Yo consumo signos, tú consumes signos
En mi oficina tenemos una máquina de café. Los botones de la derecha de la máquina ofrecen café solo, con leche, cortado, largo y manchado. Los de la izquierda ofrecen los mismos productos, pero de Comercio Justo. El hecho es que los “normales” cuestan 40 céntimos y los de Comercio Justo 50 céntimos. Queda a la elección de cada cual elegir qué café va a tomar, si el que le cuesta 40 céntimos o el que le cuesta diez más. Somos muy, muy pocos los que siempre seleccionamos los productos de Comercio Justo.
Normalmente cojo mi café y me voy con él al despacho directamente. Pero el pasado viernes, justo cuando sacaba mi café de máquina, sonó mi teléfono y me entretuve hablando en la inhóspita sala donde está la máquina. Un compañero se acercó al dispensador, sacó unas monedas, las introdujo en la ranura y se dispuso a seleccionar su producto: café con leche y azúcar “normal”. En aquel momento entró una chica joven, guapa, que ha llegado hace poco y que trabaja en su equipo. Se acercó a él y le habló. Y entonces pasó algo importante. El compañero desplazó su dedo y presionó otro botón: café con leche y azúcar de Comercio Justo. El mundo empezó a cambiar.
¿Qué había pasado? Pues que nadie consume productos en sí mismos. Cuando compramos un coche no compramos unos neumáticos de una presión determinada, con una carrocería de una aleación determinada y un motor de unos cilindros determinados. No: lo que compramos es un estilo de vida. Decía el filósofo francés Jean Baudrillard que consumir es producir signos, que pagamos para decir cómo y qué somos. Y eso es lo que le pasó a mi compañero. Que encontró algo que quería decir sobre sí mismo, que quería ser alguien que sí valía diez céntimos más ante ese catalizador de sonrisa cálida y cuerpo de escándalo.
El precio de cualquier producto que compramos, desde un yogurt a una casa, cualquier producto, tiene en su precio un excedente que es lo que realmente buscamos (aunque muchas veces ni siquiera somos conscientes de que lo buscamos) y que no se explica por la suma de costes de fabricación del mismo. Porque, como decía el filósofo francés, “el simulacro no es lo que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es lo verdadero”. Y es que el producto de consumo no importa, sino lo que nos hace poder simular qué somos.
Jean Baudrillard lo explicaba muy bien. Necesitamos decir quiénes somos o queremos ser, y por eso consumimos. No es el producto en sí mismo, sino lo que el producto hace que seamos. Los publicistas lo han entendido muy bien, y por eso encontramos spots en televisión que venden un coche que ni siquiera aparece en plano, colonias que sólo nos muestran los pechos de una mujer, o refrescos con burbujas en los que sólo aparece gente joven riendo. El sexo, la salud, la juventud, el poder, la autoestima, la modernidad… son valores que habitualmente crean ese excedente por el que pagamos productos. Pero si en la máquina de café de mi oficina se consumen muchísimos más cafés “normales” que de Comercio Justo es porque la responsabilidad social de las empresas no es un valor para nosotros, porque no necesitamos producir el signo de que queremos apostar por un mundo más sostenible. La culpa de que el mundo vaya como está yendo no es sólo de la banca, sino que también es de nosotros los consumidores, los que realmente detentamos el poder más brutal del mundo: el consumo.
¿Por qué la responsabilidad social de las empresas a las que compramos sus productos no es un valor para nosotros?, ¿cuándo nos decidiremos a cambiar el mundo?
Un libro para el consumidor de signos: El mundo como supermercado, de Michel Houellebecq
Una película para el consumidor de signos: El jardinero fiel, de Fernando Meirelles
Una canción para el consumidor de signos: I can get no (satisfaction), de Rolling Stones
.
27 Comments:
Realmente todo lo que hacemos (y lo que dejamos de hacer) nos define.
Somos consumidores, explotadores, explotados, vendedores y compradores, somos eso y todo lo demás; y en un mar de simbolismos tratamos de seguir los dictados de nuestra mente.
La cuestión es que nos creamos una imagen, de todo lo que nos rodea y de nosotros mismos, de las personas que s enos acercan en la vida y son esas imágenes las que se relacionan entre si, como un teatrillo.
