miércoles, julio 30, 2008

Trust

Decía Robert Smith en una de sus más hermosas canciones:



“No queda nadie en el mundo que me pueda sostener. Realmente no queda nadie, nadie. Solamente estas tú. Y si me dejas ahora, dejarás atrás todo lo que no hemos hecho. Realmente no queda nadie. Solamente quedas tú. Y lo peor para ti; confiar en mí. Te amo más de lo que puedo decir ¿puedes confiar?”

(Trust, The Cure)





La confianza es uno de los pilares más básicos para las relaciones sociales y afectivas. Quien ha sufrido una traición una vez no puede volver a confiar ya de la misma manera en el Mundo. A esta mierda algunos lo llaman proceso de maduración. Algo ocurre en nuestro cerebro que nos habilita o nos inhabilita para confiar. Y ese algo, según los expertos, se llama oxitocina.

La oxitocina es una hormona relacionada con la sexualidad, el orgasmo, la ternura y el parto, que actúa también como neurotransmisor en el cerebro.

Pero, desde hace algún tiempo, algunos científicos como el alemán Thomas Baumgartner, relacionan la oxitocina con la formación de relaciones de confianza y generosidad en la sociedad. Así lo demostró Baumgartner en un experimento con un grupo de voluntarios. Se trataba de medir el grado de confianza que depositaban en un “socio” en un juego de inversión. La mitad del grupo fue colocada de oxitocina y la otra mitad de placebo. Y, efectivamente, los que tomaron oxitocina fueron capaces de seguir confiando pese a haber sido defraudados por el “socio” en sus primeras inversiones.

La desconfianza genera miedo. Y el miedo genera violencia. Dispara el que tiene miedo, viola el que tiene miedo, roba el que tiene miedo. Si todos confiáramos más entre nosotros, si elimináramos de nuestros diccionarios la palabra decepción, quizás fuéramos más felices.

Según nuestros científicos, una de las maneras más sencillas que tenemos para liberar oxitocina hacia la corriente sanguínea es la succión de los pezones. Así que, hagámoslo, lectores y lectoras. Por un mundo mejor, ¡succionemos pezones!



Un libro para Thomas Baumgartner: Trust, de Francis Fukuyama

Una película para Thomas Baumgartner: Trust, de Hal Hartley

Una canción para Thomas Baumgartner: Trust, de The Cure

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sábado, julio 26, 2008

mmm... aahh... sí, sí!!


No sé si se tratatará de una cuestión biológica o cultural (a estas alturas de la historia de los bípedos es irrelevante), pero está claro que las chicas fingen más y mejor que los hombres. Y que aprenden a hacerlo desde muy, muy pequeñas.

Hace unos meses se hizo un estudio cómico-científico en una cadena de televisión nacional. Seleccionaron un grupo de niños y niñas y les dijeron que iban a rodar un anuncio. El producto a promocionar era un inventado yogur Glotone. El niño o niña en cuestión debía, simplemente, tomar una buena cucharada, tragarla y decir a cámara “yogures Glotone: buenísimo”. Lo que no sabían esos niños y niñas es que el yogur que iban a probar estaba lleno de sal y sabía a rayos.

La mayoría de los niños no pudieron evitar ser muy sinceros y directos con las sensaciones que tienen:




En cambio, casi todas las niñas actuaron de otra manera:




La verdad, no sé a cuál de los dos géneros nos deja peor la cosa. Quizás las chicas finjan con más naturalidad. Pero es que los chicos estamos por civilizar, aunque nos encante que nos engañen en ciertas ocasiones, si lo hacen bien. Ejem.





Una película para cuando crezcan: Cuando Harry encotró a Sally, de Rob Reiner

Una canción para cuando crezcan: Please, please, please, de The Smiths

Un libro para cuando crezcan: El amante de lady Chatterley, de D.H. Lawrence

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martes, julio 22, 2008

Are you ready?


¿Estás preparado? Dime, ¿estás preparado? ¿Estás preparado para ir a donde yo quiero ir? Porque si no estás preparado, no podrás ir. Esta noche quiero ir hasta ese río. Hasta ese río de vida. Ese río de amor. Ese río de esperanza. Ese río de confianza. Ese río de amistad. Ese río de compañía. Ahí es donde quiero ir cada noche. Ese río de tensión sexual. ¿Estás preparado? Porque quiero que vengas conmigo. Porque no puedo ir hasta allí sólo por mí mismo. Tengo que hacerlo contigo. Para llegar hasta ese sitio te necesito a ti, y a ti, y a ti, y a ti. Y también a ti. Y tampoco podrás llegar allí sólo por ti mismo. Así que, ahora, si estás preparado para ir, levanta la mano. Si necesitas ayuda para llegar hasta allí levanta la mano. Los de atrás, si quieren ir que levanten las manos. Los de arriba, si realmente queréis ir, levantad vuestras manos. Los que necesiten ayuda para ir, que levanten las manos. Los que quieran ayudarme a ir, que levanten las manos. Quiero veros las manos.

