sábado, octubre 30, 2010

Síndrome de Estocolmo


El niño espera que se abra la puerta de salida del cine. Sabe que nadie reparará en él porque no abulta mucho y porque los niños que andan contra corriente son cosa normal en las salidas de los cines.

Una vez dentro, sólo tiene que esconderse hasta que la sala esté llena otra vez. Es fácil. Aunque el corazón le da golpes contra el pecho con tanta fuerza que le extraña que las limpiadoras no lo descubran por el ruido.

Le fascina el cartel que preside la fachada del cine anunciando esta película: una mujer con una mirada inquietante fuma tumbada sobre una pequeña cama. Tiene las piernas alzadas, como si estuviera jugueteando con ellas, mientras sostiene un libro boca abajo con la mano abierta. Enfrente de ella, sobre la sábana de color rojo, descansa una pistola plateada. Al principio, el niño pensó que se trataba de una película para niños, pues las letras del cartel son como las de sus comics. Pero no, es una película para mayores y tiene que colarse si quiere verla.

El niño escondido espera nervioso que pase el tiempo. Nunca ha visto una película de mayores, nunca hace nada sin el permiso de sus padres. La emoción de la novedad, unida a la de la desobediencia, mantienen su adrenalina en el límite. Está alerta; no lo sabe, pero se siente vivo.

Por fin la sala empieza a llenarse de gente. Al final, el niño se escurre entre las butacas y se sienta en una de ellas. Emocionado, no pierde detalle. Se siente bien. En la pantalla un chico habla con una chica en una cafetería. Sacan dos pistolas.

-Te quiero, Pumpkin...

-Te quiero Honey Bunny.....

Entonces ella se levanta, empuña la pistola y la mueve de un lado a otro de la cafetería.

- Todo el mundo quieto, esto es un atraco. Y como algún jodido capullo se mueva, ¡¡me cago en la leche, me pienso cargar hasta el último de vosotros!!

Pero lo bueno nunca dura mucho. Prendido por las imágenes de la pantalla, el niño no se da cuenta de que un gigantón con una linterna se le acerca. Ya no está alerta: los descuidos se pagan. Ya nunca sabrá qué había en el maletín.

La linterna lo alumbra. El niño salta en su butaca, el corazón parece querer escapársele por la garganta. El gigante lo agarra del brazo con pocos miramientos y lo arrastra en silencio fuera de la sala.

Se acabó la aventura. El niño tiembla y mira la cara severa del acomodador; nunca en su vida ha visto un hombre tan grande. Le pregunta su nombre y el niño se lo dice. Le pregunta si se sabe el teléfono de su casa. El niño lo sabe. Agarrándolo por la nuca, el gigante conduce al niño hasta una puerta. La abre. Es una sala pequeña, alargada, estrecha y mal iluminada donde se amontonan fregonas, trapos del polvo y cajas. Con mirada severa y voz áspera, dice:

-Te quedarás aquí hasta que llegue tu padre. Y no quiero ni oírte toser.

El niño asiente con la cabeza, paralizado por el miedo y la vergüenza. Ni siquiera se atreve a llorar. El dolor del orgullo herido no es de los que se consuelan llorando. Se acerca a la puerta e intenta mover el pomo. Es inútil. Está encerrado. El espacio parece encogerse a su alrededor.

El tiempo pasa despacio entre las escobas y los cubos. El niño curiosea entre las cajas, pero no hay nada. Lee las etiquetas de los productos de limpieza. Todas iguales.

De repente, la puerta se abre, provocándole otro sobresalto. El gigante aparece en la puerta. Serio, enfadado. Pero le trae un refresco y una caja de palomitas. Se le queda mirando, el niño tiene entre las manos una botella grande de lejía.

-Ni se te ocurra beberte eso- le dice.

-No, no...- contesta el niño con un hilo de voz. -Sólo estaba leyendo la etiqueta.

-Así que leyendo, eh... Al pequeño gamberro le gusta leer.

El niño asiente con la cabeza, incapaz de contestar de otro modo. El gigante vuelve a cerrar la puerta sin decir nada más. El niño ataca las palomitas mientras lee unas instrucciones de aspiradora. No lleva ni tres puñados cuando el gigante vuelve a aparecer en la puerta. El niño ya no se sobresalta. El gigante trae en la mano un libro: El Conde de Montecristo. Se lo alarga al niño, que lo coge mirando a la cara al hombre. Ya no le parece tan temible. El gigante vuelve a marcharse, dejando a su rehén otra vez encerrado y solo.

