Cobain
Kurt Cobain nació en Aberdeen en 1967, un pequeño suburbio cerca de Seattle, en el estado de Washington. Hoy tendría treinta y nueve años.
Fue el hijo no deseado de una madre alcohólica abandonada. Su infancia, enfermiza, se perdió bajo los puentes húmedos de las autopistas de Seattle, donde aprendió a odiarse a sí mismo.
Escribía poesías sobre muerte y dolor desde la edad de siete años. Nunca fue feliz.
Un día, su tía Mary le regaló una vieja guitarra para zurdos con la que el niño aprendió a comunicar su frustración. A sentir en sus manos la vibración de unas notas con las que podía expresar su horror. Luego vinieron los amigos, las melenas sucias, la heroína y los pequeños locales de Seattle, donde una juventud tan nihilista como él devoraba el ruido atronador que por unas horas rompía el tiempo que les arrastraba por una vida que no buscaban.
Kurt nos daba furia. Ofrecía soledad y desconsuelo. “Jesús nunca me quiso” “Me odio a mí mismo y quiero matarme” “¿Dónde estuviste anoche que tanto te necesitaba?” "No sé dónde voy, no lo sé. Sólo sé que aquí no puedo estar"
El desgarro de su voz atormentada se clavaba en muchos corazones mientras otros huían escandalizados. Nadie podía elegir. O sentían el hachazo en lo más profundo de sus entrañas o lo despreciaban sin más. Era auténtico, brutal, desnudo. No se podía ser indiferente a él cuando se le veía en un escenario. Sus melodías eran angustiosas, llenas de tristeza. Con un toque infantil incluso, roto por la acidez salvaje de una guitarra distorsionada y un timbre de voz quebrada que jugaba a la locura, siempre en el borde febril. Rezaba y suplicaba “quiero ser feliz y no puedo” en cada fraseo.
Kurt cantaba como si la vida fuese a acabar en cada nota, en ese mismo instante. Cada canción que interpretaba era la última oportunidad que tenía de rugir antes de caer muerto. Su voz salía como un trueno directamente de sus tripas. Gritaba, desafinaba, sufría el dolor de la vida cada segundo. Un talento desmedido unido a una personalidad angustiosa y depresiva. Algo agotador para él.
En 1991 escribió el álbum –para mí- más importante de toda la década de los noventa, Nevermind, del que vendió más de diez millones de ejemplares. Una manera de tocar y de cantar que no se había visto nunca hasta entonces. Con variaciones de ritmo e intensidad desconocidas, mezclando tonalidades menores y mayores sin aparente criterio y arropadas por unas letras tan negras como sencillas. No nos dejaba alternativa: odiarlo o amarlo. O no lo entendías o lo entendías. Y si lo entendías, amigo, te empezabas a preocupar.
Angustia, tristeza, desconsuelo, furia, horror, desesperanza, soledad. Música.
A Kurt lo encontraron el ocho de abril de 1994 en su casa con un disparo que le reventó la cabeza y una nota a sus pies que decía que ya no podía sentir la música como antes, que no podía engañar a su público, que es mejor quemarse que apagarse lentamente y que besos para su pequeña hijita de dos años.
Cuando escuches a Kurt tocar en alguna de sus grabaciones, te podrá gustar o no, lector. Pero no dejes de pensar que te está dando todo en su actuación.
Hasta su vida, literalmente.
Una película para un alma atormentada: El cazador, de Michael Cimino.
Un libro para un alma atormentada: La Náusea, de Jean Paul Sartre.
Una canción para un alma atormentada: Come as you are, de Nirvana.
Fue el hijo no deseado de una madre alcohólica abandonada. Su infancia, enfermiza, se perdió bajo los puentes húmedos de las autopistas de Seattle, donde aprendió a odiarse a sí mismo.
Escribía poesías sobre muerte y dolor desde la edad de siete años. Nunca fue feliz.
Un día, su tía Mary le regaló una vieja guitarra para zurdos con la que el niño aprendió a comunicar su frustración. A sentir en sus manos la vibración de unas notas con las que podía expresar su horror. Luego vinieron los amigos, las melenas sucias, la heroína y los pequeños locales de Seattle, donde una juventud tan nihilista como él devoraba el ruido atronador que por unas horas rompía el tiempo que les arrastraba por una vida que no buscaban.
