Día de campo
Nunca me gustó el campo. Y no me atraía aquella idea de pasar todo un fin de semana con la familia de Mónica en la finca de su tío Lagarto. Lo mío son los quioscos de esquina repletos de coleccionables, el aperitivo con periódico y la autoridad de los semáforos en la enorme alfombra de asfalto donde vivo. Soy un tipo de sensibilidad urbana, vamos.
Por la mañana, tras el desayuno, el señor Lagarto nos condujo a todos los invitados a una pequeña cuadra junto a las caballerizas. En la oscuridad del recinto esperaba una enorme yegua que estaba siendo cepillada por dos mozos bajo la atenta mirada de un hombre pequeño con aspecto serio. Se trataba, luego lo supe, de Amancio, el mamporrero de la finca familiar. Amancio no levantaba metro y medio del suelo, pero era de complexión muy fuerte, con anchas espaldas y una espesa barba negra que le daba un cierto aire antiguo y romántico.
- Estamos listos, que traigan al semental- dijo Amancio.
Lo trajeron.
Enorme, negro, una bestia.
Cuatro hombres sudaban para mantener controlada su cabeza con el ronzal. El intenso olor a caballo llenaba la cuadra penetrando con furia en todas nuestras cavidades nasales.
-¿Está cachondo?- preguntó el tío Lagarto -quiero dar un buen espectáculo a estos chicos de ciudad-.
El semental levantaba la cabeza, sudaba excitado ante el lascivo olor de la yegua en celo. Bufaba y bailaba sobre sus cuartos traseros dando bandazos de un lado a otro, tenso y excitado. Mostró los dientes y puso los ojos en blanco mientras respiraba con un quejido de dolor. El animal estaba enloquecido de lujuria.
Mónica se tapaba los ojos y rehuía mi tranquilizadora mano. Su hermana pequeña Susana reía nerviosa mientras buscaba la protección en los brazos del tío Lagarto. Los cuatro hombres luchaban por mantener agachada la cabeza del animal, ya erecto y desesperado. La verga del semental colgaba descomunal entre sus patas, poderoso falo del que ninguno podíamos apartar la vista.
El pequeño Amancio se interpuso entre la bestia negra y la deseada vulva y daba órdenes al resto de los hombres.
-Vamos, vamos, acércalo. ¡Ahora!-.
Con gran estrépito, el semental se precipitó sobre el lomo de la yegua apuntando con su enorme verga hacia la cueva de su hembra. El animal estaba tan excitado, tan enloquecido por la lujuria, que no atinaba a acertar en su objetivo.
Este era el momento de Amancio, el mejor mamporrero de la comarca.
El pequeño hombre se situó bajo la grupa de la yegua, agarró el pene de la bestia con ambas manos y lo dirigió preciso hacia la vagina.
Tras el escándalo de la cópula de las bestias, Lagarto me presentó al fascinante Amancio. Recuerdo que me daba cierta aprensión darle mano después de lo visto, aunque lo que más me inquietó fue su despedida. -Bueno, pues ya sabe, señor. Aquí me tiene, para lo que usted necesite-.
Aquella noche Mónica estaba especialmente excitada. Hicimos el amor con una pasión a la que no me tenía acostumbrado. Pero la imagen de Amancio trabajando bajo la grupa de la yegua y los gritos de placer de su hermana Susana que atravesaban la pared del dormitorio no me dejaban concentrarme.
Una canción para Susana: Dead Flowers, de The Rolling Stones
Un libro para Susana: Todo un hombre, de Tom Wolfe
Una película para Susana: Equus, de Sidney Lumet
Por la mañana, tras el desayuno, el señor Lagarto nos condujo a todos los invitados a una pequeña cuadra junto a las caballerizas. En la oscuridad del recinto esperaba una enorme yegua que estaba siendo cepillada por dos mozos bajo la atenta mirada de un hombre pequeño con aspecto serio. Se trataba, luego lo supe, de Amancio, el mamporrero de la finca familiar. Amancio no levantaba metro y medio del suelo, pero era de complexión muy fuerte, con anchas espaldas y una espesa barba negra que le daba un cierto aire antiguo y romántico.
- Estamos listos, que traigan al semental- dijo Amancio.
Lo trajeron.
Enorme, negro, una bestia.
Cuatro hombres sudaban para mantener controlada su cabeza con el ronzal. El intenso olor a caballo llenaba la cuadra penetrando con furia en todas nuestras cavidades nasales.
-¿Está cachondo?- preguntó el tío Lagarto -quiero dar un buen espectáculo a estos chicos de ciudad-.
El semental levantaba la cabeza, sudaba excitado ante el lascivo olor de la yegua en celo. Bufaba y bailaba sobre sus cuartos traseros dando bandazos de un lado a otro, tenso y excitado. Mostró los dientes y puso los ojos en blanco mientras respiraba con un quejido de dolor. El animal estaba enloquecido de lujuria.
