A salvo
El inspector Lagarto trataba de explicar a Elvira la delicada situación que le había llevado hasta su coqueto apartamento en el centro de la ciudad. Ella, joven fiscal con una carrera prometedora, con quien ya había trabajado en numerosos casos, le escuchaba con una expresión de pánico en su rostro.
Desde hacía poco más de un mes se habían cometido una serie de crímenes macabros, obra sin duda alguna de un perturbado extremadamente violento. El asesino había degollado y descuartizado a cuatro personas, todas familiares de Elvira en mayor o menor grado. Como detalle escabroso, el psicópata se había llevado la cabeza seccionada de todas sus víctimas, a modo de trofeo. Esta amputación había retrasado la identificación de los cuerpos, lo que hizo que la policía perdiera un tiempo precioso en conectar estos horribles crímenes entre sí.
Lagarto trataba de calmar a la bella abogada: todo apuntaba a una venganza personal por parte de alguien a quien ella misma habría colocado entre rejas y pronto tendrían las pruebas de ADN que identificarían al culpable.
El inspector, confundido a partes iguales por la sensual mirada de Elvira y el movimiento de sus piernas al cruzarse, trataba de encontrar suaves palabras que la calmaran. Él estaba allí para protegerla.
Se acercó a Elvira y acarició su fría mano mientras la convencía de que lo mejor que podía hacer era esconderse durante unos días, fuera de la ciudad, hasta que la policía hubiera dado con el psicópata.
- Ya conoces a mi hermana, Elvira, erais tan amigas... ahora tiene una casita perdida en las montañas, con techos altos de madera y chimenea. Apenas hay cobertura telefónica allí. Te encantará. Estarás segura durante un tiempo, hasta que todo acabe. Ya he hablado con mi hermana y está encantada de que pases allí estos días con ella y sus dos niños. Yo mismo iré a buscarte cuando esta pesadilla haya terminado. Mientras, me quedaré aquí y cuidaré de tu casa. Si aparece ese loco sabré cómo tratarle – dijo el inspector Lagarto mientras daba palmadas sobre la culata de la pistola que asomaba bajo su americana.
Elvira le miraba asustada, como ida, con los ojos muy abiertos y gelatinosos. Volvió a cruzar las piernas y asió también la mano que aún quedaba libre del inspector. Sonrió abiertamente y dijo:
- Me encantará ver a tu hermana otra vez, Lagarto. Estoy deseando volver a hablar con ella. No nos vemos desde que se casó con Andrés; ya sabes que él y yo fuimos novios un tiempo y ... ¡tengo tantas cosas que aclarar con ella!
El inspector Lagarto hizo un gesto al subinspector que le acompañaba y éste le confirmó que el coche que habían dispuesto para ella estaba ya esperando en la puerta con el motor en marcha.
Elvira se levantó recuperando el color en el rostro, besó con fuerza las dos mejillas de Lagarto, muy cerca de la comisura de sus labios. Se despidió de él y subió al coche rumbo a aquellas montañas perdidas.
Lagarto se quedó solo en la casa. Preparó la pistola y la placa por si se presentaba el misterioso perturbado. Se aseguró de que sus hombres vigilaban las cuatro esquinas del edificio, de que las cámaras de video disimuladas en el rellano de la escalera funcionaban, y de que el teléfono estaba intervenido desde la comisaría. Paseó por las alfombras del lujoso apartamento, miró las fotografías familiares, tocó la ropa sedosa que Elvira guardaba en el armario, olió sus sábanas y se tumbó en la cama. Encendió el televisor y se quedó dormido. Horas después, ya de madrugada, despertó. Miró el reloj; Elvira ya habría cenado con su hermana y sus sobrinos, habrían hablado y seguramente ya llevaría unas horas dormida. Se incorporó y volvió a cambiar de canal. Sintió sed y se levantó. Fue a oscuras hasta la cocina y abrió la nevera. Allí dentro, en cada uno de los cuatro estantes había una cabeza humana cortada. Una por cada una de las víctimas que investigaba su comisaría.
