había 57 canales, sino charlas con amigos que aún lo eran. Y, desde luego, no le quepa duda al lector, hubiera conocido a esa camarera.
Una canción para Londres: Walking in the wild West End, de Dire Straits
Una película para Londres: Efecto Mariposa, de Fernando Colomo
Un libro para Londres: A - Z London, A - Z Map Company Ltd.
El sonido sordo del tráfico, que permanece ahogado en el cristal de la habitación de hotel, que huele siempre a la misma moqueta.
El recorrido por los 57 canales del televisor, comprobando que la alienación catódica es un valor universal perfectamente trasladable de un país a otro.
Despertar una hora después de no haber dormido nada y zambullirse en el silencioso atasco que navega junto al Thames hasta la City, donde esperan varias horas de trabajo disfrazadas de presentaciones encuadernadas.
Beber, completamente solo, una pinta de cerveza en el bar del hotel a la vuelta de la jornada de trabajo, ya sin corbata, mientras viene a buscarme la persona con la que voy a cenar. No se puede sentir uno más solo en ninguna parte del mundo como en el hall de un hotel para ejecutivos en cualquier capital de Europa.
La fascinación que me produce la memoria de GPS que tienen los taxistas londinenses, capaces de serpentear por tantas cortas, sinuosas, esquizofrénicas calles de la City o del West End sin dudar ni un segundo.
El olor de la lluvia mezclado con el del curry que escapa de los pubs a la hora de comer en Nothing Hill.
El paseo de vuelta por Bayswater, que me obliga a entrar en Hyde Park y saludar a Peter Pan, que me hace llegar tarde a la siguiente reunión.
La cara de tonto que se me pone cuando, estando solo en un pub escribiendo cosas como ésta, llega la cerveza negra a mis dominios personales. Digo “thank you” y me responden “de nada” en castellano. Entonces levanto los ojos y veo una camarera hermosa que me sonríe. Pienso en decir algo que me haga pasar por interesante y sólo me sale un sonido gutural que me hace pasar por imbécil, y decido volver a mi escritura.
La duda alelada, continental, que me entra cada vez que voy a cruzar una calle en la que los coches circulan en sentido inverso.
La sala business de Iberia en Heathrow, con doscientas personas mirando inanes hacia el cristal que da a las pistas, tan solo un grado más grises que el cielo en el que desparecen los aviones uno a uno, cada medio minuto. Uno a uno, cada medio minuto.
Recordar cuando venía a esta ciudad por motivos que no eran de trabajo. Y no había taxis, sino metros (“mind the gap”). No había City, sino Chiswick. No había 57 canales, sino charlas con amigos que aún lo eran. Y, desde luego, no le quepa duda al lector, hubiera conocido a esa camarera.
Una canción para Londres: Walking in the wild West End, de Dire Straits
Una película para Londres: Efecto Mariposa, de Fernando Colomo
Un libro para Londres: A - Z London, A - Z Map Company Ltd.
16 Comments:
¡Qué identificada me he sentido con la duda alelada continental!
¿Dire Straits? Una de mis canciones favoritas es Sultans of Swing 8-)
Buenas noches No Surrender...
Me gusta tu Londres. Hoy he hablado de viajes a Londres. Qué cosas.
Se me han levantado los pelillos de los brazos. Gracias.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Bendita desmemoria.
Me ha encantado tu escrito sobre Londres. Esa camarera...
Me he sentido muy identificado con esto:
Digo “thank you” y me responden “de nada” en castellano.
Aquí también me pasa. Por cierto, algún día tendré que confensarte que antes de venirme para acá estuve a punto de irme para Londres. Lo cambié todo en el último momento.
Consuela leer, que entre el gris londinense y el trabajo, tuvieras tiempo para saludar a la estatua de Peter Pan de Hyde Park :). Recuerdo un verano que pasé allí, lo mucho que nos costó encontrarla a mis amigos y a mi...
