lunes, febrero 04, 2013

El mapa y el territorio


Un mapa no es lo mismo que un territorio. El territorio es la realidad, pero el mapa sólo nos muestra aquellas partes de la realidad que nos interesan, representadas de la manera más esquemática posible y con la finalidad de comprender lo que nos interesa conocer de ese territorio. El mapa es lo que nosotros queremos/podemos interpretar del territorio. Es sólo una manera de interpretar la realidad con una finalidad preconcebida, porque no podemos abarcar la realidad en sí, que queda siempre ajena a nosotros.

Nos ha pasado a todos. Vamos paseando por un sendero con el mapa en la mano. Ahora, a la derecha, tiene que haber una vereda que nos lleve hasta el lago. Y de pronto no lo hay. Nos hemos equivocado, pensamos. Volvemos a repasar el plano. Este castillo no debería estar aquí, nos decimos. Miramos las líneas que marca el mapa; rojas, amarillas, verdes. Miramos la realidad y buscamos en ella las líneas rojas, amarillas, verdes. El plano no puede estar mal, nos decimos, el fallo está en la realidad. Rechazamos la realidad porque no podemos cambiar el mapa, que es lo que crea nuestros conceptos.

Y resulta que nos movemos en nuestra vida con mapas, no con territorios. Simplemente, no percibimos aquello que no está preconcebido que percibamos de la realidad. Nuestra representación del mundo no es el mundo, sino sólo nuestra representación subjetiva del mismo. Y es esta representación y no el mundo lo que nos dice qué es el éxito y cuáles son nuestros límites. Pero, ¿y si nuestro mapa no es igual que el de nuestro vecino, aunque compartamos el mismo territorio? De alguna manera, estamos condenados a la incomunicación con la realidad y con los vecinos.

El mapa y el territorio es una gran novela de Michel Houellebecq, el maldito, que trata del arte, del amor, de la eutanasia, de la dignidad, del aislamiento, de las obsesiones, del dinero, de las relaciones filiales, de la crueldad, del futuro perdido de Europa, del asesinato, de Wikipedia y de los efectos de los embutidos en la acumulación de grasas estomacales. Bueno, en realidad no trata de estos temas, sino que trata de los mapas que los protagonistas -Jed Martin y el propio Houellebecq- se van haciendo sobre estos temas y que vamos conociendo a través una brutal penetración psicológica sobre ellos.


"-¿Qué es lo que define a un hombre? ¿Cuál es la primera pregunta que se le hace a un hombre cuando quieres informarte de su estado? En algunas sociedades le preguntan primero si está casado, si tiene hijos; en las nuestras, se le pregunta en primer lugar su profesión. Lo que define ante todo al hombre occidental es el puesto que ocupa en el proceso de producción, y no su estatuto de reproductor (…) También nosotros somos productos –continuó Houellebecq – productos culturales. Nosotros también llegaremos a la obsolescencia. El funcionamiento del mecanismo es idéntico, con la salvedad de que no existe, en general, mejora técnica o funcional evidente. Sólo subsiste la exigencia de novedad en estado puro.”

(El mapa y el territorio, Michel Houllebecq)


Quizás el arte sea el único sitio en el que podemos hacer coincidir el mapa con el territorio, ¿no crees?




Una canción para Michel Houellebecq: Holes, de Passenger

Un libro para Michel Houellebecq: El hacedor, de Jorge Luis Borges

Una película para Michel Houellebecq: Life lessons, de Martin Scorsese




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14 Comments:

Blogger Carmen J. dijo...

Magnífica novela. De un magnífico novelista. Buen post.

febrero 04, 2013 8:56 p. m.  
Blogger O SuSo dijo...

Es cierto que el alcance de nuestra mente, enseñada, castrada, amoldada es limitado, como es cierto que construimos una realidad o mapa mental en el que encajamos y hacemos encajar.

La pregunta (que me hago) es si podemos observar algo fuera de esa mente limitada?