No es algo "real" en el aquí y en el ahora, sino ficcionado. Esta relación es una perpetuación de lo que hemos vivido como especie en todos los tiempos, vencedores y vencidos, explotadores y explotados, más sutil que en la edad media?puede, pero sigue siendo lo mismo. No puede surgir una evolución; no hay cambio posible sin superar la imagen, la mente, el ego...
Porque da igual que hagas algo por una chica guapa, porque crees que es lo correcto o porque así te educaron, hasta que no lo hagamos porque es lo que siente nuestro ser interno, no la mente, ni el personaje, hasta que no rompamos con la imagen y tengamos relaciones naturales, sinceras, autenticas, con las personas y con los objetos, seguiremos consumiendo, incluso doctrinas, modas, meditaciones y egos espirituales.
Está en nuestra mano cambiar(nos), está en mi mano cambiar(me).
Gracias Dr Lagarto por esta reflexión que me ha hecho ver tantas cosas de mi personaje.
Saludos y salud
El problema es que el mundo hoy parece construido para que construyamos una imagen y no para que construyamos un yo. Eso vale más o menos diez céntimos.
El poder se "ostenta", no se "detenta", lagarto.
Estos esteorotipos los hemos creado nosotros mismos, los comunicadores somos nosotros, los publicistas hacen su trabajo y convierten nuestras bajezas en algo rentable y si no fuera por eso, quizá ni repararíamos en lo que nos hemos convertido.
O sea, que publicidad, hacen y la hacen bien.
Un beso, Lagarto :D
http://dejasenti-gemma.blogspot.com.es/2011/08/si-tu-me-dices-venno-dejo-nada.html
Hace unas semanas unos familiares míos fueron a los Estados Unidos. distinguir Mi Tía platica como mis tres primos son completamente diferentes y en su forma de comprar pudo distinguir completamente su forma de ser; cada uno compro ropa de una sola marca diferente a la del otro, los estilos de ropa que compraban definían perfectamente su personalidad individual, y explico como fué eso.
y efectivamente, Uno suele comprar productos afines a nuestra forma de ser y pensar.
Yo en lo personal, a excepción de los instrumentos musicales, pues no me fijo mucho en la mercadotecnia, solo consumo lo que necesito y lo que creo mejor, veo el producto, lo analizo y determino que tan bueno es; y eso determina si lo compro o no, puede ser barato y útil, o aveces compro lo más caro, todo depende de la calidad que determine que tiene.
Le pido haga por mí las veces de psicoanalista y me explique de dónde nace esta creciente tendencia mía por la artesanía de fabricación propia o ajena y este desinterés supremo por los fungibles del mercado (llámense ropajes de última moda, vehículos ultraelegantes a motor o éxitos musicales de caducidad instantánea). De las cosas del comer no hablamos porque sin allimento se sobrevive con algunas dificultades.
Que ni le veo un ápice de creatividad a lo que tratan de venderme ni un mísero poso de ética (ni cuidado) a cómo lo fabrican.
Pues sí, tendemos a mostrar lo bueno de nosotros siempre que podemos, en el fondo es una publicidad de nosotros mismos. Claro que acaso no seamos tan culpables como parece y es que hemos sido educados en la cultura del consumismo y de la imagen.
Y no es gratuito de Audi regale coches continuamente a los futbolistas, y que no les vaya mal...
Saludos
Bien, no sé si cuando se consumen los signos, esto se hace de manera consciente, si esto fuera así, la integridad personal y el compromiso íntimo de cada uno es lo que nos lleva a elegir el café de comercio justo. Digo esto pues conozco a quien tiene en propiedad un todo terreno que no puede mantener como debiera, lo que le obliga a no cogerlo a menudo o retrasar cambio de componentes, pero eso sí, cuando aparece montado sobre él, se le nota aires de superioridad, ahora bien, el consumo en el supercoche ¿lo ha hecho conscientemente para sentir esas satisfacciones? y si lo hubiera hecho así (comprase un coche para ser quien no es) ¿acaso no es un gilipollas? (hablando claro) pero digo más ¿no seremos todos unos gilipollas como él en uno u otro nivel?