Bien, allá vamos.




Every dog has his day. Gracias, Bruce, por la música, por los gritos, por las lágrimas, por las risas, por la alegría, por las sorpresas, por los Amigos, por las cervezas raras, por el dolor de pies, por ese bar hawaiano, por la chica que nos llevó hasta el otro lado, por el calor, por la noche, por la tierra prometida, por la vida. Por la última vez.




Una canción para los que están preparados: Mary’s place, de Bruce Springsteen

Una película para los que están preparados: Doctor en Alaska III temporada, de Joshua Brand y John Falsey

Un libro para los que están preparados: Ada o el ardor, de Vladimir Nabokov

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lunes, julio 14, 2008

Janey no te hundas


Bruce Springsteen es capaz de dejar una canción como Janey don’t you lose heart fuera de un álbum. Conozco músicos profesionales que darían un brazo por haber podido escribir algo así, una sola vez en su vida. Pero para Bruce no es esencial, no. Lo importante en cada álbum es “decir algo”. Así, cada trabajo tiene una identidad en sí mismo. No se trata sólo de acumular canciones. Si algo es bueno pero no encaja con el mensaje, se queda fuera. La honestidad artística de Bruce Springsteen está a la altura de muy, muy pocos.

La canción Janey don’t you lose heart salió como cara B del single de I’m going down, cuando los singles de vinilo aún existían. Fuimos muchos los que compramos ese single, aún teniendo el álbum Born in the U.S.A en casa, sólo por esa melodía tan emotiva que, cuando sonaba en un bar, nos impedía seguir la conversación que estábamos manteniendo. Porque un día nos dejó tumbados. Marcó una equis en el mapa emocional de nuestra vida y nos dejó derrotados, buscándonos en la miel de un sol que se derramaba del cielo.

Que alguien consiga hacerte llorar con un tema que él ha desechado “porque no encajaba” dice todo de lo que este hombre es capaz de dar cuando ofrece su Música.

Bruce Springsteen, a pesar de ser la estrella de rock más importante de las últimas décadas, no va de divo. Se entrega a un 110% a su público, en cada concierto, en cada parte del mundo, cada noche. Si otros músicos importantes piden para su camerino excentricidades como una mesa de ping pong (Mick Jagger), cien toallas negras (REM), o 25 cajas de agua de la Kabbalah (Madonna), Bruce Springsteen sólo pide una botella de oxígeno, para poder darte más y más. Y más. Y más.

Una de sus costumbres (sin par en el mundo de los macroconciertos) es la de bajar hasta el público y pedir qué quieren que toque la banda. Así, cada noche recoge un papel con el nombre de una canción cualquiera que alguien del público sostiene con emoción. Un papel en el que está escrito algo que alguien del público siente como algo Muy Especial en su vida. Un papel que lleva escrito el nombre de una canción que, para esa persona concreta, lleva un trozo de su corazón, la equis de su mapa emocional, lleno de vísceras, de dolores, de alegrías, de esperanzas rotas o encontradas. Y resulta que el nombre de aquella canción escrito en un papel que recoge el músico, es esa canción perdida en una cara B de un single de los ochenta que nadie conoce, y que también se hizo tuya una noche en un bar en el que todos los ríos se secaron. Porque tu mapa emocional también está tatuado en ella. Porque te acuerdas de esa noche en ese bar, de aquella miel de Sol que te atrapó para no dejarte ya nunca más. Porque estamos todos locos y porque estamos todos cuerdos. Y entonces la banda la toca. Y es increíble. Y sucede esa magia única, personal e intransferible. Y no hay nada igual en el mundo. No, no lo hay.

Ocurrió en París (cómo no).

"Ya tienes tu libro, pequeña, que recoge todos tus temores
si me dejas hacerlo, cariño, recogeré todas tus lágrimas
Me llevaré tus penas si tú quieres que lo haga
En cuanto llegue mañana, eso es lo que haré.
Pero, mientras, escúchame

Janey, no te hundas, Janey, no te hundas...