Kurt nos daba furia. Ofrecía soledad y desconsuelo. “Jesús nunca me quiso” “Me odio a mí mismo y quiero matarme” “¿Dónde estuviste anoche que tanto te necesitaba?” "No sé dónde voy, no lo sé. Sólo sé que aquí no puedo estar"
El desgarro de su voz atormentada se clavaba en muchos corazones mientras otros huían escandalizados. Nadie podía elegir. O sentían el hachazo en lo más profundo de sus entrañas o lo despreciaban sin más. Era auténtico, brutal, desnudo. No se podía ser indiferente a él cuando se le veía en un escenario. Sus melodías eran angustiosas, llenas de tristeza. Con un toque infantil incluso, roto por la acidez salvaje de una guitarra distorsionada y un timbre de voz quebrada que jugaba a la locura, siempre en el borde febril. Rezaba y suplicaba “quiero ser feliz y no puedo” en cada fraseo.
Kurt cantaba como si la vida fuese a acabar en cada nota, en ese mismo instante. Cada canción que interpretaba era la última oportunidad que tenía de rugir antes de caer muerto. Su voz salía como un trueno directamente de sus tripas. Gritaba, desafinaba, sufría el dolor de la vida cada segundo. Un talento desmedido unido a una personalidad angustiosa y depresiva. Algo agotador para él.
En 1991 escribió el álbum –para mí- más importante de toda la década de los noventa, Nevermind, del que vendió más de diez millones de ejemplares. Una manera de tocar y de cantar que no se había visto nunca hasta entonces. Con variaciones de ritmo e intensidad desconocidas, mezclando tonalidades menores y mayores sin aparente criterio y arropadas por unas letras tan negras como sencillas. No nos dejaba alternativa: odiarlo o amarlo. O no lo entendías o lo entendías. Y si lo entendías, amigo, te empezabas a preocupar.
Angustia, tristeza, desconsuelo, furia, horror, desesperanza, soledad. Música.
A Kurt lo encontraron el ocho de abril de 1994 en su casa con un disparo que le reventó la cabeza y una nota a sus pies que decía que ya no podía sentir la música como antes, que no podía engañar a su público, que es mejor quemarse que apagarse lentamente y que besos para su pequeña hijita de dos años.
Cuando escuches a Kurt tocar en alguna de sus grabaciones, te podrá gustar o no, lector. Pero no dejes de pensar que te está dando todo en su actuación.
Hasta su vida, literalmente.
Una película para un alma atormentada: El cazador, de Michael Cimino.
Un libro para un alma atormentada: La Náusea, de Jean Paul Sartre.
Una canción para un alma atormentada: Come as you are, de Nirvana.
17 Comments:
"Rape me" y "Smells like teen spirit" son mis favoritas, no me preguntes porqué.
Empiezo a pensar que es más que probable que coincidamos en algún concierto, prometo llevar una de crema para tí.
;)
Me engancha mucho Sartre, tampoco me preguntes porqué :S
¿Sabes?, sólo a él consentiría versionear a Bowie, un brindis por su "The man who sold the world", aunque parezca calcado... pero creo que es así como se debe hacer una versión, casicasi... mejorándola...
Maravilloso el Unplugged in NY ... aunque Kurt se arrepientese de él
Nirvana y Cobain me traen muchos recuerdos de mi adolescencia... A los 17 años pasé un verano en Seattle,pero Cobain había fallecido el año anterior...
su unplugged uin NY es el mejor disco de los 90!!! inolvidable!
Qué bien lo contás.
Mi hermana me obliga a escuchar a Nirvana, y me gusta más de lo que alguna vez pensé. Aunque llega un punto en que me desespera... es como decís.
casi todos nuestros monstruos están en la infancia...
¿Sería lo mismo decir... no todos los monstruos están en la infancia?, si es así... de acuerdo, él no vivió, quizá, lo suficiente como para seguir coleccionando monstruos, o no le cabían más, vaya usted a saber...
Lo que sí es cierto es que la tragedia, el drama, será por su intensidad, tienen mucho atractivo porque es como confirmar lo que todos sabemos.
Son dos canciones de una fuerza emocional terrible, tamaruca. Sartre es quizás igual de insatisfecho que Kurt Cobain, aunque sus aficiones eran mucho más sanas ;)
Me encanta esa versión de The Man who sold the World, una mujer. En realidad me encanta todo el Unplugged,. Está grabado con una afinación en un semitono más bajo, de manera que las notas “enteras” pasan a ser bemoles y viceversa. Eso da un aire mucho más dramático a todos los temas.
Me encantaría visitar Seattle, desconvencida. Algo flota allí que tiene ser muy especial. Además, fue en sus bosques donde se grabó Doctor en Alaska, uno de mis mundos favoritos.