Ahora el tiempo pasa más rápido. Cuando la puerta vuelve a abrirse, el niño tarda en darse cuenta. Hace rato que no tiene miedo.

-Tu padre está aquí. Puedes salir.- Al pasar delante del gigante, el niño le devuelve el libro. El gigante lo coge y sale detrás de él.

El padre está en medio del vestíbulo del cine, iluminado por todas las luces, con cara de enfado y preocupación. El niño sabe que le espera una buena reprimenda. Se la merece. Suspira resignado.

-Disculpe las molestias - dice el padre al gigante. Nunca había hecho una cosa así.

-Es un buen chico -responde el acomodador. -Ojalá se comportaran tan bien todos los gamberros que nos visitan.

El niño no tiene mucho que decir. Mientras su padre agradece al gigante la llamada y el interés, el gigante le echa un par de miradas de reojo. Cuando van a irse, el gigante dice:

-Eh, gamberro. -El niño se da la vuelta y lo mira, asustado otra vez. -¿Te estaba gustando el libro? -El niño asiente. -Ven aquí.

El niño le pide permiso en silencio a su padre con la mirada. El padre le empuja un poco por la espalda. El niño se acerca al gigante, que se agacha para ponerse a su altura.

-Llévatelo. Y cuando lo acabes, me lo traes de vuelta.

El padre y el hijo salen del cine de la mano. El niño no escucha lo que el padre le va diciendo. Al cruzar la puerta, mira hacia atrás. El gigante, desde el vestíbulo, le guiña un ojo. Desde el fondo de la sala de proyección llegan unos gritos terribles y el sonido de una moto que arranca.

-Zed está muerto, nena – le da tiempo a escuchar al niño.






Un libro para el gamberro: El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas

Una película para el gamberro: Pulp Fiction, de Quentin Tarantino

Una canción para el gamberro: Misirlou, de Dick Dale & The Del Tones


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49 Comments:

Blogger RBC dijo...

Es posible desarrollar una corriente afectiva entre los involucrados, en este caso sucedió entre el niño y "el gigante".

Lo que demuestra que ante una difícil o complicada situación, la persona es capaz de mostrar el lado más humano que fluye muchas veces casi inconcientemente, aún a pesar de estar en el lado de dominancia o control.

Me remito a una frase puntual "nada de lo humano nos es ajeno"

Buena entrada NoSurrender!
abrazoss

octubre 30, 2010 2:07 p. m.  
Blogger Juan Antonio H. dijo...

La trama del niño y el acomodador es de una humanidad que ya no
se estila, ahora el niño iría directamente a la comisaría, traumatizándolo para el resto de su vida, ¡que grande eran aquellos acomodadores!
Una historia de guión de cortometraje.
Y me permito recordar una película…..Cinema paradise
Juanan

octubre 30, 2010 2:13 p. m.  
Blogger Food and Drugs dijo...

Pues estaba elaborando yo también un cuento con una temática parecida, porque admitámoslo, una sala de cine es el mejor caldo de cultivo que existe para todo aquello relacionado con la imaginación y los sueños.
Te felicito por tu relato porque aborda una situación enormemente trascendental como es la necesidad de que las distintas generaciones nos relacionemos a través de la cultura. Es el camino correcto, a mi juicio, y la lástima es que a ciertos niveles no se insista en lo mucho que tiene de positivo.
El niño que quiere aprender por su cuenta y el adulto que quiere enseñar aquello en lo que cree, confluyen maravillosamente en una zona neutral, en ese trastero lleno de productos de limpieza, y ambos salen reforzados de ese conocimiento mutuo.
Saludos
:-)

octubre 30, 2010 4:13 p. m.  
Blogger David dijo...

Hola, Lagarto:

Qué acertado. Todo espectador y todo lector padecen el síndrome de estocolmo "voluntariamente y con mucho gusto". Me da a mí que el Conde de Montecristo no le dejará salir a ese niño de su cuarto durante los próximos días. Y él sufrira encantado, seguro, ese segudno secuestro.