Estoy con Rafael, somos unos gilipollas, cada cual a su nivel.Porque la finalidad del consumo es hacernos creer singulares uniformándonos a todos... si eso no es ser gilipollas que venga dios y lo vea, jeje. Y que levante la mano quien...
En cualquier caso es complicado, creo que ya lo hablamos en otra ocasión. Es complicado porque lo es hasta dirimir qué empresas o productos son sostenibles, más desde el momento que el consumo fue consciente de que el "buenrollismo" también vende y conceptos como ecología, solidaridad o sostenibilidad llegaron para engrosar la lista. Y así tenemos vehículos ecológicos, bancas éticas y empresas energéticas que no contaminan y son la hostia de majas y no exterminan bosques o comunidades, por poner algunos ejemplos. Porque fue posible rizar el rizo rizándolo: comprar pero calmando la conciencia al mismo tiempo por comprar. El consumo cubre todos los tipos de consumidores posibles, de ahí su triunfo. Omnipotencia, me atrevería a decir.
Y sí, a pesar de esto, ojalá fuéramos conscientes de nuestro poder y nos decidiéramos a cambiar el mundo. Pero ya ve, resulta imposible en cuestiones básicas y sencillas como por ejemplo contemplar la necesidad de educación y sanidad gratuita. Imagine hacerlo en algo tan perverso y cambiante como es el qué consumo y porqué.
Besos sostenidos y sostenibles, o en su intento!
¿os pensáis que lo que dije a mi compañero tenía importancia?
el consumo como marca del nivel socio-económico: hace poco lo comentamos entre amigos. Uno de ellos dijo que suele comprar pantalones vaqueros en un rango de precios, por debajo y por encima del cual ni mira la mercancía. Tras esta declaración, todos los amigos, sin excepción reconocieron hacer lo mismo.
Las apariencias, será que todo se resume a eso. Queremos aparentar pero no ser.
Conozco a muchos que aparentan ser y compran "café de comercio justo". Tienen una imagen de gente comprometida, nada frivola, con inquietudes y valores, pero si rascas un poquito por encima todo se desmorona, es pose, un engaño.
A la hora de la verdad el egoismo prima sobre lo que han decidido creer y hacer creer. Así que no me extraña nada que tu compañero pulsara el botón de "café de comercio justo" sólo porque quería ligarse a la chica. Encontrar gente solidaria y concienciada de verdad es dificil.
Respondería a tus últimas preguntas diciendo que porque somos muy egocéntricos y nos movemos sólo en la dirección que más nos conviene a nosotros, la que nos aporta algo a nivel personal. En conjunto, aunque reconozcamos que podemos hacer mucho, también pensamos "ya lo hará el que venga detrás" No lo sentimos como "nuestra obligación".
Saludos NoSurrender, como siempre me voy de tu blog con la cabeza llena de ideas y reflexiones.
Pienso que es una pena que aquel chico no fuera fiel a su estilo y siguiera pulsando el café que pulsaba siempre. Por desgracia, los humanos somos un poco farsantes o comediantes pero... ¿ligar es una comedia? Creo que si. Al menos en la naturaleza, la mayoría de los animales forjan una pose para atraer a la hembra; y por desgracia en nuestra sociedad esa pose es siempre demostrar que uno posee más poder adquisitivo. Sí... Cualquiera que tiene dinero es un tipo con suerte y si no, un apestado. Así están las cosas.
En cuanto al estilo de vida sí, tienes razón. Pero por desgracia también a la mayoría nos han acostumbrado a pensar que al mejor estilo de vida solo podemos llegar pagando más ¿y es así? Puede ser y puede no ser...
Como apuntas cualquier producto tiene su precio. Pero hay muchos productos -quizá demasiados- a los que su precio excede en mucho su valor real... Nuestra sociedad es, por tanto, una estafa en muchas cosas; pero en una te doy la razón: Al final "el producto de consumo no importa, sino o que nos hace simular lo que somos."
un abrazo.
No sé porqué es así, y me temo que un cambio de rumbo podría ser sólo otra moda pasajera.
