El balance de los daños (II)

Cuaderno de bitácora. Completada una nueva inspección circular del Sol, volvemos al lugar de partida. Durante la misión hemos vuelto a perder el mapa. Nos guiamos ahora por la distancia y el vacío. Sostenemos el alma en nuestra boca desnuda. El alivio es nuestro pastor, nada nos falta.

Vimos a un hombre junto a un perro muerto que yacía en una cuneta junto a la autopista. El tipo miraba perplejo hacia abajo, e intentaba mover al perro con un palo. Tenía la puerta del coche abierta de par en par, parado en la autopista. Como si quedándose allí el tiempo suficiente, aquel perro fuera a levantarse y echar a correr. Nos sorprendió, nos pareció tan curioso que, al final de cada duro día, todos encontremos alguna razón para seguir creyendo.

Conocimos a Mary Lou, que amaba a Johnny con un amor sereno y profundo. Un día le dijo "chico, voy a trabajar para ti cada día y te traeré el dinero a casa”. Un día, sin más, él la dejó y desde entonces ella se sienta en el camino de tierra de su casa a esperar que Johnny regrese. Nos sorprendió, nos pareció tan curioso que, al final de cada duro día, todos encontremos alguna razón para seguir creyendo.

Encontramos a un niño en la ribera de un río. Le habían puesto de nombre Kyle William. Mientras le lavaban en el agua que se llevó los pecados del pequeño Kyle, un anciano fallecía en una choza encalada. Llevaron su cuerpo al cementerio y rezaron sobre él diciendo, “Señor, ¿por qué no nos lo dices?, ¿por qué no nos dices qué significado tiene esto? Nos sorprendió, nos pareció tan curioso que, al final de cada duro día, todos encontremos alguna razón para seguir creyendo.

Vimos a una congregación reunida a la orilla del río. El predicador estaba de pie con su biblia en la mano. El novio también en pie esperando a la novia. Luego, la congregación se fue mientras el sol se ponía detrás de un sauce llorón. El novio se quedó solo, miró como el río corría sin esfuerzo, y se preguntó dónde podría estar su chica. Nos sorprendió, nos pareció tan curioso que, al final de cada duro día, todos encontremos alguna razón para seguir creyendo.


Mientras revisamos la nave y hacemos el balance de los daños buscamos con fe ciega nuevas palabras, nuevas promesas y nuevas fuerzas para el nuevo ciclo. Miraremos al vacío de la orbita y comprenderemos los versos de Rilke, uno de los poetas más springsteenianos: “¿Quién habla de victorias? Sobreponerse es todo”.

El horizonte, frío y sabio, nos espera para la nueva inspección circular del Sol. Trabajaremos sueños, caminaremos juntos sobre el alambre, bailaremos en la oscuridad y buscaremos razones para seguir creyendo.






Un libro para el nuevo año: La felicidad desesperadamente, de André Compte-Sponville

Una película para el nuevo año: Ordet (la palabra), de Carl Theodor Dreyer

Una canción para el nuevo año: Time is on my side, de The Rolling Stones

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