¡Saludos!

octubre 30, 2010 9:31 p. m.  
Blogger Merce dijo...

Una frase para Gigante: Puedo ser un cabrón, pero no soy un puto cabrón. -Seth Gecko, en "Abierto hasta el Amanecer"-

octubre 30, 2010 11:18 p. m.  
Blogger Carlos Caillaux dijo...

Dr Lagarto, siempre la lectura de sus envíos es un verdadero deleite, en este pequeño relato Gigante y Gamberro nos muestran con sutíl finura y encanto el tránsito de las emociones que el título advierte.

Saludos.

octubre 31, 2010 1:25 a. m.  
Blogger Tesa dijo...

No me gustó Pulp Fiction, sin embargo seguí, disfrutando, las dos partes de Kill Bill, como si leyese un comic de acción.
Del Conde de Montecristo conservo una edición muy antigua. Me encanta.

Los libros son el motivo por el que no hace falta colarse en el cine.

Besos Lagarto.

octubre 31, 2010 2:15 p. m.  
Blogger Gemmayla dijo...

"El síndrome de Estoeselcolmoniñocomotecuelasenunapelidemayores" no sé por qué me da por barruntar que se trata de un entrañable relato autobiográfico. Te imagino a ti NoS. de niño colándote en el cine y viviendo esta experiencia. Tal vez esté equivocada y sea una pura especulación mía, pero seguro que eras un niño inteligente a la par que curioso y capaz de osadías infantiles que a otros niños asustarían.
Mis amigas y yo lo que hacíamos era escondernos en los baños de los cines y repetir sesión. Aquello ya era toda una aventura singular, pero lo de colarnos en una peli de mayores, jamás de los jamases se nos pasó siquiera por la imaginación. ¡Qué ñoñas éramos, juasjuas !

Enhorabuena por este post que nos hace rememorar las sesiones cinéfilas de nuestra infancia. También me ha hecho recordar el más conocido de estos casos, el de la millonaria Patricia Hearst que se unió al Ejército Simbiótico de Liberación californiano. Todo un mito para la juventud de aquel entonces.

Besos

octubre 31, 2010 3:35 p. m.  
Blogger Makiavelo dijo...

Todos hemos sido alguna vez un poco gamberros.

Gamberros lectores son de agradecer.

Emociona.

Saludos.

noviembre 01, 2010 11:45 a. m.  
Blogger Zorro de Segovia dijo...

¡qué gran aventura! lo que disfrutará contándolo en el cole al día siguiente, aunque sólo sus mejores amigos le crean

noviembre 01, 2010 8:07 p. m.  
Blogger Miss.Burton dijo...

La curiosidad de ese niño es la luz de una generación. Ya quisiera conocer muchos niños de esos, que se juegan la vida para tener acceso a aquello que los turba. No está bien, claro... nada está bien.... El buen cine debería ser clase obligatoria en las escuelas, y los diálogos de Tarantino, geniales, y que hablan de verdades cmo templos, en lenguajes descifrados, deberían ser escuchados, no una, sino varias veces. Flipo con sus películas, tengo mis favoritas, y algunas que me decepcionaron un poco, pero el denominador común, es la brillantez, y palabras escupidas que te dejan en el sitio.
Es un capullo muy listo, y además, con muy buen gusto musical, un dj acojonante.
Yo también me colaba en el cine, tantas veces, con diez y once años... ni te cuento las pelis que me vi de esas de mayores... Y valió la pena, se abrieron pasos que permanecían cerrados, y mas preguntas, y mas darle a la cabeza, en definitiva, activar el cerebro con cualquier cosa, y si es de nivel, mejor.
Un besazo, muy tarantino eso del gigante y el niño, y la sala de cine...

noviembre 01, 2010 11:28 p. m.  
Anonymous PazzaP dijo...

A 'El lagarto en tu laberinto' por 'La atracción del fracaso'. Enjundia por todos lados; y a pesar de la multitudinaria acogida de sus entradas, se esmera en contestar a todos. Me gusta este sitio. Y causalmente he venido a caer en ésta, que es la primera que le leo y... desde el plexo solar me subió hacia la garganta una cosa anudada, pero tierna y agradecida... Ya me hubiera gustado encontrarme en mi infancia con un adulto como ese, al menos uno. Tal vez me pida que se me implanten algunos recuerdos así, que hoy me serían muy útiles cuando la neurosis aprieta.
Con espíritus como el suyo sí que dan ganas de no rendirse. Gracias muy de veras.

noviembre 02, 2010 12:39 a. m.  
Blogger Marga dijo...