Momentos de no mente (para mi):
-Creación artística.
-Orgasmo.
-Meditación.
-Consumo de estupefacientes.
-Experiencias cercanas a la muerte.


Así que tal vez, sólo tal vez podamos sacarnos del mapa y acercarnos al territorio, aquí y ahora.

Excelente entrada Dr Lagarto.

Salud y saludos!

febrero 05, 2013 11:00 a. m.  
Anonymous End of the line dijo...

Y esa obsolescencia cada vez se produce antes, dado el vértigo de las novedades y la incapacidad de incorporarlas al producto.
Pensé que Sara estaba en la BSO de esa parte de Historias de Nueva York, pero no: la tienes de música de fondo. Lo suficientemente baja de volumen para que tardara en darme cuenta. Una vez captada, (me) desconcentra en la relectura del texto.
Un nuevo amor no produce una mejora técnica cultural evidente?
Picasso o Leonardo son buenos ejemplos de lo que afirma Michel Houllebecq.
A mi entender,la mayoría de los cantautores tienen su época más inspirada y productiva en su juventud o al principio de la edad madura. Después se repiten o van camino abajo. Con excepciones, claro.
Las autopistas y carreteras de la red vial de mi mapa se han borrado. Sólo quedan los últimos tramos de una vereda. Aquí, a la izquierda, figura el blog de NoSurrender. Me detengo a descansar un rato.
"You gimme a map and a key to your door, but you must forgive me my unworthiness".






febrero 05, 2013 4:39 p. m.  
Blogger Mrs. Nancy Botwin dijo...

La Antropología cognitiva lleva años tratando de ofrecer una respuesta coherente a todo este asunto. Le recomiendo que busque la definición del concepto "mazeway" acuñado por Wallace en 1972. Y de paso, si no tiene entre manos algo de más enjundia, que lea la pág. 93 del libro "La vida como cultura: aproximación antropológica". Lo encontrará en la red. Tal vez así pueda responder a la cuestión final que usted mismo plantea.

También debe saber que yo me dormía en las clases de este señor. Me daba alas para hacer de mi silla territorio de siesta y de mis apuntes garabateados mapa- laberinto de sueños. No obstante, con todo, algo quedó.

Besos sin rumbo preestablecido.

febrero 06, 2013 10:22 a. m.  
Blogger Lhurgoyf dijo...

En el arte es aun más complejo hacer coincidir los mapas, por que uno muchas veces crea algo con cierta intención y el receptor del arte interpreta otra cosa, uno puede pintar un cuadro pensando en el odio y el receptor ver algún otro sentimiento o percibir otras cosas, igual con la música, es más abstracta aun y otros tantos más.
Hace no mucho en clases y cursos sobre psicología que he tomado recuerdo haber visto un tema de esto, donde se hablaba que el ser humano no se encuentra en contacto con la naturaleza, sino con el esquema preconstruido de la misma. y así es como nosotros al ver una mesa, vemos el esquema, madera, cuadro, cuatro patas, comer, etc. y no la naturaleza de la misma porque en nuestra concepción del pensamiento no existe.

febrero 08, 2013 3:44 a. m.  
Blogger Marga dijo...

Debe ser por eso que en ocasiones al contemplar algunas obras, sobre todo del arte más actual y banal, me siento engañada. No existe territorio bajo ellas, sólo el mapa... algo así.

Besos iconoclastas

febrero 08, 2013 3:59 p. m.  
Blogger Antígona dijo...