Una película para Elvira: Tesis, de Alejandro Amenábar
Un libro para Elvira: Fantasmas, de Chuck Palahniuk
Una canción para Elvira: Scary Monsters, de David Bowie
Desde hacía poco más de un mes se habían cometido una serie de crímenes macabros, obra sin duda alguna de un perturbado extremadamente violento. El asesino había degollado y descuartizado a cuatro personas, todas familiares de Elvira en mayor o menor grado. Como detalle escabroso, el psicópata se había llevado la cabeza seccionada de todas sus víctimas, a modo de trofeo. Esta amputación había retrasado la identificación de los cuerpos, lo que hizo que la policía perdiera un tiempo precioso en conectar estos horribles crímenes entre sí.
Lagarto trataba de calmar a la bella abogada: todo apuntaba a una venganza personal por parte de alguien a quien ella misma habría colocado entre rejas y pronto tendrían las pruebas de ADN que identificarían al culpable.
El inspector, confundido a partes iguales por la sensual mirada de Elvira y el movimiento de sus piernas al cruzarse, trataba de encontrar suaves palabras que la calmaran. Él estaba allí para protegerla.
Se acercó a Elvira y acarició su fría mano mientras la convencía de que lo mejor que podía hacer era esconderse durante unos días, fuera de la ciudad, hasta que la policía hubiera dado con el psicópata.
- Ya conoces a mi hermana, Elvira, erais tan amigas... ahora tiene una casita perdida en las montañas, con techos altos de madera y chimenea. Apenas hay cobertura telefónica allí. Te encantará. Estarás segura durante un tiempo, hasta que todo acabe. Ya he hablado con mi hermana y está encantada de que pases allí estos días con ella y sus dos niños. Yo mismo iré a buscarte cuando esta pesadilla haya terminado. Mientras, me quedaré aquí y cuidaré de tu casa. Si aparece ese loco sabré cómo tratarle – dijo el inspector Lagarto mientras daba palmadas sobre la culata de la pistola que asomaba bajo su americana.
Elvira le miraba asustada, como ida, con los ojos muy abiertos y gelatinosos. Volvió a cruzar las piernas y asió también la mano que aún quedaba libre del inspector. Sonrió abiertamente y dijo:
- Me encantará ver a tu hermana otra vez, Lagarto. Estoy deseando volver a hablar con ella. No nos vemos desde que se casó con Andrés; ya sabes que él y yo fuimos novios un tiempo y ... ¡tengo tantas cosas que aclarar con ella!
El inspector Lagarto hizo un gesto al subinspector que le acompañaba y éste le confirmó que el coche que habían dispuesto para ella estaba ya esperando en la puerta con el motor en marcha.
Elvira se levantó recuperando el color en el rostro, besó con fuerza las dos mejillas de Lagarto, muy cerca de la comisura de sus labios. Se despidió de él y subió al coche rumbo a aquellas montañas perdidas.
Lagarto se quedó solo en la casa. Preparó la pistola y la placa por si se presentaba el misterioso perturbado. Se aseguró de que sus hombres vigilaban las cuatro esquinas del edificio, de que las cámaras de video disimuladas en el rellano de la escalera funcionaban, y de que el teléfono estaba intervenido desde la comisaría. Paseó por las alfombras del lujoso apartamento, miró las fotografías familiares, tocó la ropa sedosa que Elvira guardaba en el armario, olió sus sábanas y se tumbó en la cama. Encendió el televisor y se quedó dormido. Horas después, ya de madrugada, despertó. Miró el reloj; Elvira ya habría cenado con su hermana y sus sobrinos, habrían hablado y seguramente ya llevaría unas horas dormida. Se incorporó y volvió a cambiar de canal. Sintió sed y se levantó. Fue a oscuras hasta la cocina y abrió la nevera. Allí dentro, en cada uno de los cuatro estantes había una cabeza humana cortada. Una por cada una de las víctimas que investigaba su comisaría.
Una película para Elvira: Tesis, de Alejandro Amenábar
Un libro para Elvira: Fantasmas, de Chuck Palahniuk
Una canción para Elvira: Scary Monsters, de David Bowie
20 Comments:
Buena historia, aunque no he podido evitar reirme en la descripcion de la casita en las montañas... es que me recordo una pieza de Les Luthiers que acaba la descripcion con la lapidaria "No parece un picadero"... enfermo mental que es uno...
un relato para perder la cabeza... y quedarse he-la-do
;)
Lo conseguiste, nos has engañado. Al menos a mí. Enhorabuena...
