sábado, abril 28, 2007

De bucles y trampas

- Señor Blanco, el cliente ha propuesto algunos cambios que no teníamos previstos. Tiene usted que rehacer toda la campaña de publicidad. Necesitamos tenerlo actualizado para mañana mismo. Y no me mire así, Blanco; esto no es un Ministerio y cuando hay trabajo, se trabaja. Llámeme a casa esta noche si necesita consultar cualquier cosa.

El señor Blanco se lo estaba temiendo. El Cliente siempre tiene que justificar su intervención en el proceso creativo de una campaña publicitaria. El Cliente sabe producir leche, o fabricar tornillos, o vender planes de pensiones. Y nadie se lo discute. Pero cuando se habla de una campaña de comunicación en televisión se le enciende alguna neurona en estado de hibernación que conecta rápidamente con otra colega cerebral - o lo que es peor, con una esposa, con un hijo o con un vecino simpático- para dar firma al insigne mensaje “¿Y no quedaría mejor si...” Y entonces el rojo pasa a ser azul, el señor entrado en años se convierte en una azafata de compañía aérea y la música de Bach en un alegre chunda-chunda latino. El Cliente siempre tiene razón y escaso gusto estético. El señor Blanco lo sabe, de hecho le pagan muy bien por los asentimientos de cabeza que siempre hace ante ese tipo de comentarios.

El señor Blanco tiene, a partir de este momento, catorce horas para dar la vuelta a una campaña publicitaria. Pero también tiene una esposa en la peluquería preparándose para una cena elegante en un lugar de moda del centro de la ciudad. Una cena muy cara que el sueldo de publicista del señor Blanco puede permitirse. Tan cara como los servicios de esa estupenda peluquera recién llegada de París que se ha hecho imprescindible para la señora Blanco. Tan cara como las corbatas que él se ata al cuello para ir a ver al Cliente, el poseedor de la razón (y el mal gusto).

De modo que el señor Blanco se dispone a llamar a su mujer y darle la noticia; cariño, no podemos ir a cenar con tus amigos a ese restaurante tan especial. Tengo trabajo.

Tenemos entonces al señor Blanco rehén de su agencia. Está encerrado en el zulo art-decó de su despacho con vistas al río, imposibilitado para gastar el dinero que el Cliente (el de la razón hortera) le dará a cambio de su trabajo en ese restaurante caro. Se trata de una cena importante para él; la señora Blanco ha conocido en la peluquería cara a la señora Rojo, cuyo marido podría ser un buen futuro Cliente-con-razón ya que se trata del nuevo gerente de una importante fábrica de relojes.

La luz del flexo sobre la gruesa mesa de caoba ilumina el bloc de notas. El señor Blanco se desanuda la corbata cara, se quita la chaqueta cara y tamborilea con su pluma cara sobre la madera de la mesa. Y entonces algo ocurre dentro de su cabeza. Como una nebulosa, allí dentro se abre paso una voz tenue y dejada, un “algo” que no acaba de tomar forma concreta pero que empieza más o menos así: “¿y qué hago yo aquí...”.

El señor Blanco ve la puerta de su despacho entreabierta. Al fondo, otra puerta también entreabierta, de cristal, con un enorme logotipo puesto del revés. Y más allá, la calle. Pero algo le retiene al señor Blanco: El trabajo. El dinero que le reporta el trabajo. El dinero que gastará en poder tener más trabajo que le reporte más dinero para trabajar más. O algo así.

El señor Blanco intenta retomar aquel pensamiento pero éste ya ha huido. No recuerda qué era eso que le había erizado la piel hace apenas unos segundos. Suspira y llama por teléfono; cariño, no podemos ir a cenar con tus amigos a ese restaurante tan especial, tengo trabajo.



Una canción para el señor Blanco: Ballad of a thin man, de Bob Dylan

Un libro para el señor Blanco: Trilogía de Nueva York, de Paul Auster

Una película para el señor Blanco: La flaqueza del bolchevique, de Manuel Martín Cuenca

27 Comments:

Blogger Antígona dijo...