Mónica se tapaba los ojos y rehuía mi tranquilizadora mano. Su hermana pequeña Susana reía nerviosa mientras buscaba la protección en los brazos del tío Lagarto. Los cuatro hombres luchaban por mantener agachada la cabeza del animal, ya erecto y desesperado. La verga del semental colgaba descomunal entre sus patas, poderoso falo del que ninguno podíamos apartar la vista.
El pequeño Amancio se interpuso entre la bestia negra y la deseada vulva y daba órdenes al resto de los hombres.
-Vamos, vamos, acércalo. ¡Ahora!-.
Con gran estrépito, el semental se precipitó sobre el lomo de la yegua apuntando con su enorme verga hacia la cueva de su hembra. El animal estaba tan excitado, tan enloquecido por la lujuria, que no atinaba a acertar en su objetivo.
Este era el momento de Amancio, el mejor mamporrero de la comarca.
El pequeño hombre se situó bajo la grupa de la yegua, agarró el pene de la bestia con ambas manos y lo dirigió preciso hacia la vagina.
Tras el escándalo de la cópula de las bestias, Lagarto me presentó al fascinante Amancio. Recuerdo que me daba cierta aprensión darle mano después de lo visto, aunque lo que más me inquietó fue su despedida. -Bueno, pues ya sabe, señor. Aquí me tiene, para lo que usted necesite-.
Aquella noche Mónica estaba especialmente excitada. Hicimos el amor con una pasión a la que no me tenía acostumbrado. Pero la imagen de Amancio trabajando bajo la grupa de la yegua y los gritos de placer de su hermana Susana que atravesaban la pared del dormitorio no me dejaban concentrarme.
Una canción para Susana: Dead Flowers, de The Rolling Stones
Un libro para Susana: Todo un hombre, de Tom Wolfe
Una película para Susana: Equus, de Sidney Lumet
31 Comments:
Para eso están los Amancios, querido.
O eso, o cambiar a Mónica por Susana... o cambiarte a tí por otro semental.
No sabía que era necesaria concentración, siempre se aprende algo nuevo :P
Un beso.
Jo!
yo lo más fuerte que he visto en mis días de campo en la casa de mis tios en Jerez fué a mi abuela matando un conejo,de una forma digamos singular..estampando el cráneo del pobre animal contra una bombona de butano.
Absolute Gore.
Sí ..Lagarto...el campo me da trauma.
Un beso urbano
Un árbol, es que la gente tiene unas cosas muy raras, eh. Bueno, alternaré a Mónica y a Susana; no hay que ser tan posesivos
Ana, en los pueblos de Castilla la caza siempre fue una arraigada costumbre. También he visto rematar así conejos, pero luego estaban buenísimos con su salsita y sus patatitas ¿verdad?
Y que me dices de ese punto exibicionista de moscas y moscones ?
Siempre contra el cristal de una ventana...
..se ve que les va..
Ese tío Lagarto resulta un personaje un tanto perverso, si se piensa cuál es el espectáculo que elige mostrar a sus invitados urbanitas y qué es lo que con él pretende mostrarles. La cópula animal puede tener algo de inocente y puro a nuestros ojos, pero también en nuestros ojos puede transformarse en algo brutal, sobre todo convertida en espectáculo.
La figura del mamporrero no deja de ser inquietante, en tanto interventor en una intimidad donde no caben terceros, o al menos no en esa labor funcional y utilitaria. Diría que incluso hasta puede tener un valor pornográfico. Pero no me meto con este tema que luego la lío :P
Entiendo el desconcierto de tu personaje. El desenlace de la historia, los gritos de placer de Susana (¿en los brazos de su tío Lagarto, tal vez?) me sugieren la idea de lo siniestro, asociada para Freud a la sensación de extrañeza que lo más familiar puede cobrar repentinamente.
¿O es que esta familia es ya un pelín extraña, un pelín siniestra?
Tal vez habría que decir aquí, en el sentido más literal que cobra esa expresión popular, eso de "lagarto lagarto..." :P
¡Un beso, Nosurrender!
No estabas tan desconcentrado como para no notar que Mónica hacía uso de una pasión a la que no te tiene acostumbrado...
Ahora dinos, ¿quién gritaba más fuerte?
Mk, menos mal que Amancio se especializó como mamporrero en caballos y no en moscas y moscones, que seguro que es mucho más difícil… :P
Antígona, la cópula animal es tan poco inocente como la humana: La lujuria puede con todo. Yo creo que sí, que la pervertida de Susana estaba con el tío Lagarto, que se agarraban mucho durante el espectáculo. ¡Menuda familia, no vuelvo! :) un beso.
Lunarroja, gritaba más Susana. Qué lujuria desbordada, que sexualidad voluptuosa, que lascivia provocadora… La próxima vez me iré con ella al zoo, a ver si cae algo.
Y fijate que yo pensaba que lo de repartir mamporros era otra cosa.