Hay gamberradas francamente productivas... aunque en la realidad el mocoso se hubiera llevado un buen tirón de orejas. Yo recuerdo a los acomodadores de mi infancia como tipos mal encarados, qué le voy a hacer... jajajaja.

Un relato chulo.

Besos con palomitas!

noviembre 02, 2010 8:48 a. m.  
Blogger Mcartney dijo...

Lizard:
Buen comienzo para una película de una película.

noviembre 02, 2010 12:16 p. m.  
Anonymous Beatriz dijo...

Hacía tiempo que no entraba en tu blog, ya me puse al día, gracias por tu comentario. La historia me gustó, denota una cinefilía profunda. Relato sobre empatías.

noviembre 02, 2010 5:03 p. m.  
Blogger Soy ficción dijo...

Sí, ojalá todos los gamberros fueran como este. Casi perdí la esperanza en la niñez, qué mal está el patio!

Le gustará el libro, quizás sea el comienzo de muchas cosas.

noviembre 02, 2010 5:20 p. m.  
Anonymous El peletero dijo...

Me imagino que en la vida hay límites y medidas, que a veces exageramos o nos quedamos cortos, que nos pasamos de la raya o que no llegamos.

¿Cualquier relación de simpatía entre dos seres humanos es siempre identificable como “Síndrome de Estocolmo”?, si así fuera, yo no lo descarto, significaría que nuestra vida social es una cuestión de supervivencia casi física e, indudablemente, psicológica. ¿Es así?

En tu historia el “amable” es el secuestrador cuando en el famoso síndrome quien desarrolla la simpatía es el secuestrado.

Saludos.

noviembre 02, 2010 6:45 p. m.  
Blogger panterablanca dijo...

Algunas veces, las mejores cosas empiezan de mala manera. Y otras veces, lo que parece un principio maravilloso se convierte en una vivencia terrible. La vida, juguetona, se complace en dar estos giros repentinos.
Besos de pantera.

noviembre 02, 2010 7:16 p. m.  
Blogger PSYCOMORO dijo...

Brillante homenaje a las buenas historias, Lagarto; porque eso es lo que somos, después de todo, adictos a las leyendas que nos quedan por descubrir. Muy bueno. Saludos.

noviembre 02, 2010 11:23 p. m.  
Blogger MK dijo...

'curiosity killed the cat' dicen , y por eso los gatos tienen siete vidas.
Sin la curiosidad ya nos hubiéramos extinguido , bueno , sin la curiosidad y sin la ilusión.
Me ha encantado y me ha atrapado el relato , Lagarto.
Todos los cinéfilos de pro ,hemos tenido alguna vez nuestro momento "Cinema Paradiso".
Respecto a la elección de la película la celebro también. Tarantino ha sabido crear siempre los personajes más extrañamente seductores e inquietantes a la vez.
Al Señor Lobo me remito..

Y que me dices del criogénico Christopher Walken en el papel de veterano del Vietnam y la história del puñetero reloj?.

Besos cinéfilos!

Siento que toca revisar ya una otoñal de Woody Allen , verdad?

noviembre 03, 2010 10:24 a. m.  
Blogger Raquel dijo...

Entrañable relato, sobre todo por el ambiente creado. Ese gigante de buen corazón y lector de Dumas al final se hace querer.
Saludos.

noviembre 03, 2010 8:23 p. m.  
Blogger Antígona dijo...

Los seres humanos sentimos una intensa atracción por todo aquello que nos está vedado o prohibido, y ya desde luego desde bien niños, a los que tantas cosas se les niegan por su inmadurez para encajarlas o comprenderlas. No lo voy a criticar, por supuesto, es lo que se debe hacer, pero no esperemos entonces que el niño se conforme con la prohibición y no pretenda transgredir los límites impuestos. Cuando, además, semejante transgresión y desobediencia a los dictados paternos y maternos forma parte de su propio proceso de maduración. Ya lo decía Freud: en algún momento, hay que matar al padre.