Dices que ya no tienes nuevos sueños que perseguir
que te sientes como una extraña que ya sabe demasiado
que llegas tarde a casa, que te desvistes,
que te tumbas en la cama, y que sientes todo este vacío.
Pero ahora escúchame

Janey, no te hundas, Janey, no te hundas...

Hasta que todos los ríos se sequen,
Hasta que la miel del sol se derrame desde el cielo,
Hasta que todos tus temores estallen y caigan derretidos sobre el mar,
Escúchame mientras

Janey, no te hundas, Janey, no te hundas, Janey, no te hundas..."



No os hundáis, no. Nunca. No Surrender ¿lo prometéis?

Esta semana Bruce Springsteen ofrece varios conciertos en España. Tengo entradas para Madrid y Barcelona. Y cuando él nos pregunte, de nuevo, eso de “Is there anybody alive out there?” se lo diré. Sí. Me siento VIVO.







Una canción para Janey: We are all made of stars, de Moby

Un libro para Janey: Tokio blues, de Haruki Murakami

Una película para Janey: La rosa púrpura de El Cairo, de Woody Allen

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lunes, julio 07, 2008

Gramática

A finales de los años sesenta, los estudios antropológicos acerca de la evolución de los homínidos empezaban a demostrar que era precisamente la formación del cuello y la posición baja de la laringe humana (que no tienen otros primates) lo que nos daba la capacidad de hablar. Y es esto lo que había hecho evolucionar al hombre de manera distinta a la del resto de primates.

El hallazgo de ciertos “eslabones perdidos” venía a corroborar algunas de las tesis de importantes filósofos como Chomsky, que aseveraban que es en la sintaxis de conceptos, en el lenguaje, donde reside lo que hace del hombre la especie elegida, el pequeño paso entre la mera supervivencia arbórea y el viaje a la Luna, al arte y a la filosofía. El lenguaje está indisolublemente unido al pensamiento, a la expresión de las ideas y la creatividad.

Por aquella época, un grupo de psicólogos de la Universidad de Washington consiguió que la NASA les cediera algunos de sus chimpancés-astronautas para experimentar con ellos la posibilidad de comunicarse con el lenguaje de los sordomudos.

El experimento de la Universidad de Washington fue descrito como un éxito. Algunos chimpancés consiguieron aprender el lenguaje de los sordomudos. Comenzaron a comunicar con gestos universales conceptos que incluían estructuras complejas de sujeto y predicado, superando así la biología que les negó la capacidad del habla.

Los chimpancés eran capaces de comunicar necesidades, emociones, frustraciones y ... por qué no, sueños.

Así fue como Sandy, una hermosa chimpancé traída desde Uganda a la Universidad de Washington, de unos cuarenta años de edad, despertó alterada una noche y llamó por señas a su cuidador, el elegante y seductor doctor Lagarto.

- ¿Qué te pasa, Sandy? ¿No has dormido bien?

- Tengo miedo, Lagarto. Soñar Sandy morir, como compañera Mary el otro día.

- Ella estaba enferma, Sandy. Tú no lo estás. No debes tener miedo.

- ¿Entonces Sandy no morir nunca? ¿Estar con Lagarto siempre?

- Algún día morirás, sí. Pero no ahora.

- Sandy no quiere morir. Sandy tener miedo

- Todos tenemos que morir, Sandy. Todos. Doctor Lagarto también.

- Lagarto no morir, Sandy no morir. No querer.

- Lo siento Sandy. Créeme que lo siento. No podemos hacer nada.

El doctor Lagarto, confundido, cerró la puerta de la habitación de Sandy para no volver a abrirla ya nunca más, mientras ésta, acurrucada y aterrorizada en una esquina, le miraba a través del cristal y juntaba y separaba repetidamente las yemas de los dedos de ambas manos, lo que en el lenguaje de sordomudos significa “¿Por qué? ¿Por qué?”




Un libro para Sandy: Gorilas en la niebla, de Dian Fossey

Una canción para Sandy: Monkey man, de Rolling Stones

Una película para Sandy: El planeta de los simios, de Tim Burton

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martes, julio 01, 2008

Visiones de Johanna

“las canciones folk son evasivas, ya que tratan de la verdad de la vida, y la vida es más o menos mentira, pero es así como queremos que sea” (Bob Dylan, Crónicas).