Siempre me ha encantado esta metáfora del mapa y el territorio, con la que ya me he cruzado unas cuantas veces y en diferentes contextos, aunque en todas las ocasiones en un sentido similar. Me imagino que porque ilustra muy bien tantos y tantos de los fallos que constantemente cometemos a la hora de enfrentarnos con la realidad según una serie de conceptos e ideas preconcebidas que, por diferentes motivos, nunca terminan de encajar con ella. Como los mapas nos permiten orientarnos en la realidad y se revelan en general funcionales, nos dan seguridad. Sin ellos nos sentiríamos desvalidos y atemorizados con respecto a una realidad que siempre nos desborda y a menudo excede nuestra capacidad de reacción ante ella. Pero, claro, supongo que ahí se encuentra la razón por la que tantas veces, cuando la realidad entra en contradicción con nuestros mapas, preferimos aferrarnos a éstos y a su presunta verdad y negamos la realidad. Y no es extraño que entonces nos choquemos de bruces con ella. Y es que por más que neguemos la realidad del castillo que no aparece en nuestro mapa, el castillo no va a desaparecer como por arte de magia. De suerte que si nos empeñamos en seguir caminando en su dirección, el resultado certero será un buen coscorrón o incluso algo peor.

Más allá, sin embargo, de esta visión funcional de los mapas en relación con el territorio, la metáfora plantea el problema más metafísico que usted mismo apunta: si esos mapas que utilizamos para representarnos la realidad algo nos revelan acerca de ella o, por el contrario, sólo nos hablan de nosotros mismos y de nuestra imposibilidad de aprehenderla. A este respecto, Nietzsche se expresó de la forma más radical para negar cualquier suerte de coincidencia entre nuestras representaciones del mundo y el mundo mismo: “Un pintor al que le faltaran las manos, y que quisiera expresar por medio del canto la imagen que se le está formando, revelará siempre en ese cambio de esferas todavía más de lo que el mundo empírico revela de la esencia de las cosas”, escribió. Me desalienta pensar que seamos, si Nietzsche tiene razón, como esos pintores sin manos, incapaces de pintar la realidad que perciben. Pero más me desalienta pensar que, a diferencia de ese pintor, ni siquiera seríamos conscientes de nuestra falta de manos y de lo poco que nuestros cantos consiguen expresar acerca del mundo.

Gran novela la de Houellebecq, aunque, como siempre, en tantos aspectos tan demoledora. La imagen de Europa que pinta en ella para el futuro no deja de sobrecogerme. Más porque confío en su capacidad visionaria y en su extrema lucidez.

Un beso, doctor Lagarto!

febrero 16, 2013 7:54 p. m.  
Blogger tomae dijo...

LLevo unos días intentando responder esa pregunta Lagarto, ...yo pienso que el artista tiene su universo y puede que tenga mucha audiencia (por aquello de las obras de arte) pero cada uno de sus espectadores tiene su plano ...y precisamente porqué tienen su plano acaban haciéndose esa pregunta ¿ Sonríe Mona Lisa en ese cuadro? ¿Y si Ilsa se hubiera quedado con Rick en Casablanca?. Hace tiempo que planteé algo parecido, que el arte precisamente no ha de ser exacto, perfecto (coincidente con el plano que llevamos dentro) El arte representa el territorio ...sí el del buen artista y si ese es genio, para que perdure en el tiempo y el espectador lo siga contemplando admirado ...necesita poner en la obra aquella "fuente" que tenía en su mapa. O algo así

Saludos.

febrero 17, 2013 2:54 a. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Gracias, Carmen. No todo el mundo aprecia a Houellebecq. Ellos se lo pierden.

O Suso, me temo que nos resulta imposible observar nada que no quede filtrado y mapeado por nuestra mente. No tenemos ni idea de cómo es realmente la realidad, valga la redundancia. Todas las experiencias que dices nos liberan la mente por un instante, desde luego (las puertas de la percepción, como decía Huxley), pero no sé si pueden hacerlo completamente. Salud!

febrero 17, 2013 7:50 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

End of the line, el verso de Sara que pones es perfecto para la historia, sin duda (bueno, soy de los que pienso que el 80% de los que ha escrito Dylan lo son). Pero Scorsese (gran amante de Dylan también) se decidió por Like a rolling stone. Me sobrecogen las imágenes de las pinceladas al ritmo acoplado de casete de Like a rolling Stone. La verdad es que me sobrecoge toda esta historia de Scorsese, a años luz de las de Allen y Coppola que le acompañan en el film. Me alegro de que esta página siga figurando en tu mapa.