Me gusta esta versión moderna del gigante de los cuentos infantiles porque, como en algunos de esos cuentos, los gigantes no son lo que parecen y sí mucho menos terribles de lo que uno se imagina. Es más, ya me hubiera gustado a mí, de haberme colado en un cine de pequeña, haber sido pillada por un gigante como ése, amable, sensible y dispuesto a satisfacer la curiosidad del niño en terrenos más adecuados para su edad.

He visto Pulp fiction y aunque me gustó, poco de ella se ha quedado en mi memoria. Síntoma a mi juicio inequívoco de que, por desgracia, esa peli de Tarantino no me dice tantas cosas como les dice a otros. Y eso que reconozco que muchos de sus diálogos son geniales. Ahora, de lo que sí que me acuerdo es de que no sólo el niño no sabrá nunca lo que había en el maletín ;)

Un beso, doctor Lagarto!

noviembre 07, 2010 12:55 p. m.  
Blogger Diana H. dijo...

El cuidador era un impostor: era Shrek, escapado de su peli.
Tanta identificación con ese niño aventurándose con los límites me hacen dudar del fin de mi propia infancia. ¿Será para preocuparme o agradecerlo? ¿No tendrá un turno para mí la semana entrante? :)
Lo disfruté mucho. Hay algo en tus textos que se repite y me encanta. Por eso vuelvo.
Besos, Lagarto.

noviembre 07, 2010 2:47 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

RBC, me ha parecido interesante lo que dices. Porque nunca he pensado que todos los seres humanos puedan actuar así, sobre todo viendo experimentos tan conocidos como los de Zimbardo... en fin, supongo que aún estamos lejos de conocernos bien. Abrazos!



Juanan, gran película traes, sí. En cuanto a esta historia, se trata de la revisión de un relato corto que escribimos hace un tiempo k y yo para un concurso en la red en el que, creo recordar, no nos comimos nada. Gracias y un saludo!

noviembre 07, 2010 9:12 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Food & Drugs, desde luego, hay cosas que no pueden pasar de moda y que siempre llegarán a las emociones de los niños.

Dumas me parece sin duda una de ellas, así como la fascinación por la violencia. Siempre hay maneras de focalizar el aburrimiento infantil.

Salud!

noviembre 07, 2010 9:12 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Tienes razón, Arturo, seguramente el secuestro de Dumas será más largo que el del Gigante. También El conde de Montecristo habla d un secuestro. Así que tenemos una historia donde el secuestro aparece en tres niveles. Salud!




Ja ja, Merce. Tarantino es genial en los diálogos, sin duda. No sé si Gigante encajaría en alguna de sus películas. Yo le veo más en una de los hermanos Cohen, que también tienen diálogos geniales. Besos!

noviembre 07, 2010 9:13 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Gracias por tus palabras, Carlos. La historia la escribimos hace unos años k y yo para un concurso en la red en el que el título era la condición. Salud!




Tesa, a mí me gustó más Pulp Fiction que cualquier otra de Tarantino. No sé por qué, pero tengo una buena relación con esa historia tan trenzada de personajes tan fríos como salvajes. Y qué gran música. Besos!

noviembre 07, 2010 9:13 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Gemmayla, fue una historia que escribimos hace tiempo entre k y yo, no hay nada autobiográfico... aunque siempre hay cosas que no podemos evitar que afloren a nuestra parte consciente de una manera o de otra.

Si es cierto que vi alguna película para mayores que me soliviantó, pero lo que más recuerdo con escándalo respecto a las cosas de mayores fue leerme una pobrísima novela de Marsé que alguien regaló a mi madre, La muchacha de las bragas de oro (la novela, no mi madre) :)

Besos!

noviembre 07, 2010 9:13 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Makiavelo, quizás lo más gamberro sea leer. Sobretodo en los tiempos que corren, ay. Gracias. Salud!



Zorro, pero que no cuente que le interesó la novela de Dumas, no sea que caiga su popularidad en el colegio :) Salud!

noviembre 07, 2010 9:13 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Miss Burton, me gustaba más el primer Tarantino, la verdad. Pero no creo que su brutalidad pop sea la mejor opción para un niño como el de esta historia :) La violencia con sentido del humor siempre es un atractivo para los niños, los míos están enganchados a El gran Lewobsky, la ven cada dos fines de semana. Besos!