Ah, narrador…les luthiers. Lo que me reído siempre con ellos. Podría haber puesto como canción el himno de “la Comisión”, quizás :)
Z, si quieres algo frío no tienes más que abrir la nevera. Sírvete tú misma...
Mandarina, no engaño en ningún momento; has sido tú la que has querido engañarte a ti misma. Si lo vuelves a leer, lo verás ;)
Buena historia y muy bien contada, sorprendente final. Casi siempre en esta vida las cosas no son tal y como las imaginamos y la personas menos aún.
Amo los policiales... ¿me dejás jactarme un poquito de haberlo adivinado? Es que Dolina dice "Dios guarde a los muchachos tristes de las mujeres hermosas", y yo uní ideas... :)
Tesis, de Amenábar, es una de mis películas favoritas.
Pues a mi si me has sorprendido, estupendo relato.
Tengo que desayunar pero...no sé si debo abrir la nevera...
:)
Qué psicópata tan temeraria! jajaja... me ha gustado el relato, realmente inquietante.
Bueno, este post no pasará precisamente a los anales de la literatura, pero creo que muestra cómo la percepción de un hecho (quién puede ser un psicópata asesino) queda marcada por las impresiones subjetivas del punto de vista (lagarto en este caso) que se motivan en aspectos ajenos (la belleza de Elvira), cuando el texto realmente da todas las pistas (la expresión facial de ella, los sudores, la actitud ida, ¡hasta la motivación del crimen!)
Me gusta Tesis, de Amenábar, porque hace esto de manera implacable: hace que parte del público se ponga del lado de Bosco sólo porque es más guapo, cuando todas las claves están ahí ¿no os parece?
Gubia, tienes razón: las personas son en sí mucho más complejas de lo que muestra la ventana tamizada por la que nos dejan verles.
Ay, arcángel, chica lista y ducha en estos truquillos ¿eh? ;) Tesis es una gran película. Tengo ganas de hablar de Alejandro un día por aquí. Hace muchos años bebíamos en el mismo bar casi cada día.
Durrell, qué agradable sorpresa. Siempre puedes tele-pedir algo ;)
Desconvencida, espero que el hecho de que Elvira fuera abogada no te lo tomes como algo personal ;)
No creas que no lo había pensado :P
"Me encantan los finales felices".
(Hanibal Lecter, dixit)
Vale, sí, tienes razón. Pero admite que tú pretendías que me engañara a mí misma. :P
Yo soy un bicho raro y entre Fele Martínez y Eduardo Noriega elijo a Fele Martínez (el otro día fui a ver una con Jude Law y Jack Black y salí del cine enamorada de Jack Black).
Amenábar es inmenso.
me lo temía, Desconvencida, que no, que noooo :)
Adémás, con tu elegancia y saber hacer, seguro que lo habrías envuelto todo en papel de aluminio, o algo así ;)
Sintagma, otra de mis películas favoritas. Algún día hablaremos de mi querido dr lecter :)
mandarina, eso es :) era sólo un juego. A veces es divertido
Arcangel, después de que Fele contara la historia del sapo y la princesa mchos nos quedamos de piedra delante de la pantalla. No podía ser el malo :)
ah, y perdón por el spoiler si es que aún queda algún alma incauta que no haya visto la peli.
Eres el perfecto fingidor.
Oiga lagarto, estará conmigo en que Amenábar después de Tesis abandonó su cuerpo y fue poseído por un blando comerciante holandés de quesos gouda, algo borracho y bastante sonrosado, que le metió unos cuantos pajarracos en la cabeza sobre cine, estrellas y promoción cansina hasta la saciedad... o no lo estará, quizá no lo esté.
¿Para cuándo su regreso al tintero?
lo tomaré como un cumplido, detective ;)
vanbadel, a partir de Tesis tuvo más medios de producción, para bien y para mal. En cualquier caso creo que es uno de los españoles con mayor sentido de la comunicación cinematográfica en la historia de nuestro reciente cine.
Volveré por el Tintero pronto, sí. Es cuestón de etapas, supongo, miestrioso/a vanbadel :)
genial historia!
volveré a tu blog,me gusta mucho
Vaya, vaya, vaya... Esta vez no me lo esperaba.
Besos Inspector Lagarto.
Serie negra
... magnífico!
Relato.
Cosntrucción exacta.
Sigue...
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