martes, febrero 27, 2007

Metro de Madrid informa

En 1938, la sirena que anunciaba el ataque aéreo sonaba como el llanto de un niño hambriento y se perdía en el ronroneo, cada vez más nítido, de los motores de los aviones que sobrevolaban Madrid.

Los madrileños se dirigían entonces con rutina a los sótanos de los hoteles, a las negras bocas del metro y a los espacios habilitados por las milicias en los edificios públicos para protegerse de la muerte que el aullido anticipaba. Con la tranquilidad que proporcionaba la costumbre de la guerra, algunas personas esperaban en la calle hasta que aparecían los plateados reflejos en el cielo azul.

“Son alemanes, estos tienen mejor puntería” dijo Evelio mientras liaba un cigarrillo con cansancio.

La boca del metro engulló a cientos de paseantes en la Gran Vía mientras el susurro de los motores se convertía en estruendo en el cielo. Evelio bajó con calma y se dirigió al andén sur, dónde solía encontrar a sus amigos siempre que se presentaban estas circunstancias.

Se sentó en las frías baldosas e invitó a tabaco a Don Agustín. Cruzó los brazos y perdió la mirada en un cartel de vivos colores en el que una gitana asomaba su mirada de azabache y un rizo negro por encima del hombro desnudo para anunciar un jabón con poderes medicinales. Don Agustín no tenía muchas ganas de hablar aquella mañana y mantenía la mirada fija en el candil; sería una macabra broma del destino que lo mataran los suyos, los nacionales.

El techo abovedado del subterráneo se llenó del eco tenue del enjambre de aviones que abrían ya sus vientres para soltar su macabra carga. Todos callaban cuando se empezaron a escuchar los primeros silbidos.

Don Agustín bajó la mirada y miró sus botas negras de suela gastada. “Se aleja” dijo “eso va a caer por Argüelles”

Tembló la tierra con la explosión de aquel primer obús y tras ese temblor vinieron muchos más. Primero se escuchaba un pitido lejano que aumentaba en intensidad para luego atenuarse, mientras ya empezaba a crecer un nuevo silbido amenazante.

“Esto ha sido más al norte, Don Agustín. Quizás en Fuencarral” comentó Evelio fijando la mirada en el pequeño respiradero enrejado y polvoriento que presidía el centro del techo del andén. Entre los hierros se adivinaba un cielo cercano e imposible.

El último silbido que Evelio escuchó se prolongó eternamente en el tiempo haciéndose más y más potente y no llegó a atenuarse nunca en la lejanía.

A la caída de la tarde los voluntarios de la Cruz Roja desescombraron el andén de la estación de Gran Vía, donde una bomba certera había atravesado el respiradero, como un cuchillo lo hace con la mantequilla, para llevar su carga de muerte estúpida a un número indeterminado de personas que nunca se pudo precisar.

Sobre los amasijos de hierros polvorientos, un periodista americano fotografió el Infierno, fijando su objetivo en unas botas negras desgastadas que sobresalían ensangrentadas de un pesado bloque de hormigón.






Una canción para el metro de Madrid: Downtown train, de Tom Waits

Una película para el metro de Madrid: El columpio, de Álvaro Fernández Armero

Un libro para el metro de Madrid: Viaje al fin de la noche, de Ferdinand Céline

21 Comments:

Anonymous Anónimo dijo...

En muchos casos una imagen vale más que mil palabras, y la instantánea de ese fotógrafo es el retrato absoluto de la hecatombe en toda su dimensión.

Precioso y descriptivo.

Un saludo.

febrero 27, 2007 6:22 p. m.  
Blogger Mandarina azul dijo...

¿Me quieres devolver a las bodegas?
Uf...

febrero 27, 2007 6:31 p. m.  
Blogger Ciudad burbuja dijo...

Gracias por tu blog, no se puede decir más.

febrero 27, 2007 9:30 p. m.  
Blogger Javier Luján dijo...