Atenea, es el disco que más escucho de la banda, sin duda. Pero muy pocos temas son originales allí. Por eso creo que desde el punto de vista creativo es más relevante Nevermind. En cualquier caso, la magia está servida.
Eso es arcángel: Desespera. Pero nos desespera porque lo sentimos más dentro de lo que pensamos antes de abrirnos a él. Y eso es lo terrible, el espejo del dolor. O, como dice una mujer , “el atractivo es confirmar lo que todos sabemos”
Sintagma y una mujer. ¡¡Bien!! Polémica :)
Yo creo que acumulamos fantasmas durante toda la vida, pero que ninguno es tan grande y temible como cuando somos niños. Esos sí que dan miedo.
Algún día leí su biografía... gran músico, gran pérdida...
besos
"... es mejor quemarse que apagarse lentamente". Lo comparto. Hace falta valor para eso, eh.
:)
Has dado de lleno. Nunca entendí eso de que Nirvana pasó de moda.
Creo que no estoy de acuerdo contigo en varias cosas. El matrimonio de los padres de Kurt fue el tipico matrimonio de pareja joven y feliz hasta que dejó de serlo. Kurt fue feliz hasta aproximadamente los 7-9 años y prueba de ello es que el matrimonio Cobain además de Kurt, tuvo otro hijo, (la hermana de kurt, siempre esconcida porque no le interesa la prensa) hasta el divorcio de sus padres. En ese momento es cuando de verdad empieza el calvario porque Kurt no se lleva bien con el novio de su madre (le pega a ella) y su viejo está viviendo con una mujer y los hijos de ésta en una caravana(el siente que sobra y que su padre ya tiene una familia) por lo tanto empieza a dormir fuera de casa en coches, en casas de amigos y en cualquier lugar menos su casa. Ahi comienza todo. No creo que Kurt fuera una persona depresiva profunda, él como tanto otros en epocas juveniles sentía rabia, rabia por todo, pero las afirmaciones de morir eran solo eso, afirmaciones que no pasaban mas allá. Realmente esas afirmaciones pasaron a mayores cuando ya tuvo un problema y una responsabilidad millonaria en dólares justo despues de perder el control. Es normal ser depresivo en Seattle porque es una ciudad realmente depresiva en todo sentido, sobretodo cuando hace frio y no hay nada para hacer en la calle, pero creo que la idea de la vida de kurt está extremadamente ultra-depresivizada. Yo soy la primera en admitir que he sentido la misma rabia que pudo sentir kurt cuanod escribía esas letras y a veces realmente dan ganas de morirse ene ste mundo de mierda, pero no por eso significa que vayas a pegarte un tiro al día siguiente. Cuando eres yonki, eso se convierte en una realidad.
Un saludo, Billy. me alegro de verte por aquí y de compartir emociones musicales.
Mandarina, no estoy seguro de eso. Cuando se trata de alguien que conoces y que amas, es mejor pervivir y ser menos genial. Otra cosa es alguien de quien sólo conoces su "producción", y no su calor humano. A veces la mitología nos confunde :)
Me parece muy interesante todo lo que cuentas, Lost in Translation. No prentendía indagar en lorígenes genéticos o adquiridos de Kurt, sino en el hecho mismo de que es capaz de absorver y reflejar en el espejo de su arte un horror vital del que de alguna manera casi todos los seres humanos participamos. Eso sí, con más mecanismos de autodefensa. Gracias por venir.
coincido con tu elección de Come as you are, es demoledera y harto representativa de la producción de Cobain.
y agregaría una nimiedad a tu post: creo que la potencia de la música de Cobain es definitivamente su formato tradicional de canción rock: breve, sintética, intensa, con sus estratégicas repeticiones de estribillos y coros, operando como un taladro.
(aparte: qué buen blog, es un placer leerte)
ESTREMECEDOR...
(...)
... sólo SILENCIO.
Cobain pasó bastante desapercibido para mí. Tal vez porque mi subconsciente rechazaba algo que intuía sumamente deprimente.
Después de lo que nos has contado tengo ganas de sentir su música. Creo que ahora si estoy en vena para escucharle, y comprenderle.
También se que probablemente será un hola y un adiós. Me temo que soy demasiado empática, y no deseo morir "electrocutada" mientras plancho la ropa. Elegiré el momento adecuado para rendirle mi pequeñísimo y muy humilde homenaje, escuchándole.
Que absurdo que nos podamos encontrar tan solos, entre tanta gente... Lo siento tanto, Kurt.
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