Gracias, Nancy, no lo conocía. El lector de Google no me deja leer la página 93, pero lo intentaré por algún otro sitio. En cuanto al mazeway de Wallace, me quito el cráneo, encaja muy bien con lo planteado y, desde luego, como mucho más acierto. Un beso!

febrero 17, 2013 7:51 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Lhurgoyf, planteas otro tema interesante que daría para otros posts: la relación entre obra y autor. Ayer mismo pensé en lo que dices, cuando leí una entrevista con Haneke en un medio de mi ciudad, y el artista respondía: “Siempre he tratado de borrar unas posibles instrucciones de uso sobre mi obra. Si las doy, robo al espectador la posibilidad de interpretar. Rechazo por sistema preguntas que puedan servir para explicar lo que hago. Hay que mirar la obra y confrontar con ella, no con el creador. Sería idiota. Cuando leo un libro o veo una película no quiero saber nada del autor. Así permanezco autárquico”.


Marga, la verdad es que yo no entiendo de arte moderno. Sé que me estoy perdiendo algo, pero no hay fuerza de ningún tipo que penetre en mí en este mundo. Sus caminos o mapas me resultan completamente ajenos y no me llevan a ningún sitio. Es una pena, pero tengo la autoestima suficiente para aceptarlo sin más. Mi territorio del arte se para hace ya muchas décadas. Besos!

febrero 17, 2013 7:51 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Efectivamente, doctora Antígona, cambiamos conocimiento por seguridad. Y supongo que en tiempos tan duros como los que vivimos, en los que toda seguridad se pierde, la incapacidad de acercarnos al territorio, de intuirlo siquiera, hace que sigamos aferrados a esos mapas a pesar de no ofrecernos seguridad alguna. Y, aun viendo que son molinos y no gigantes, por supuesto que vamos de cabeza a estamparnos contra lo que es por no dejar de ver lo que debería ser.

Muy acertado el comentario de Nietzsche. Y más aún el suyo, en el sentido de que este pintor ni siquiera sabe que no tiene manos. Cuanta petulancia la nuestra, desde luego.

No sé si el decadente futuro que nos dibuja Houellebecq a los europeos se dará finalmente o no, pero, como usted, le veo a él mucho más lúcido que a la mayoría de los intelectuales con los que comparte generación. Y, no olvidemos que Plataforma fue escrito algunos años antes de los ataques a Las Torres Gemelas en 2001. Y esto ya sí es currículum como visionario.

Un beso, doctora Antígona!

febrero 17, 2013 7:52 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Tomae, no tengo una respuesta clara a esa pregunta. Sí tiendo a pensarlo, sobre todo en la pintura, cuyo universo queda atrapado en un instante imposible limitado. Y también, como bien dices, no puedo dejar de pensar que es mi concepto de amor y lealtad lo que ve a Ilsa subiéndose a ese avión en Casablanca, y no lo que estaba escrito en ese guión.

En cualquier caso, como le decía a Lhurgoyf, un poco más arriba, creo en las palabras que leí a Haneke en El País ayer sábado, creo que el arte me pertenece a mí y no al autor: “Siempre he tratado de borrar unas posibles instrucciones de uso sobre mi obra. Si las doy, robo al espectador la posibilidad de interpretar. Rechazo por sistema preguntas que puedan servir para explicar lo que hago. Hay que mirar la obra y confrontar con ella, no con el creador. Sería idiota. Cuando leo un libro o veo una película no quiero saber nada del autor. Así permanezco autárquico”.

Salud!

febrero 17, 2013 7:52 p. m.  
Anonymous Molina de Tirso dijo...

Dejé Las partículas... a medias porque me parecía tedioso y excesivamente prolijo pero tuve que rendirme a sus pies, por sus innovaciones y sus ideas, aunque a veces sea un refrito de google. Sabe cómo hacerlo así que ¡chapeau!

abril 24, 2013 1:47 p. m.  

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