Fabuloso libro el de Céline, por cierto.
Mi abuela me contó cosas de los bombardeos de Madrid y realmente eran escabrosas, de auténtica pesadilla.
Esperemos que nunca más se vuelva a repetir, ni aquí ni en ningún lado.
un saludo.

febrero 27, 2007 10:03 p. m.  
Blogger Portarosa dijo...

Magnífico, No, me ha parecido muy bueno.

Un abrazo.

febrero 27, 2007 10:58 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Itoitz, no sabes hasta qué punto esa foto es parte de mi rutina diaria. Menos mal que los tiempos han cambiado.

Madarina, esta bodega está peor servida que la de nuestro barco y marea más a según qué horas ;)


Maria catarata, gracias por venir. Tienes un pie muy sexy ;)

Claro, capitán. Celine es un monstruo de la literatura del sXX. En ese libro los bombardeos que describe son especialmente increíbles. De su repaso vino este texto.

Gracias Portorosa. Pero no se levante, no se levante...

febrero 28, 2007 9:35 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Me pregunto cuántas noches así pasaría mi abuela. Nunca nos quiso hablar de ello.

febrero 28, 2007 10:01 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

el mayor riesgo que corremos es el olvido... ya vamos por la tercera generación que no ha vivido direktamente la guerra, y creo que por mucha cultura que haya versando del tema, no se entiende como algo real en la vida de uno.

no se pasa hambre, no se pregunta a los abuelos, no se vive con miedo, no se pierde familia un día cualquiera porke sí... no no no...

mi abuelo pasó varios años en un campo de concentración en una playa francesa. era minero, y aún hoy no sé de ké "color". creo que de ninguno en especial.

besos s.o.s.
mé tri cos

k.

febrero 28, 2007 10:06 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Como siempre has conseguido erizarme los pelillos del brazo.

"Memoria" como prevención contra la repetición.

Besos

febrero 28, 2007 12:21 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Es que la bombas no entienden de bandos, allá donde caen matan por igual...¿qué necesidad hubo de inventarlas?... aunque al hombre, con su afán destructivo, cualquier cosa le sirve...

Algún día tengo que ir a Madrid.

;)

febrero 28, 2007 1:06 p. m.  
Blogger Z... dijo...

Viaje al fin de la noche va perfecto aquí.

febrero 28, 2007 1:40 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Chiado, el que nunca quisiera hablar de ello, yo creo que nos da una pista del horror y los traumas acumulados por esa generación. Mi abuela tampoco habla nunca.

Klaudia, somos una de las generaciones más pijas que han existido nunca, desde luego. Pero aunque no la vivamos en el centro de nuestras concretas ciudades, hay una guerra en Irak y aún no la hemos parado.

Mavi, menos mal que son los de los brazos ;) gracias

El odio no entiende de bandos, durrell. Por eso me parecía bien que le mataran “los suyos” en esta historia.

Z, es una gran novela de un gran autor injustamente tratado en el sXX. Me alegro de que le conozcas.

febrero 28, 2007 1:48 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

No Surrender se me ha quedado un poquito de frío en el alma. He recordado a mi abuelo, que tampoco hablaba nunca de la guerra civil ni de los años que pasó en la cárcel despues. Si que mi madre me contó muchas veces como el resto de su vida vivió con un extraño miedo pegado al cuerpo, miedo a hablar alto, miedo a pisar fuerte y un deseo de pasar de puntillas por la vida. Un abrazo.

febrero 28, 2007 2:06 p. m.  
Blogger Isabel Burriel dijo...