Ahora mismo me cuesta creer que esta sociedad pueda aprender realmente a ser responsable, pero quizás se deba sólo a que es lunes y no es el mejor día para emitir juicios de valores.
Ante dos etiquetas que me indican cuándo voy a ser más justa y cuándo menos solidaria el cuerpo se me pone ácido y tal vez sería capaz de sudar zumo de limón. Ni de lejos creería un cartel en una máquina que me dijera "paga diez céntimos más por este café para entrar en el valle de los justos". El escepticismo seguramente ha hecho estragos en mí. Así pues, probaría de ambos árboles y sus manzanas para ver cuál me sabe mejor. En todos los aspectos. Por otra parte, la historia de ese chico que cambia de idea ante un bellezón que le levanta la moral me hace recordar esa imponente obra de Hannah Arendt, La condición humana, y los párrafos que dedica a la declinación que acarrea la sustitución de la acción por el comportamiento, deviniendo hombres estáticos que huyen de la anormalidad. Y también tiene su ración Bourdieu en este asunto, midiendo el capital social de la peña... en fin, me haces pensar, me ofreces un libro y me regalas una canción.
Agradecida, Nosurrender.
Dos abrazos :))
Frente a lo que se ha dicho más arriba, a mí me parece hasta cierto punto irrelevante cuál fuera la motivación del chico a la hora de darle al botón de comercio justo. ¿Qué más da si quería dar una buena imagen de sí mismo para ligar? ¿Realmente somos tan “puros” que no existen motivaciones espurias detrás de nuestras buenas acciones? ¿No se esconde detrás de cada buena acción un fondo de egoísmo, el que deriva de la necesidad de sentirse bien consigo mismo o en paz con la propia conciencia? Ya decía Derrida aquello de que no se puede dar nada a cambio de nada. Que el dar por completo generoso y ajeno a la lógica del intercambio es, sencillamente, imposible, ya que la mera compensación psicológica que supone la satisfacción del dar es ya recibir algo. Por eso creo que la motivación a la hora de consumir, si se trata de un consumo responsable, importa poco. Si al final el consumo responsable se convirtiera en un hábito social, aunque sólo fuera por una cuestión de apariencias –y son tantas las cosas que hacemos para que se nos acepte socialmente-, creo que habríamos dado un gran paso.
Por otra parte, entiendo perfectamente la desconfianza que expresan Marga y Veda ante las consignas de consumo responsable o productos que se ofrecen como “ecológicos”, “solidarios”… Porque hay tal falta de transparencia en las políticas de las empresas, tal falta de información veraz en relación con sus políticas de medio ambiente o laborales, que acaba imponiéndose la desconfianza. Detectamos en esas consignas un incentivo al consumo y pensamos, “ya nos la quieren colar”. Por eso, siempre he creído que se debe legislar para que podamos convertirnos en consumidores responsables. Me refiero a que se podría obligar a los fabricantes, por ejemplo, a poner en las etiquetas de sus productos datos tales como cuánto cobran sus trabajadores. ¿Qué pasaría si cuando compramos una camiseta en Zara en ella pusiera algo así como “Esta camiseta ha sido fabricada por una empleada que trabaja doce horas al día a cambio de 100 euros al mes”, por ejemplo? ¿Tendríamos la conciencia tan tranquila al comprarla? ¿No se nos haría mucho más evidente nuestra colaboración con un sistema injusto y explotador? Y, para que los fabricantes no pudieran volver a colárnosla con los mensajes de sus etiquetas, serían estrictamente necesarias leyes al respecto y mecanismos de control de su cumplimiento.
Con todo esto sólo quiero decir que, estando por completo de acuerdo con lo que se plantea en el post, el consumo responsable demanda, también, información veraz y fiable. Y los consumidores estamos, en este sentido, bastante desprotegidos sin mecanismos que garanticen que recibimos esa información veraz y fiable.
Tenemos mucho poder, es cierto. Lo sucedido en el Reino Unido con Starbucks lo demuestra. Pero aún nos queda un muy largo camino que recorrer para que este tipo de boicots al fraude fiscal o a las prácticas indeseables de las empresas se conviertan en una posible amenaza capaz de modificar sus comportamientos. Ahora, de llegar a suceder algo así, este mundo sería por completo otro y mucho más cercano al tipo de mundo en el que me gustaría vivir.