Pazzap, gracias por tus palabras. La atracción del fracaso es una buena parada para el viaje internauta, ya lo creo. Lo tomo como un cumplido. Me alegro de que te haya gustado la historia, y te la paso a tus recuerdos ahora mismo. claro que sí. Gracias por pasarte por aquí y un saludo!

noviembre 07, 2010 9:14 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Marga, supongo que los personajes de ficción a veces tienen difícil cabida en la realidad, porque si no, no sería interesante o inquietante la historia. Si nos gusta Pulp Fiction es porque no es normal encontrar personajes como el señor Lobo todos los días. Y me temo que el cansancio del trabajo y la sensación de explotación no deja mucha capacidad de empatía con los gamberros a los acomodadores de la realidad. Besos!



Mcartney, es bueno mezclar niveles, sí, me has recordado a la Noche americana, de Truffaut. Cómo me gustó esa película. Salud!

noviembre 07, 2010 9:14 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Beatriz, aquí el cine viene y va, pero siempre tiene su sitio. Este lagarto no sería lo mismo sin todas las películas que han pasado a formar parte de él. Gracias!




Soy ficción, es un gran libro para empezar, Dumas lo es en general. No puede pasar de moda. El patio está mal, pero nosotros podemos decorarlo. Besos!

noviembre 07, 2010 9:14 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Peletero, es sólo un relato, no pretende definir categorías. Pero, ahora que lo dice, quizás ese síndrome de Estocolmo se da en más ocasiones de las que estamos dispuestos a confesar. En un secuestro podemos percibir clarísimamente la supresión de la dignidad del secuestrado, pero en otras ocasiones de la vida quizás asumimos esa carencia de dignidad sin problema, e incluso veneramos a nuestros ladrones de dignidad (jefes, políticos, padres...).

En cualquier caso, la referencia al síndrome de Estocolmo es irónica en este relato. El niño está asustadísimo con el gigante en un principio, pero según avance su vida (si Dumas cumple) irá queriendo más a su carcelero.

Salud!

noviembre 07, 2010 9:15 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Pantera, me has recordado una frase que le oí a Garci en una de sus tertulias sobre cine, “la vida nunca es como pensamos que es”, por lo que cada vez que nos decimos “cómo es la vida”, resulta que tampoco nos estamos enterando de cómo es :) Besos!



Psycomoro, claro que sí. Y ya nosotros mismos somos historias, a veces llenas de ruido y furia, a veces no tanto. Depende de quien nos cuente :) Salud!

noviembre 07, 2010 9:16 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Mk, me alegro de que celebres la película, con su señor Lobo y su reloj de Walken, qué gran película. Hace poco, para estrenar el otoño, volví a ver Stardust Memories, no es la mejor de Allen, pero quizás hable de ella un día de estos. Besos!



Raquel, el ambiente viene dado cuando puedes visualizar lo que tienes, sobre todo cuando se escribe a dos manos, como fue este relato. Dumas y Tarantino, además, ayudan mucho. Extraña combinación :) Besos!

noviembre 07, 2010 9:16 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Doctora Antígona, supongo que traspasar barreras en busca de lo prohibido es parte de nuestro propio proceso de maduración. Puede que no todos los niños se colaran en pelis de mayores, pero seguro que cotillearon algún libro con título prohibido, o escucharon esas conversaciones de mayores que nos estaban vetadas, siempre con la idea de “matar el padre” en terminología freudiana. Claro que sí.

Supongo que el gigante, como todo, es lo que percibe quien lo tiene delante, en este caso el niño. No sé si está bien resuelto en el relato, pero el gigante es el mismo siempre y sólo varía la percepción que de él tiene el niño en un viaje que hace él mismo. Quiero decir, somos nosotros, como niños, los que hacemos gigantes buenos o malos en función de lo que recibimos de ellos.

Pulp Fiction no es una película que guste a todo el mundo, por lo que entiendo que a usted no le llamara especialmente la atención. Pero quizás si, dentro de unos años, le vuelve a dar otra oportunidad, acabe queriéndola un poco más.