Dicen que no son las ciudades las que se hacen viejas y grises, sino nosotros. Pues mire: a veces lo dudo.
hay ciudades que se van amortajando lentamente a la espera de la próxima resurrección, y entre tanto se limitan a sus urbanas, interminables, lacónicas digestiones.
salud
Para mí fue una sorpresa porque aunque la había visto mil millones de veces en otras tantas películas, series, etc... nada como estar allí. Posee un encanto especial, una belleza tranquila.
Gracias por traérnosla.
(por cierto... ¿no necesitas que alguien te lleve las maletas?
Que ganas de conocer esa ciudad. Mi hermana estuvo estas navidades y me habló de maravilla de las librerías de anticaurio que había allí...
Ah extraño tanto!!! Esa bruma que permanece constante en las calles auqnue sea verano y el frío.... me hiciste recordar...
gracias por eso
besos
Una curiosidad, rey lagarto.
http://www.purplehousepress.com/sig.htm
Tamaruca, la canción que he puesto fue editada en el mismo disco que Sultans of Swing. Me gusta la letra, que habla de un paseo por el West End, que el barrio que más me gusta de la ciudad. Produce una sensación extraña ver a los coches hacer exactamente lo contrario de lo que esperas, a la que tardas muchos días en acostumbrarte.
K, te encantará Londres. Es una ciudad para paladear, muy literaria.
No, cualquier tiempo pasado no fue mejor. Por Dios, ¡anda que no tengo terribles tiempos felizmente pasados! Ya sabes que la memoria se transforma al ser contada. Pero bueno, hay tenía ganas de cierta melancolía.
Billywild, te aseguro que Londres es mucho más caro que NY. Eso sí, tiene más bares que Mannhattan y, por tanto, más posibilidades de encontrar camareras ;)
Desconvencida, tienes razón. No es fácil de encontrar, hay que saber hacia dónde ir. Pero yo procuro saludarle siempre que voy, tenemos mucho en común. Quien no lo conozca que pregunte por él si tiene la oportunidad de ir. Merece la pena.
Amigo Javier (¡señores lectores, todo un premio literario nos visita!) Yo creo que Londres murió a finales de los sesenta, auque hay “urba-pólogos” que lo prolongan hasta la llegada de la señora Thatcher a Dowing St en 1979.
Hay rumores que aseguran que el British Musseum (el museo de arqueología) va a ampliarse hasta abarcar toda la ciudad ;)
Sintagma, manda tu currículo a mis jefes a ver qué se puede hacer ;) Sólo estando allí se huele la ciudad ¿verdad?
Detective, Londres es una ciudad donde se aprecia lo antiguo de una manera especial. Hay calles enteras donde estos libreros y anticuarios “compiten” en elegancia y buen gusto, como Portobello St. Es una maravilla pasear por allí.
Sí, Sandra. Es tan extraño el sol que cuando sale por alguna circunstancia accidental, la gente se vuelve rara, literalmente drogada por los rayos de luz. Salen al parque con sonrisa boba, se cogen de la mano, se paran en las esquinas... es tremendo para los que vivimos más al sur.
Tom Joad, vaya visita más noble. De recuerdos al señor Steinbeck y ¡siga siendo así! Gracias por el regalo; las firmas dicen mucho de las personas. Les estudiaremos ;)
Excelentísima foto.
Y me encantó de lo "respeto británico".
Una prosa exquisita, sin desperdicio.
Gracias por el viaje. ¿Te has pasado alguna vez por el 84 de Charing Cross Road? Seguro que conoces la novela (la peli también es buena, pero el libro es sencillamente impresionante).
Besos melancólicos
Gracias por el viaje. ¿Te has pasado alguna vez por el 84 de Charing Cross Road? Seguro que conoces la novela (la peli también es buena, pero el libro es sencillamente impresionante).
Besos melancólicos
"El olor de la lluvia mezclado con el del curry"... Dan ganas de salir a esa lluvia :)
Estoy segura de que a esa camarera le resultó encantador ese sonido gutural tuyo :P
Espero poder ir algún día a visitar la ciudad de Peter Pan ;)
Hermosa canción, sin duda.
Genial la anécdota sobre el sol de Londres :)
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