Un beso, doctor Lagarto!
O Suso, es cierto que sólo tiene estabilidad lo que consigue mover lo profundo de nosotros. Pero el problema, como planteaba aquella película de Bergman (Persona), es si realmente hay algo profundo en nosotros más allá de otro personaje que se oculta sobre otro personaje. No sé, quizás no es malo hablar con los personajes y tratar de que ellos cambien su papel en el teatro.
Salud!
Jo, k, tanto tiempo sin pasarte por aquí y me das el toque de atención sobre mi error con la palabra “ostentar” :) Además, tengo la impresión de que no es la primera vez que me lo dices. Ay, qué cabeza tengo.
De acuerdo, el mundo mira más por nuestra imagen que por nuestro yo. Y usamos nuestra inteligencia para darnos cuenta de ello y olvidarnos del yo. Pero, ¿no podríamos, entonces, hablar con esa imagen? Sería más eficiente desde un punto de vista mercantil ¿no? ¿no podrían aliarse los grandes mercaderes, si al fin y al cabo hablamos de sus beneficios cuando hablamos de nuestro consumo? Algo está fallando, y me temo que somos nosotros y nuestra idea de nuestra imagen.
Besos!
Gemma, estoy de acuerdo contigo. La publicidad es un espejo de la sociedad. Y es un ejercicio fascinante observar la historia de la publicidad, darse una sesión de spots de los años cincuenta, sesenta, setenta… hasta llegar a nuestros días. Entonces vemos claro cómo hemos cambiado y a dónde nos estamos dirigiendo. El mercado y sus ansias de beneficios siempre ha sido un buen termómetro de la sociedad. Besos!
Lhurgoyf, no pretendía eliminar el factor racional en la decisión de compra, claro. Efectivamente, el precio es básico para elegir, pero deberíamos plantearnos si la necesidad previa que tenemos y que nos impulsa a la compra es racional o emocional en muchas ocasiones. No sé, la gente de marketing sí juega con los “Price Premium” y lo tienen muy contrastado. Yo dudo de mí mismo demasiado. Salud!
Mrs. Nancy, pues creo que el impulso del no-consumo también es una producción de signos. No deja de ser algo que haces (no-haces) para decirte a ti misma y a los demás quién eres. Yo también soy de poco consumo, y siempre he consumido libros y música y la tecnología me está haciendo comprarlos menos. Pero siguen siendo signos, ¿no crees? Besos!
Sese, la política de marketing de Audi cuando regala coches a los futbolistas famosos es un ejemplo claro de la promoción de signos de identidad, desde luego. Desde luego que a un nivel consciente no nos mueva a la compra (“Messi tiene un audi, yo quiero tener un Audi para ser como Messi”), pero si a otro nivel de creación de signos (“mira, eso es un Audi, el coche que conduce la gente como Messi”). El mundo de la venta de la imagen nos ha entendido muy bien a los humanos, creo yo. Salud!
Rafael, supongo que tu amigo disfruta de su todoterreno porque siente que con él pasa a ser otro tipo de persona que le gusta más por el reflejo que entiende que produce en los demás. Y esto tiene un precio, claro.
El tema es, ¿no podría gustarse más a sí mismo con otro tipo de consumos, si la sociedad a la que él quiere comunicar cosas, se lo dice? Estoy seguro de que las empresas y la publicidad sí podría convencerle.
Salud!
Bueno, Marga, yo creo que el éxito de la uniformidad en el consumo se debe a que realmente los humanos queremos uniformarnos. Al fin y al cabo, el primate humano aprende más a través de la imitación que a través de la lógica, y buscamos la seguridad de sentirnos parte de la manada. Y si esto permite estandarizar la producir y reducir costes, pues aumentarán los beneficios empresariales. Es normal que esto se produzca en el mundo del consumo, pienso.
Respecto a qué es sostenible realmente, creo que es muy bueno que se discuta sobre eso, precisamente para evitar que nos metan enormes ruedas de molino como algunos suelen hacerlos. Es el consumidor quien tiene que decir qué quiere, y si los productos que le dicen que son sostenibles se lo parecen realmente o no. Por la parte empresarial, lo que deberían hacer es auditar sus políticas de Responsabilidad Social, lo que les obligaría a pensar dos veces algunas cosas.