Besos, doctora Antígona!

noviembre 07, 2010 9:16 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Ja, ja, me ha gustado la imagen de Shrek, Luzdeana. Sí, creo que los guionistas de Shrek buscaban algo parecido con su ogro.

No dudes de tu infancia; sea verdad o mentira, que eso da igual en los recuerdos, es la tuya.

Besos!

noviembre 07, 2010 9:17 p. m.  
Blogger O SuSo dijo...

Gran película para colarse, siendo o sintiéndose niño gamberro...
Muy buen post!!
Saludos

noviembre 07, 2010 10:25 p. m.  
Blogger MBI dijo...

Esta vez dejo las sugerencias,
me estoy reformando.

noviembre 08, 2010 9:25 p. m.  
Blogger Miss.Burton dijo...

Bueno, la cultura pop de este señor creo que sería buena para todos, niños, adultos, ancianos... toda la peña. Que luego sea fuego el que escuchen palabras que sus cabezas puede malinterpretar, ó que no tienen los códigos para comprenderlas, eso ya es otra cosa.
A mi tampoco me gusta el Tarantino de ahora, que gusta de efectos especiales de muchos euros. Sus efectos especiales, siempre estuvieron en sus palabras, en esos diálogos de lso que hemos disfrutado tanto...
Y bueno, que tiene un ojo con los actores que no veas...
En fin, me alegro que tus niños disfruten del Gran Leboski, es una peli molona.
Besos¡

noviembre 10, 2010 10:42 p. m.  
Blogger Miss.Burton dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

noviembre 10, 2010 10:42 p. m.  
Blogger Miss.Burton dijo...

Borré el comentario anterior, mi energía y hostiazos al teclado lo duplicó... ya sabes, cosas que le pasan a una.

noviembre 10, 2010 10:43 p. m.  
Blogger JOAKO dijo...

Yo sé lo que había en el maletín...un rifle para cazar leones en escocia.

Libro pare el gamberro: cualquiera del negro´s de Dumas..."Veinte años después"(por ejemplo)

Película para el gamberro: "Los rompepelotas" de Bertrand Blier

Canción para el gamberro: "Je T'Aime Moi Non Plus" de Serge Gainsbourg y Jane Birkin

noviembre 12, 2010 12:25 a. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

O Suso, me encantó esa película. Tiene una estética especial, de alguna manera supone un antes y un después en la manera de contar ciertas historias en el cine. Gracias por pasarte por aquí!



MBI, no te reformes, todos los vicios son buenos :) Besos!

noviembre 13, 2010 12:03 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Miss Burton, tienes razón, el secreto de Tarantino (al menos en sus primeras películas) está en los diálogos.

Un día, hace unos años, estaba yo cenando en París, en el barrio Latino, por cosas de trabajo. Allí, como todo el mundo sabe, las mesas están pegadísimas unas a otras. Así que pude fijarme en el tipo que casi me daba codazos comiendo en la mesa de mi derecha. Y cuando miro mejor, me doy cuenta de que es el mismo Tarantino, que estaba con una chica. Cuando me fijo mejor en la chica, veo que es Sofía Coppola. Joé, no podía dejar de escuchar su conversación :)

Besos!

noviembre 13, 2010 12:04 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Joako, pues eres el único que logró saber lo que había en el maletín :) me encantó ese macGuffin que nos arrancó a todos los espectadores la misma tonta pregunta. Genial.

Por cierto, Joako, este post lo inspiraste tú, con ese debate que tuvimos en tu página sobre el descubrimiento de la lectura en la adolescencia.

No conozco la película, tomo nota.

Salud!

noviembre 13, 2010 12:04 p. m.  
Blogger JOAKO dijo...

¡joder!
Pués me alegro mucho de ser tu "musa" es un honor.

noviembre 13, 2010 12:23 p. m.  
Blogger ana dijo...

Inquietud asociado al descubrimiento de la lectura. Magnífico el relato.

Y sí, cuando un día en tu vida te cruzas con un gigante, jamás se te olvidará su sombra. Jamás.

Saludos!!!!

noviembre 14, 2010 3:29 p. m.  
Blogger estonoesunblogdehistoria dijo...

Gran descubrimiento este blog!!!
Me gustan casi todas las entradas que he leído!

noviembre 19, 2010 10:03 a. m.  

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