Si me lo permites, NoSurrender, discrepo :) A mi entender los animales poseen la inocencia de una inconsciencia cuya profundidad no atisbamos ni a ver, tanto cuando copulan como cuando matan. La lujuria nos pertenece a los humanos, y sólo nuestra mirada la proyecta en ellos, que no pueden entender ni de lujuria ni de falta de ella.
¡Otro beso!
Vaya no sabía yo que el campo podía tener su "atractivo", tendre que invitar a alguna amiga a alguna granja o algo así, a costa de respirar aire fresco y que me de el sol, todo sea por conocer de cerca "ese animal que llevo dentro"
Mk, ahora ya lo sabes. Menos mal que nos aplicado (¿se dice así en español?) para mamporrera tras ver un anuncio en la prensa :P
Antígona, casi me dan ganas de dar la vuelta a tu argumento y decirte que los humanos “poseen la inocencia de una inconsciencia cuya profundidad no atisbamos ni a ver, tanto cuando copulan como cuando matan” Realmente, cada día me cuesta más diferenciar un hombre de un mamífero superior. Un día tenemos que hablar aquí del proyecto Simio, un tema que me interesa mucho. Más besos humanos para ti!
Atikus, si vas a ver la cópula de caballos ¡no te acomplejes! :P
Una bestia así acompleja a cualquiera!!!
Y que Dios lo bendiga.
:D
Una película para Amancio:
"El hombre que susurraba a los carallos"
Y una coz para el Tío Lagarto
;P
Qué heavy, para mi eso son expectáculos para hombres de la era terciaria... con perdón... nunca llegué a entender cómo se puede hacer alarde de la cópula de dos animales...
Pero si a ti te trajo una buena noche, que veo que sí, pues alabado sea el tema.
Gracias por lo del culo, me has dejado mubien en mi bloggggg....
Bsssssssssssssssssss
en fin da gusto venir a su blog y leerle cuando una esta hedonista :)
Nunca sé lo que me voy a encontrar cuando entro en tu blog, y eso lo hace especialmente interesante.
Yo te aconsejaría un Safari con Susana... Puede ser "bestial".
La película sería "Memorias de África".... :)
Besos, NoSurrender.
Hola NoSu,
Vaya aventura en el campo. Yo seguro que habría estado muy incómoda con ese espectáculo, no sé, ¿dónde está la intimidad de los pobres caballos?. Bueno si al menos te sirvió para pasar una noche apasionada, pues bien va!!
Besos
La gente del campo estos acontecimientos los vive con naturalidad y expectación. En una explotación ganadera la intervención humana en la reproducción animal es constante hasta en los mínimos detalles.
Ahora, para los no acostumbrados impresiona, hasta el tamaño;)
jo, acabo de desayunar...
Arcángel, te aseguro que yo, en ciertas ocasiones, podría, incluso, ser más romántico que la bestia :P
Annabellee ¿a los carallos? Jaaaaaaaa.
Maléfica, debe ser todo un espectáculo, sí. La verdad es que nunca lo he visto; soy demasiado urbano y sexualmente centrado, por el momento, en mi propia especie. Besos.
Peggy, el hedonismo hay que cuidarlo ¿eh? ¡Es buenísimo para el cutis!
Helena, creo que me entrarían celos con tanto buitre en un safari con esa señorita. No suelo ir mucho más lejos de Malasaña :) besos.
Mavi, tienes razón. Debería haber escrito algo sobre músicas sensuales de fondo, a media luz :P besos.
Bueno, Marc. Es comprensible la intervención del hombre en la reproducción de sus animales. El problema es cuando las actitudes animales entran en la reproducción humana, que hay cada gallo…
Sintagma, tápate los ojos con las manos… a medias
Dead Flowers de los Rolling!
Que buena!
un abrazo y feliz fin de semana.
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No me tientes, que estoy lejos!!
:D
Itoitz, me encanta esa canción de los Stones. Me acordé del estribillo, cuando dice eso de “take me down little Sussie, take me down”
Rodrigo, gracias por pasarte por aquí. Obrigado. But I’m afraid I’m much more devoted to wet t-shirts
Arcángel, seguro que hay bestias así también tu lado del mundo. Ya me contarás :P
jajjajajaj
es que hasta yo me he puesto cachonda con el cuento!
Suerte Susana...
no sé por qué me vino a la memoria Chicholina
Bueno, yo he pasado noches en el campo, pero nunca alguna así!!! Y ahora, programaré una lo más pronto posible jaja
besos
Ay, Mari, ten cuidado con esas gentes tan rurales :P
Sofía, realmente yo tampoco ;)
Sandra, hay estímulos muy primarios. Pero no trates de imitar nada concreto, mejor.
uyyy cómo se nota el verano cayendo sobre la piedra del laberinto...
un texto muy tuyo, sí señó :)
:***
pd: el sábado bailé con el devil en gijón!! me akordé de ud :)
(juuuu no me deja entraaarrr)
Es lo que tiene lo agreste,...que saca el instinto animal de cada uno,;) y que nos permite "identificarnos"
Sico "picando" de tus aperitivos.
Gracias.
Olimpia,
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