Alguien decía que en cuanto individuos, todos idénticos e indistinguibles unos de otros, somos seres constituidos por y al servicio del Estado. Constituidos, inevitablemente, por consignas tales como el Trabajo, el Dinero y otras grandes Ideas que no dejarían de determinarnos hasta en los deseos que creemos más íntimos y personales. Por suerte, sin embargo, esa constitución nunca puede ser perfecta y por sus grietas respiramos y sentimos más allá de tales consignas. De lo contrario estaríamos completamente muertos. Y a través de tales grietas surge la voz más verdadera que puede hablar en nosotros. Lástima que en la mayoría de los casos no lo haga con la suficiente potencia y el individuo que somos acabe por ahogarla.

abril 28, 2007 10:36 p. m.  
Blogger MALEFICABOVARI dijo...

AYYYYYYYYYYYYYYY, que trabajé en una agencia de publicidad, de renombre, y se a lo que te refieres, lo seeeeeeeeee, pero es un cebo muy apetitoso, y siempre un reto para uno eso de tener fé en que llegue esa vuelta de tuerca, y se produzca el momento mágico, y suene bingo.
La pasta... creo que con tener para pagar un buen alquiler y un par de vicios baratos, el tabaco, un ibérico no mucaro, basta, nene, basta, tampoco hay que dejarse la piel, no se vive dos veces, no hay boceto previo, el resultado es para toda la vida. El señor Blanco debería plantearse la existencia, creo, yo.
Bss,
Male.

abril 29, 2007 12:36 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

jajajjaj
es usted bueno, sin duda.
Sé de lo que habla, pero se puede escapar, se lo digo yo.

abril 29, 2007 12:47 p. m.  
Blogger Tamaruca dijo...

Qué terriblemente identificada me he sentido con el Sr. Blanco (con la excepción de la peluquería, claro).

Me encantó la trilogía de Auster, fue un regalo de mi hermana en mi último cumpleaños :)

Un besito (de domingo lluvioso cualquiera, así como sin puente...)

abril 29, 2007 7:24 p. m.  
Blogger Miss Missing dijo...

Muchas veces me ha pasado lo del señor Blanco. Pensar en una idea fantástica o no tanto, pero que la ves ya realizada incluso y de repente, te das cuentas de las responsabilidades, de los contratiempos, de los imposibles y ves que esa idea se te ha ido de la cabeza. Básicamente, bajó del mundo de las ideas al mundo físico y se asustó de éste.

De Paul Auster me compré el miércoles pasado La noche del Oráculo. No sabría decirte sobre el argumento... que es una novela dentro de otra novela y que las palabras puede cobrar vida, pasan de ser potencia a acción.

Un beso. Espero que te lo pases muy bien en el puente. :)

abril 29, 2007 7:54 p. m.  
Blogger Mandarina azul dijo...

Me ha encantado, pasa a ocupar el número 2, empatado con Elvira y el detective, en mi ranking de tus escritos.

Lo voy a leer de nuevo.

¡Muac!

abril 29, 2007 8:30 p. m.  
Blogger Filisteum dijo...

Tú acabas de leer a Beigbeder hace nada, ¿a que sí?

:-))

abril 29, 2007 9:46 p. m.  
Blogger Arcángel Mirón dijo...

Que no se muera la creatividad, que el señor Blanco no se vuelva gris.

abril 29, 2007 9:56 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Bueno, Antígona, Sartre decía que un hombre comparte su condición humana con los demás en tan sólo cuatro cosas: El hecho de haber sido arrojado al mundo, tener que trabajar, tener que vivir en medio de los demás y ser moral. El señor Blanco es sólo una víctima. Me gusta la idea de las grietas; dejemos que entre algo por ellas ;) besos

Maléfica, no creo que el señor Blanco pueda dar muchas vueltas de turca: siempre llega al mismo sitio. Hay que cambiar el concepto que tenemos de nuestra propia vida. O mejor dicho, intentar tener un concepto, el que sea, cualquiera. Pero no perderse en un bucle absurdo. Pero el ibérico que sea de los buenos ¿eh? ;) besos

Mari, sí se puede escapar. Cuesta mucho y exige ciertas víctimas colaterales. Pero se puede. Y se debe ;) Good evening, NY.