Mi padre Bob Dylan suele ser muy oscuro con sus letras. Huye como de la peste de contar cosas sobre sí mismo. En realidad, ni siquiera existe una biografía creíble del personaje, ya que siempre ha mentido sobre sus cosas. Siempre tuvo una obsesión enfermiza por protegerse de todo el fenómeno que había crecido en torno a él.

Puede que la canción con la letra más críptica de Bob Dylan sea Visions of Johanna, que es también, por cierto, una de las mejores canciones escritas jamás. Nadie puede entender lo que dice realmente, pero todos quedamos fascinados ante esos versos inalcanzables que nos atraviesan como un alfiler, que nos marean y nos arrastran hacia algún lugar interior de nosotros mismos que descubrimos con inquietud. Cada palabra, cada verso que arroja el poeta Dylan se esculpe en las habitaciones más abiertas del alma.

Bob Dylan grabó Visions of Johanna en un pequeño estudio de Nashville, con su amigo Al Kooper como productor del disco. Cuenta Kooper que cuando habían terminado de grabar la canción, apareció por el estudio Sara Lownds, la mujer por aquel entonces de Dylan. Al Kooper le puso el tema que habían arreglado. Sara lo escuchó en silencio y, cuando terminó, miró a Dylan y le dijo “Eres un hijo de puta. Esto es muy fuerte”.

De este misterioso comentario que contó Kooper salió la idea de que la canción habla en realidad de un triángulo amoroso, del triángulo amoroso que en aquella época Dylan vivía con Joan Baez y Sara Lownds. Pero no existen más pistas.

¿Qué te dice a ti esta hipnótica historia, lector?




¿No es propio de la noche confundirte cuando tratas de evitarlo?
Estamos desamparados, aunque nos esforcemos al máximo por negarlo
Y Louise sostiene un puñado de lluvia, tentándote para que lo desafíes
Las luces parpadean en el apartamento de enfrente
La calefacción tose en esta habitación
La emisora de country suena suave
Pero no hay nada de nada que se pueda apagar
Sólo Louise y su chica entrelazadas
Y estas visiones de Johanna que conquistan mi mente

En el solar donde las damas juegan a la gallinita ciega con el llavero
Y las chicas de la noche susurran sus aventuras en el tren “D”
Podemos oír al sereno encender su linterna,
Preguntarse si es él o son ellas quienes están locas
Louise está bien, tan sólo cerca
Es delicada y se parece al espejo
Pero dejar perfectamente claro
Que Johanna no está aquí
El fantasma de la electricidad aúlla en sus huesos faciales
Donde estas visiones de Johanna han tomado ya mi lugar

Ahora el niño perdido se toma tan en serio
Se jacta de su miseria, le gusta vivir peligrosamente
Y cuando mencionan el nombre de ella
Me quiere dar un beso de despedida
Sabe que tiene mucha cara y que todo es inútil en él
Murmura vaguedades a las paredes
Cuando estoy en el salón
¿Cómo puedo explicarlo?
Oh, es tan difícil seguir
Y estas visiones de Johanna, que me mantuvieron desvelado más allá del amanecer

Dentro de los museos, el Infinito es llamado a juicio
Las voces repiten que esta es la manera de salvarse en cuanto pase un rato
Pero Mona Lisa debe tener en la cabeza un blues de carretera
Se ve por en la manera en que sonríe
Observa cómo se congela un alhelí ancestral
Cuando las mujeres de rostro de gelatina estornudan
Escucha a la chica con bigote decir, “Jesús, no puedo encontrar mis rodillas”
Joyas y prismáticos cuelgan de la cabeza de la mula
Pero estas visiones de Johanna, hacen que todo parezca tan cruel

El vendedor ambulante habla ahora a la condesa
Que finge prestarle atención
Y él dice, “Nombra a alguien que no sea un parásito y me iré y rezaré por él”
Pero como Louise suele decir “No hay mucho que ver, ¿verdad, tío?”
Mientras ella misma se prepara para él
Y Madonna sigue sin aparecer
Vemos que la jaula vacía se oxida
Donde ya no ondea su disfraz de teatro
El violinista se pone en camino
Escribe que todo vuelve a donde pertenece
En la parte trasera del camión de pescado que carga
Mientras mi conciencia estalla
Las armónicas tocan notas esqueléticas
Y la lluvia
Y estas visiones de Johanna son lo único que queda





Una canción para Sara: One more cup of coffee, de Bob Dylan

Un libro para Sara: On the road, de Jack Kerouac

Una película para Sara: I’m not there, de Todd Haynes

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