La casa de mi madre estuvo ocupada por uno de los bandos durante un tiempo. Se dejaron de todo. Pero sobre todo dejaron marcado a mi abuelo porque mataron a su hermano, delatado por un vecino.
Ojalá, nunca jamás se vuelva a repetir nada parecido. No dejemos que los ánimos se crezcan ni que los políticos den alas a los enfrentamientos.

febrero 28, 2007 4:14 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Un abrazo, ladydark. Brindemos por todo el dolor de todos los abuelos. Como decía Joyce, los muertos viven en el corazón de los vivos. Como dice el prólogo de Por quien doblan las campanas –Hemingway, por cierto, vivió la guerra española desde el hotel que tengo ahora frente a mi ventana-, “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de la tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; y, por consiguiente, cuando alguien muera, no preguntes por quien doblan las campanas: están doblando por ti”.


Interrogación, fueron tiempos horribles. Estoy contigo; no es justo tanto enfrentamiento radical, tanta bandera, tanto revisionismo, tanto adjetivo doloroso para nuestra historia. Redimamos, regeneremos. Love and peace ;)

febrero 28, 2007 5:59 p. m.  
Blogger Mandarina azul dijo...

lagartijo, si te apetece, echa un vistazo en A tontas y a locas a su entrada del día 23 de enero, su título es "Abuelo". Desde luego que nadie es una isla, desde luego que los muertos viven en el corazón de los vivos.

Un beso.

febrero 28, 2007 8:01 p. m.  
Blogger MALEFICABOVARI dijo...

Fueron a casa del abuelo de mi madre, en la puerta lo mataron. No te cuento mas... demasiado duro para ellos, yo no tuve que vivirlo, gracias a dios. Somos unos privilegiados, no nos damos cuenta, no hemos pasado nada y todo el día quejándonos... a veces mirar el pasado sirve para quitarnos un poco el barniz de egoísmo con el que salimos impresos el día que nacimos.
Tengo algo para ti:
UNA CANCION PARA TI:
Blister in the sun, Violent Femmes.
UN LIBRO:
La insoportable levedad del ser, Milan Kundera.
UNA PELICULA:
Martín Hache.
Te pienso así y me salen estas recomendaciones, supongo, equivocadas, pero muy aconsejables.
La invasión de los ultracuerpos... tremendaaaaaaaaaaa¡¡

febrero 28, 2007 9:43 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

He leído, mandarina. Hay cosas que no debemos olvidar. Me has emocionado. Un beso

Maléfica, es horrible vivir con eso el resto de los días. Está en nuestra mano que nunca pase más. Gracias por las recomendaciones. No sé cómo me pensarás, espero que bien. Aunque te advierto que no soy un melenudo ;)

febrero 28, 2007 10:37 p. m.  
Blogger atikus dijo...

No debemos olvidar el pasado. Paso todos los días entre las estaciones de Iglesia y Bilbao creo que estan haciendo una reconstrucción de lo que fué la antigua parada de Chamberí en la linea 1.

marzo 01, 2007 6:30 p. m.  
Blogger Miss Missing dijo...

Aun tenemos en casa retales de aquellas mantas que daban para pasar la noche. Mantas grises y que picaban. Mi abuela nunca habló de la guerra y de lo poco que sé, lo sé a través de mi madre. Tenemos una antigua radio que cada vez que sale el tema, mi madre recuerda como mi abuela reñía a mi abuelo por poner la radio y escuchar la emisora de los republicanos en Francia. Y aún ese miedo se sigue viviendo, ¿por qué con quién puedes hablar de política? Irremediablemente te van a poner en un bando o en otro.

En fin, esperemos que la cosa cambie.

marzo 28, 2007 12:29 a. m.  
Anonymous ana dijo...

"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad".

Es cierto... no deberíamos olvidar jamás esto.

Un relato inmenso. Un golpe de realidad. Yo he leído a Ana María Matute, es bueno pasear la mirada por alguno de sus relatos. La guerra civil dividió su mundo en dos.


Volví a buscar el cortometraje El Columpio. En su día me encantó, pero lo había olvidado.

Un golpe más de realidad.

Vuelvo a decirme... qué suerte haber caído en este lugar!!! Se ma había olvidado... tantas cosa... ;))

abril 15, 2009 11:47 a. m.  

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