Tamaruca, rompe el círculo, que sólo tenemos una vida. Lo de Paul Auster lo he puesto más por el estilo de la redacción que por el fondo de la misma. Incluso le he llamado señor Blanco al final porque me sonaba demasiado a su estilo. Absorbente que es uno :)
Besos

Señorita Missing, no es imposible salir de un mundo así. Eso sí, exige mucho valor. Como decía Lennon, la vida es eso que va pasando mientras pensamos qué vamos a hacer con ella. Este puente está siendo tranquilo. Me gusta :) un beso

Mandarina... ¿empatado en el número dos? ¿cuál será el uno? Muacs!

Javier, lo leí hace ya algún tiempo, pero me impresionó mucho, sí. ¡A ti no se te escapa nada! ;)

Arcángel, el señor Blanco intenta no ser gris. Pero la verdad es que la vida urbana de ejecutivo ensucia mucho y hay que tener una buena lavadora :)

abril 29, 2007 11:59 p. m.  
Blogger el santo job dijo...

Deberíamos dejarnos secuestrar a veces por esos pensamientos delincuentes y suicidas de alquiler, que la verdad, son los que al final parece que saben a donde ir, y no es tras el tintineo del metal.
Lo que el señor Blanco no sabe, es que su mujer la engaña con el el Señor Rojo. O acaso cree que se han encontrado de casualidad. Hay que ver.
Saludos
PS: lo que me ha recordado a la gloriosa frase del señor Lobo, claro =P

abril 30, 2007 12:00 a. m.  
Blogger MALEFICABOVARI dijo...

Sí, a veces se me va la pinza, será de comer tantos ibéricos y darle tanto al hagendazz, yo tengo ya el concepto elaboradísimo, y estoy en lo de digerirlo, pero no siempre depende de mi. Por cierto, mi hermana, la Ursula, está impaciente por probar el cincojotas, y ud haciéndose el tonto.... la llaman la Kim Novack de la familia, no se lo piense dos veces, nene, que esto es una loteríaaaaaaaaaaaaa
Buen puente, hoy fuí a ver el número 23, floja, no muy coherente, pero el Jim Carrey se salía de la pantalla, y es que, es igualito que mi barman, diossssssssssss, lo ve, siempre con lo mismo.
Una canción para nosurrender: Hoy are you, de los kinks, ofcourse. Oiga, está todo el mundo de puente, que no viene ni dios a visitarnos estos días, capullosssssssssssssssssssssssssssssssssssssss, venganza, señor, vamos a ver de qué tipo... y que sea plausible.
Bss
Male

abril 30, 2007 12:45 a. m.  
Blogger AnA dijo...

El Señor Blanco necesita del Sr. Rojo para cerrar una operación millonaria que le permitirá fugarse con la Señorita Azul que le espera en algún punto inconcreto de la ciudad.
... una trilogía perfecta no cree?
A

abril 30, 2007 10:54 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

En realidad lo que le hace falta al señor blanco es un señor lobo que le solucione los problemas, o por lo menos un tal Quinn como ayuda ;). Buen puente NoSurrender, aunque sea a medio camino.

abril 30, 2007 11:39 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Muy ordenada. Sí.

abril 30, 2007 3:13 p. m.  
Blogger Lunarroja dijo...

Jajajajajajajaja.
Creo que sabes por qué.

abril 30, 2007 6:17 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Santo Job, quizás el señor Blanco debería liberarse del todo y liarse con su propio jefe entonces :)

Maléfica, por Dios, olvídese del barman. ¡Que es que no me aprende usted! Una canción para la maléfica, Dedicated follower ot fashion, de The Kinks

Ana, así queda mucho mejor la cosa, sin duda. Ya se las apañará la señora Blanco con el señor Rojo, como sugiere el santo Job

Rosa, hay momentos increíbles para inmortalizar una mesa. No siempre ocurre

Lunarroja, ¡mucha paciencia! :)

abril 30, 2007 7:14 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

El señór Blanco está inmerso en una vorágine que acabará por secarle la creatividad, al final se tendrá que abrir un blog para poder darle salida, con lo cual, más trabajo para el señor Blanco y menos tiempo para la señora.
Un saludo.

abril 30, 2007 9:10 p. m.  
Blogger Astilla dijo...

