¿Deben los zurdos levantarse con el pie derecho?

Las cosas no suceden por generación espontánea.

Lagarto sabe que lo que uno toma lo pierde alguien más por otra parte, que la vida es un juego de azar de suma cero. Un quebradero de cabeza para el sensato ejercicio de su influyente profesión.

Lagarto es el redactor de la sección del horóscopo en un pequeño periódico de provincias, pero él prefiere presentarse a sus amigos como “inventor de destinos inciertos”, así reza su tarjeta. Y tiene razón Lagarto; incertidumbres y estudiadas ambigüedades jalonan sus augurios cada mañana. Los piensa y los sopesa mientras acude paseando a la redacción. Se fija en el estado de ánimo de María la del estanco, que es virgo, cuando paga su dosis diaria de nicotina. Escucha las soflamas contra el alcalde de Sonsoles la chica de la floristería, otra virgo, mientras compra dos rosas rojas que llevará a la redacción del periódico.

Al llegar pregunta a Sergio, el becario Capricornio, si saldrá esta noche. Mientras lo hace observa a la secretaria Silvia (Libra), que se ha pintado más que otros días, y se hace una tenue idea de cómo serán mañana los destinos inciertos de su pequeña ciudad. ¿descubrirán libra y capricornio el amor? ¿tendrá virgo un día de estrés laboral? El puzzle debe medirse con cuidado y Lagarto debe dar y quitar destinos con decoro y sin aspavientos. Lo que para Capricornio puede ser un descubrimiento inesperado, para Libra puede ser una desilusión sospechada.

Escribe con calma, midiendo cada turbia profecía y poniéndola en relación con el resto de signos: tres serán dichosos, otros tres tendrán un mal día y el resto sobrevivirán sin pena ni gloria. Además, cada uno de ellos tendrá la posibilidad de cambiar su fortuna gracias al arte del redactor en colocar adverbios en cada frase. Benditos adverbios que modifican verbos, adjetivos y otros mismos adverbios, ayudando al escriba a salvar el puesto. Entonces, cuando el orden creado por el demiurgo de tinta impresa ha tomado ya forma de oráculo, Lagarto escribe a Cáncer. O sea, a Lourdes.

Lagarto deja las dos rosas rojas compradas a virgo Sonsoles en la mesa de cáncer Lourdes antes de que ésta llegue. Observa sus lápices perfectos y alineados, el bloc amarillo de anillas con garabatos imposibles, geométricos, caleidoscópicos, que ella construye distraídamente mientras habla por teléfono, y el cenicero lleno de diminutos caramelos de brillantes colores. Sonríe y huye a su cubículo frente a la ventana.

Desde hace un año Lagarto practica la psicomagia con cáncer Lourdes, la coordinadora de la sección de opinión del diario. Se ha propuesto como misión ayudarle a buscar su felicidad. Desde que el marido la abandonó y sus hijos, ya crecidos, no la besan cada mañana, Lourdes vive aislada sin más estímulo que alternar la pantalla gris del monitor con la negra del televisor. Sus hermosos ojos verdes se llenan de tristeza contenida y sus suaves dedos avanzan lentos por el teclado.

Lagarto piensa que es la actitud de las personas lo que provoca el mal fario o la buena estrella y ha encontrado en Lourdes su campo de batalla, su laboratorio de alquimia de la psique. Y él hará de chamán con ella. Le proporcionará los ritos que ayuden a su cansado corazón a contagiar la alegría a su alrededor y le alimenten de sonrisas. Desde hace un año llena los días de Lourdes de pistas y señales que quiere que la guíen al desahogo y la ilusión. Y, con el tiempo, a su cama y sus besos.

El inventor de destinos inciertos escribe ahora y termina su columna.

“Cáncer: hoy tendrás un día hermoso y alegre. Sé fuerte, ensaya una sonrisa limpia y todo te saldrá bien. No estás sola, no eres débil. Hoy hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si elevas tu espíritu no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti misma. El rojo será el color de la suerte, tu flor la rosa, y tendrás un encuentro fortuito a la salida del trabajo que podría cambiar tu vida”




un libro para Lourdes: El tesoro de la sombra, de Alekandro Jodorowsky

una película para Lourdes: Thelma y Louise, de Rodley Scott

una canción para Lourdes: I shall be released, de Bob Dylan