Besos!
Chica joven, no pude escuchar lo que decías, pero nunca dudo de la inigualable potencia de las armas de guerra de las chicas jóvenes y guapas :)
Zorro, supongo que eso lo hacemos mucho. Pero no invalida que se toman decisiones dentro de ese rango o que antes de proceder a la compra tenemos que tomar decisiones tan comercialmente trascendentes como qué es lo que “necesitamos”. Salud!
Raquel, es cierto que hay mucha pose en esto. Y con eso precisamente creo que deberíamos jugar. No creo que impulsar los valores de comercio justo en la publicidad como se proporciona el sexo en la publicidad de las colonias vaya a hacer mejores a esos consumidores que acepten ofrecer esos signos, pero sí creo que ayudará al comercio justo. Sun Tzu ya hablaba de aprovechar las debilidades de los demás en el arte de la guerra, hace miles de años. Besos!
Josef, sí, ligar es una comedia :) Tratamos de aparentar lo que creemos que es mejor de nosotros en el juego del flirteo. No sé si es bueno o malo, o si da resultados siquiera. Pero es divertido observar ese pavoneo inseguro desde fuera. Pero no creo que consista sólo en aparentar poder adquisitivo, y presionar el botón de precio justo pretende decir algo más que los diez céntimos extra que supone el consumo. Lo gracioso de esto es que probablemente a la chica le diera completamente igual el botón que él presionara :) Salud!
Ficción, tampoco confío yo en la sociedad en ese aspecto, y menos en la española tan profundamente insolidaria. Pero sí creo que se puede jugar con los defectos de los consumidores y avanzar un pequeño paso hacia un terreno de progreso social común si nos empeñamos en ello. Besos!
Veda, sí, creo que se relaciona con lo que dice Arendt sobre la confusión de la acción. Pero quizás el consumo capitalista se encuentra más relacionado con la condición de producción que con la de acción, no sé. No sé si conoces el libro de Houellebecq que ofrezco, pero es una interesante selección de artículos que reflexionan sobre la teoría de que no vivimos simplemente en una economía de mercado, sino en una sociedad de mercado en la que la lógica consumista -lo que él llama la lógica del supermercado-, las operaciones de compra-venta, las transacciones comerciales, determinan toda relación humana, sea ésta erótica, amorosa o profesional. Besos!
Doctora Antígona, no creo que seamos tan “puros” como para no tener motivaciones ulteriores en algunas de nuestras decisiones de cara a los demás, no. Y, como usted, pienso que esa falta de pureza no tiene por qué ser un obstáculo para aprovecharlo en un sentido más justo para las relaciones sociales. Es cierto que lo ideal sería cambiar las motivaciones de las personas y fomentar la empatía social entre los consumidores a través de su ética. Quizás algún día, como decía Adela Cortina, podamos entrar e influir en el cerebro de los seres humanos para conseguirlo.
Pero mientras eso no ocurra, al menos podemos usar la armas psicosociales del marketing para encauzar ciertos comportamientos. Y ya se ha conseguido con algunos consumos determinados, como el de abrigos de pieles: a pesar de que este país nuestro vive cerca de las cavernas, entre nuestros vecinos ya no existen señoras que quieran epatar socialmente llevando abrigos de pieles de animales porque consiguen el efecto contrario en sus relaciones sociales, y por ello este tipo de prendas se han sustituido ya por pieles sintéticas sin más.
Me ha parecido estupenda la idea del etiquetado de prendas que usted propone, doctora Antígona. Por el momento no se hace en las etiquetas, pero sí se “obliga” a las empresas textiles a publicar un informe de responsabilidad social en el que tienen que verificar externamente las políticas de control de sus proveedores. Este informe existe, y dice que audita que se cumplan las normativas internacionales vigentes. El problema es que esas normativas internacionales vigentes (de la OIT) sí admiten esos sueldos tan bajos.
Besos, doctora Antígona!
Muy muy acertado.
Publicar un comentario
<< Home