Que yo fui por un tiempo el Sr.Blanco, con la frustración y el logotipo en la puerta de cristal y eso... Que entiendo al pobre, pero no lo envidio. No no. Ninguna corbata de diseñador ni ningún perfume carísimo no.5 valen todas las tardes en una oficina siendo rehén de tu propio sueldo (aunque muchas veces parezca que sí)

Que bien que lo has contado.
Un beso.

abril 30, 2007 10:04 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Ladydark, que me olvidaba de ti!! La verdad es que el inspector Quinn no es un genio, pero le tendremos en cuenta, casi confío más en los expeditivos métioos del señor Lobo :) buen puente para usted, señora Oscura.

Gregorio, desde luego que este sistema de vida no está diseñado para provocar creatividad alguna. Mantenga usted la suya, que es buena!

Astilla, quizás el fallo que tiene el sistema es que todo cotiza en Bolsa, hasta la propia Bolsa... pero no el tiempo ¡Robémoslo

abril 30, 2007 11:09 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Impresionante lagarto¡ qué terrible realidad¡

Un besito dulce (y libre)

mayo 01, 2007 12:48 a. m.  
Blogger Z... dijo...

ay! qué kafkiano me resulta el sr. Blanco
jejejeje

mayo 01, 2007 4:08 a. m.  
Blogger El detective amaestrado dijo...

Con ese apellido, espero que nunca se quede en ídem...

mayo 01, 2007 2:02 p. m.  
Blogger Paula dijo...

"No recuerda qué era eso que le había erizado la piel hace apenas unos segundos..."

y así se nos pasa la vida... a veces


Un abrazo

mayo 01, 2007 2:39 p. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Los pasos, el mundo es lo que nosotros queremos que sea. Un beso libertario

Z, Kafka ya sabía mucho estas cosas, sí

Detective, me temo que el señor Blanco debe estar negro, con tanto marrón

Es verdad, Paula. A veces somos así de débiles y acomodados. Un abrazo.

mayo 01, 2007 8:25 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Sin duda la del cartero llama dos veces me puso más.No sé si porque estaba en mi pronto despertar sexual o porque me van así, medio salvajillos.

Ups

mayo 03, 2007 2:31 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

llego tarde, espero que no demasiado.
el eterno dilema eh, lagartito??? todo falla desde el momento en que vivimos para trabajar... joder, también desde que trabajamos para vivir.
estoy nihilista, lo dejo aki.
:***
k.

mayo 03, 2007 3:32 p. m.  
Anonymous ana dijo...

¡Que coincidencia!

Hoy, ratito tranquilo, he puesto de fondo las canciones de Dylan, y me he puesto a leer-disfrutar de tu bitácora...
... y cuando he llegado a esta entrada, sonaba Ballad of a thin man.

¿Por qué sera que a mí estas pequeñas coincidencias, me hacen sentir algo de transcendencia en las cosas?

(...)

Y me quedo como sonriendo... en un sentimiento desconocido pero como infinito. Y sigo sonriendo...

Y me quedo pensando que al Sr Blanco, estas pequeñas casualidades, se le quedarán siempre como colgando del olvido. Sin memoria. Algunas ataduras son mortales.

"El señor Blanco ve la puerta de su despacho entreabierta. Al fondo, otra puerta también entreabierta, de cristal, con un enorme logotipo puesto del revés. Y más allá, la calle. Pero algo le retiene al señor Blanco..." Y se quedó colgado de la no-memoria, en esa especie de muerte del presente.

abril 19, 2009 3:29 p. m.  

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